domingo, 19 de septiembre de 2010

La sentencia del 3 de octubre

Dijo el poeta peruano Vicente Azar: “Es el tiempo: nada en verdad puede salvarse”. Lourdes Flores debe de ser la candidata que más coincide con el verso. Si por ella fuera, las elecciones deberían ser hoy mismo, cuando aún conserva alguna ventaja en la intención de voto. Podría ella adoptar también el conjuro que Goethe dedicó al tiempo: “Detente, ¡eres tan hermoso!”.

Lo sentimos: para la candidata a alcaldesa del Partido Popular Cristiano, el tiempo le sonríe sólo por un momento, y avanza. El correr de las horas y los días no le promete nada bueno.

La doctora Flores y sus valedores, desde el presidente García para abajo, calculan que es casi imposible que ella gane o siquiera recupere terreno. El 3 de octubre puede sonar el campanazo final de una carrera política que parecía prometedora, pero que está marcada por incansables derrotas.

No sólo para ella, el 3 de octubre puede constituir una catástrofe. Toda la derecha se juega una prenda valiosa: el gobierno municipal de la capital de la República y las posibilidades y expectativas para las elecciones generales de 2011.

Bueno es recordar que La Victoria municipal de Alfonso Barrantes en 1983 fue, a la vez, signo de un avance de la izquierda en Lima y promesa de desarrollo impetuoso de ese sector en todo el país.

La derrota de Flores puede, en cambio, marcar para la derecha un punto de viraje y retroceso, no sólo en Lima. Hemos señalado como probable el triunfo de candidaturas de izquierda y progresistas en la mayoría de las regiones y en importantes municipios del país.

Las encuestas provinciales indican, asimismo, que el APRA puede ser batida en todos los distritos electorales de Lima y de provincias.

Este panorama explica por qué el presidente Alan García se ha convertido, con descaro, en agente electoral de Lourdes Flores y de algunos candidatos apristas provinciales. La desesperación de toda la derecha indica hasta qué punto se siente al borde del abismo.

Neoliberales y toda la gama reaccionaria deberán, a lo mejor, marcar el 3 de octubre su desgracia, como los antiguos romanos, con una piedra negra.

Hay varios 3 de octubre memorables en el Perú republicano. Uno fue el de 1948. Ese día estalló una insurrección aprista en la Marina de Guerra, insurrección que fue encendida y luego traicionada por la dirección del APRA.

Veinte años después, el 3 de octubre de 1968, se produjo el golpe nacionalista del general Juan Velasco Alvarado.

El 3 de octubre de 1974 registró otro seísmo, pero no político. Ese día se produjo un terremoto que movió y conmovió al país.

El 3 de octubre próximo, las ánforas dictarán una sentencia aciaga para unos, y de júbilo para otros. Varios cadáveres políticos tendrán un cortejo fúnebre.

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