domingo, 19 de septiembre de 2010

CECILIA LA GRANDE

Cecilia Tupac Amaru: La mártir indiana
Por Ricardo Santiago Katz (*), especial para Agencia NOVA.

Noble y valerosa intentona.
La figura de Cecilia Tupac Amaru pasa, espectral y ensangrentada, por las páginas de los historiadores sudamericanos. Muchos de ellos, fríos narradores de un pasado trágico y ardiente, la relegan a la penumbra, apenas la mencionan.

En el libro El dilatado cautiverio bajo el poder español, que fuera publicado en 1825, en la imprenta de los Niños Expósitos, relata el recuerdo doloroso de la quinta nieta del último emperador del Perú.

El libro contiene además, las memorias de Juan Bautista Tupac Amaru, el desventurado hermano de José Gabriel, el descuartizado de 1780, el último inca. Juan Bautista llegó a Buenos Aires en febrero de 1823. Surgía del fondo de los presidios españoles, donde permaneció cerca de cuarenta años. Escribió su libro, sus memorias, bajo los auspicios de Bernardino Rivadavia. Libro terrible, en verdad, en cuyas páginas sangra el dolor americano, revive, con caracteres punzantes, con perfiles homéricos, el martirio del indígena.

La provincia de Cuzco, antigua capital del Imperio de los Incas, gemía desde el tiempo de la conquista bajo el yugo tan duro como el impuesto por la mortandad de catorce millones de indios.

Juan Bautista Tupac Amaru escribe en sus memorias:

“Mi hermana Cecilia había sido la primera india que apoyó a mi desgraciado hermano. Fue a ella a quien Juan Gabriel confió su propósito de sublevar a los indios contra el espantoso yugo de los crueles españoles. Esta noble y valerosa mujer, fue quien ayudó a mi pobre hermano a realizar su fatal intento”.

“...en presencia de cuarenta mil indios, a mi hermana Cecilia -¡Heroica mujer!- y a mí nos hicieron subir en dos burros, desnudos, y así nos hicieron pasar por las calles del Cuzco, dándonos muchos azotes en las espaldas...”

Ella, la pobre india del Cuzco, creía en la victoria de la justicia, creía que el Dios de los hombres blancos, cuya gloria aprendiera en las escuelas de los jesuitas del Cuzco, habría de devolver a sus hermanos pobres y oprimidos lo que había sido suyo.

Los restos de la familia incaica fueron embarcados en un galeón, rumbo a España. El espíritu heroico y viril de Cecilia, la “ñusta”, no resistió aquellas fatigas tremendas. Su alma valerosa, indómita, se extinguió en la inmensidad del mar antes que el navío llegara a Cádiz. Juan Bautista Tupac Amaru, narra con frases desgarradoras la agonía de Cecilia, de su imperial hermana, la que inspiró el trágico ensueño de la última rebeldía indígena. Después de ver arrojar al mar el cadáver de su hermana, sigue su memorable viaje a España, en cuyos presidios permaneció desde 1782 hasta 1822.

Durante cuarenta años, la tragedia siempre está presente en su alma. A veces se preguntaba, sacudiendo sus cadenas:

“He llegado a esta España que se ha empapado en lagos de sangre americana para cubrir la Europa con torrentes de oro y plata y quedarse ella pobre, ignorante y corrompida...”

En esta crónica sólo he querido referirme a Cecilia Tupac Amaru, la “ñusta” bravía y valerosa de 1780, la Imperial del Cuzco que creyó en la justicia, en el cristianismo, en la redención de sus humildes hermanos, y murió cargada de cadenas, después de haber presenciado el suplicio de su raza, de su marido, de sus hijos, sufriendo los golpes y las injurias de los opresores, lejos de las tierras maravillosas donde un día sus antepasados, los Hijos del Sol, fundaron un imperio en el cual no existía más ley que el amor, el trabajo y la libertad.

1 comentario:

  1. El autor de este artículo es Héctor Pedro Blomberg, de su libro "Mujeres de la historia americana" editado en 1933. O está plagiado con leves cambios o hay un error del autor, veo que tiene un asterisco el autor así que probablemente ahí estuviera la información. Saludos!

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