domingo, 28 de marzo de 2010

Mestizo castellano

La aparición del “Diccionario de americanismos” de la Asociación de Academias de la Lengua Española muestra el profundo y enriquecedor mestizaje de nuestra lengua, la segunda más hablada en el mundo.

Por: Enrique Sánchez

Cuando Cristóbal Colón llegó a América en 1492, no sabía la revolución idiomática que iba a ocasionar. Hoy el español es hablado por 450 millones de personas y es el idioma oficial de 21 países. Dos meses antes de que Colón desembarcara en las Antillas, los reyes católicos Fernando e Isabel (que entonces se escribía con Y), habían acogido la primera “Gramática de la lengua castellana”, preparada por el filólogo Antonio de Nebrija (1441-1522). Aquel 12 de octubre los naturales de La Española (Santo Domingo), lo primero que vieron fueron la F y la Y, ondeando en el palo mayor de la carabela. Las iniciales de sus majestades fueron las primeras letras del castellano vistas en América. Para 1495, avanzada la españolización del continente, el mismo Nebrija, frente al uso generalizado de americanismos, incluyó el primero de estos en su “Vocabulario Español Latino”: canoa. La palabra, de origen taíno, la había usado Colón en el diario de su primer viaje, para designar a las “navetas de un madero adonde no llevan vela”. El segundo sería hamaca.

Todas las voces
Más de setenta mil voces, lexemas complejos, frases y alocuciones, nacidas en esta parte del mundo han sido recogidos en una obra monumental, el “Diccionario de americanismos” (Santillana). La obra fue puesta en marcha en 1998 y requirió el trabajo de las 22 academias americanas. Cada una presentó, revisó y aprobó el léxico que figura en este volumen de 2.500 páginas. Colaboraron doscientos especialistas y se requirió crear un software especial: ARU (“lengua” en aimara), para compilar los 150 diccionarios de americanismos publicados desde 1975 y otros inéditos.

Libros con historia
La aparición de los americanismos en nuestro idioma se produjo no bien iniciada la Conquista. El Nuevo Mundo tenía una flora, fauna y habitantes de piel cobriza con tocados de plumas o adornos de oro que solo podían ser descritos con las propias palabras originarias de cada lugar. Los diccionarios de americanismos aparecieron con la demanda de los hispanohablantes europeos por conocer esta nueva realidad. En la segunda mitad del siglo XVI se hizo una primera recopilación en el “Diccionario de voces americanas”, atribuido a Manuel José de Ayala (increíblemente inédito hasta 1995).

Palabras corrompidas
En 1795, el clérigo José María Peñalver comunicó a la Sociedad Patriótica de La Habana que preparaba el “Diccionario provincial de la isla de Cuba” (nunca vio la luz). Peñalver se proponía recopilar “voces de origen castellano mal pronunciadas en Cuba o que tenían un sentido diferente al de España”. Esa fue la idea por siglos : señalar las palabras “corrompidas”.

Hoy todo lo anterior es historia y la moderna gramática ya acoge un español polifónico y policéntrico, muy distinto de los anteriores calificativos peyorativos de barbarismos o provincialismos. Barbarismos siguen existiendo, pero con otra acepción, la de escribir o pronunciar mal las palabras.

¡Vaya laberinto!
Por el “Diccionario de americanismos” podemos enterarnos de la gran creatividad lingüística de los habitantes de este continente.

Niño, por ejemplo, tiene 256 americanismos entre los que figuran: bicha, cobito, chiti, huita, pichurro, sajorín o guagüita.

Tonto o bobo, cuenta con 462 sinónimos o locuciones: agilado, babasfrías, cachirulo, chabela, grencho, jilote, sinsilico, toche.

Borracho cuenta con 250 sinónimos, entre ellos: adobado, chicho, embollado, fufurufu, jumo, sorimbo, traqueteado, zarazo.

Las palabras con connotaciones sexuales son unas de las que más voces registran. Por ejemplo, para el coito hay 176 americanismos —sin ninguna pista para un peruano—: afinar, dar bolsa, dar guiso, dar leña, gritar viva Chile (sic), peinar o trastear.

Si en Guatemala le piden que no vaya a “atiriciarse”, quieren decirle que no sienta pena o melancolía, o si en Puerto Rico le piden que no se junte con un “emborujador”, se refieren a aquel que siempre hace malos negocios

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