En su estudio sobre las crisis y los ciclos económicos publicado en 1939, Joseph Schumpeter plantea una de las teorías más conocidas y fascinantes de los ciclos económicos, según la cual hay en una sociedad industrial ciclos de diferente longitud y determinados por especiales fuerzas. Así tenemos: el ciclo de Kitchin de corta duración, que expresa la dinámica de los planes de producción y de los inventarios; el ciclo de Juglar, que dura entre ocho y once años, el cual estaría influido por los programas de inversión en infraestructura o capital fijo; y, por último, el ciclo de Kondratieff, que dura casi medio siglo y está signado por el impacto de las innovaciones tecnológicas.
A pesar de que desde el inicio de la crisis, a fines del 2007, se han ensayado distintos esquemas de política económica, no se vislumbra aún el fin de la misma. ¿Se percibe ya alguna solución para estas intratables y espeluznantes cuestiones de política? ¿Cuáles son, en todo caso, las distintas visiones en concurso en este debate tan singular? ¿Hay una solución viable o es tan intricado el entrampamiento que solo puede ser desbaratado por la más gigantesca y ruinosa conmoción? Nadie por ahora puede saberlo con certidumbre absoluta, a pesar de los esmerados textos que han aparecido para discutir las supuestas causas de la debacle. Todos ellos atribuyen la crisis a factores tales como la codicia, los fraudes, la contabilidad engañosa, la estructura de incentivos, la falta de regulación, los elevados déficits fiscales, la masiva deuda pública, etc. Sin embargo, el profesor Jürgen Schuldt parece tener una opinión muy diferente.
En su nuevo libro, Transfondo estructural y sociopolítico de la crisis estadounidense, presentado el viernes pasado en la Universidad del Pacífico, Schuldt sostiene de una forma bastante convincente que los factores mencionados en el párrafo anterior son causas tan solo superficiales. Y que la crisis tendría causas mucho más profundas. Para el profesor Schuldt, estas serían fundamentalmente: la pérdida de competitividad de la economía estadounidense, la redistribución regresiva del ingreso y de la riqueza, la nueva división del trabajo a nivel global y la conformación de grupos de poder en torno al sector financiero que se beneficiaron de las burbujas, y que ahora se han convertido en el principal obstáculo para realizar las reformas que reimpulsen el aparato productivo. Como resultado de explorar dichas causas, Jürgen Schuldt llega a la conclusión de que en el escenario más halagüeño la debilidad de la economía estadounidense se extendería durante toda la presente década.
Fundamenta el profesor Schuldt estos argumentos en un texto accesible a cualquier lector, el cual posee abundante material gráfico y utiliza un análisis estadístico comprensible. Sin embargo, quizás lo más interesante del nuevo libro sea su perspectiva, la que intenta fundir las teorías más interesantes de los ciclos económicos, como es el caso del análisis de Schumpeter, la generalización que del modelo hace Mensch, las teorías de la sobreproducción y subconsumo y el análisis de la dinámica financiera de Minsky.
La obra está compuesta por seis capítulos, y en ellos Schuldt expone los nuevos elementos de su visión. En el primero resume los rasgos estructurales del desarrollo estadounidense reciente: la desindustrialización, las limitaciones de la revolución tecnológica de la información y el papel especial que cumplió el sector financiero en los Estados Unidos.
En el segundo y tercer capítulo, Schuldt presenta su célebre hipótesis de subconsumo estructural y para hacerlo resume varios hechos relativamente desconocidos de Estados Unidos –al menos en el Perú– sobre la tendencia regresiva de la redistribución del ingreso. Sus argumentos tratan de demostrar que la tendencia va más hacia el subconsumo que al sobreconsumo. Explica que el subconsumo es una situación en la que los ingresos corrientes de la población no permiten tener el poder de compra necesario para realizar toda la producción de la economía. Es importante la mención del término “corriente” pues este no excluye la posibilidad de endeudamiento. En otras palabras, como las familias norteamericanas no ganan lo suficiente para cubrir su nivel de vida, se ven por cuestiones institucionales obligados a endeudarse. En el cuarto capítulo, sobre desequilibrios macroeconómicos y burbujas hipotecarias, se ofrece un primer resumen del desarrollo financiero en Estados Unidos. El capítulo cinco es un fascinante recuento de la economía política de los intereses financieros, el cual incluye una discusión bastante detallada de las relaciones personales de los integrantes de la llamada “trenza” financiera (principales personajes del mundo financiero y político de Estados Unidos), así como su extracción social, sus redes amicales, su educación común, sus negocios, sus sistemas de protección, sus operaciones concertadas para impedir que la legislación sea contraria a sus intereses, y hasta sus vicios, etc. Finalmente, en el capítulo seis, Schuldt analiza los límites de la política de Obama y los fiascos de la misma.
En suma, se trata de una obra novedosa cuya lectura recomendamos, en especial si el lector desea leer un análisis desde una perspectiva diferente. Dado que la crisis no parece solucionarse y las explicaciones tradicionales no son muy convincentes, resulta prudente explorar otras visiones, las cuales en la ciencia económica siempre han existido pero no han sido suficientemente conocidas.
domingo, 2 de octubre de 2011
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