domingo, 4 de octubre de 2009

Petroaudios, un año después


El gobierno ha logrado entorpecer los procesos judiciales pero no ha podido evitar que sigan apareciendo más revelaciones. Después de Allison, vienen los jueces.
Las conversaciones entre Alberto Químper, don Bieto, con prominentes magistrados del Poder Judicial, es la última información que ha aparecido de esa verdadera Caja de Pandora que resultaron los llamados petroaudios.Cuando el domingo 5 de octubre del 2008, en Cuarto Poder de América TV, hice públicos los primeros 4 audios, creo que nadie podía prever las interminables ramificaciones del asunto.Hay que reconocer, además, que la naturaleza de los personajes le dio un excepcional sabor al asunto.
La voz, el lenguaje, la desvergüenza, la impudicia de don Bieto y don Rómulo, han contribuido a que el más importante caso de corrupción denunciado en el presente gobierno, adquiera ribetes populares y masivos, que probablemente no hubiera tenido de tratarse de un par de anodinos abogados hablando fríamente de sobornos y negocios, usando una jerga abstrusa.
A PASO DE TORTUGA
Un año después, las investigaciones judiciales marchan con pies de plomo y con muchas dudas sobre la imparcialidad y acuciosidad de los magistrados. Tratándose de casos tan importantes, podía haberse esperado un especial empeño del Poder Judicial para avanzar con rapidez y transparencia.
No ha sido así. Quedan pocas dudas que son las poderosas influencias de la red de corrupción implicada en los casos de los petroaudios y chuponeo las que están obstruyendo las investigaciones, con los mil subterfugios habituales en estas situaciones.Hasta el momento, los únicos acusados y detenidos son los primeros en ser descubiertos y directamente implicados, aunque es evidente que sólo son la punta del iceberg de un sistema de corrupción muchísimo más amplio.
En lo que se refiere a los chuponeadores, es claro que fueron descubiertos por el interés que le puso el presidente Alan García al asunto, porque sospechaba que se trataba de un complot cuyo objetivo era él mismo.
Cuando la policía y la Fiscalía los descubrieron y los atraparon, parece que García se convenció de que se trataba de una operación que no lo tenía a él como blanco, que los chuponeadores eran personajes vinculados a los más altos círculos gubernamentales y probablemente utilizados por ellos en otras circunstancias.
Así es que desde ese momento, el interés en descubrirlos se transformó en disposición por enterrar sus vínculos, contactos y trabajos anteriores.
“SACARLE LA MIERDA A ROSPIGLIOSI”
Gustavo Gorriti ha revelado que poco después de salir del premierato por el escándalo de los petroaudios, Jorge del Castillo llamó a Manuel “Chito” Ponce –el jefe de los chuponeadores– a su departamento en San Isidro. Se supone que no sabía que él había sido, sin quererlo, el causante de su desgracia.
“Según fuentes cercanas a Ponce Feijóo –dice Gorriti–, Del Castillo le habría pedido que ‘le saque la mierda, que quiere ver preso a Rospigliosi’. Ponce Feijóo habría respondido que si Rospigliosi se enteraba de que algo así estaba en proceso, le echaría inmediatamente la culpa a Giampietri”. (Petroaudios, p. 123).
Del Castillo, consultado por Gorriti, niega eso, pero admite que invitó a su casa al vicepresidente, el almirante (r) Luis Giampietri, y que este se comunicó en ese momento a través de su celular con Ponce, que fue a visitar a Del Castillo a su casa al día siguiente.
Confesión de parte de la estrecha relación del vicepresidente y el ex premier con el cabecilla de la banda.
Todavía no han podido “sacarme la mierda” ni “meterme preso”, pero lo intentaron. El congresista aprista Aurelio Pastor, un peón de Del Castillo en el Parlamento, logró que prosperara una absurda e ilegal acusación contra mí, a pesar que hasta sus propios compañeros de partido la habían desechado.
Por supuesto, volvieron a desmenuzar otra vez –lo han hecho varias veces en este gobierno y el anterior– mi pase, en dos oportunidades por el Ministerio del Interior y, para su frustración, no encontraron nada de qué acusarme.
Pero nunca hay que subestimar la capacidad de represalia de los apristas. No lo hacen solamente por odio y venganza, sino con un sentido práctico: amedrentar y disuadir a aquellos que conozcan algunos de sus trapos sucios que, viendo lo que les ha ocurrido a otros, preferirán guardar silencio.
MORALEJA
¿Valió la pena hacer la denuncia en lugar de ocultarla como hicieron otros medios y periodistas? Por supuesto que sí. Pero ese es sólo un paso en un largo camino cuesta arriba. Lo realmente decisivo sería sancionar a los verdaderos responsables, como ha sucedido con Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos y Nicolás Hermoza, los auténticos cabecillas de la dictadura de los ‘90.


Por Fernando Rospigliosi

No hay comentarios:

Publicar un comentario