domingo, 7 de marzo de 2010

PINTORAS LAS CORPANCHO

Por: Sofía Pachas Maceda*


En el Perú decimonónico no son pocas las mujeres que practicaban la disciplina pictórica. Si bien este aprendizaje artístico era asociado a una enseñanza burguesa circunscrita a un reducido entorno, algunas de ellas, en especial a partir de la segunda mitad del siglo, se animaron a mostrar sus obras en público.

Una diligente pintora
Eduviges Sánchez nace en la década de 1830. De carácter afable y caritativo, contrajo matrimonio con el doctor y poeta Manuel Nicolás Corpancho. Dado el vínculo de su esposo con el entorno político de Ramón Castilla no era extraño que la pareja frecuentara al círculo de poder de la época. Corría el año de 1853 y en un baile ofrecido en honor al presidente José Rufino Echenique, los invitados tuvieron la oportunidad de admirar una “Santa Familia” del pincel de Eduviges. El lienzo despertó el interés de la crítica que halagó la calidad plástica de la obra, la comparó con la de los ya consagrados pintores Laso y Montero e inclusive la alentó a seguir en el camino del arte. No es casual que tratara un tema religioso, pues en dicho período la pintura realizada por mujeres se ve influenciada de manera decisiva por el modelo educativo en el que se encuentran insertas, la mayoría educadas por religiosas.

Varios años después, en 1869, Eduviges participó en la primera exposición de Lima. Celebrada en el local de la entonces Escuela de Artes y Oficios, la Exposición Industrial, tenía una sección dedicada a diversas disciplinas artísticas, es allí donde se hace acreedora a una mención honrosa y con este reconocimiento se aparta de la luz pública.

La semilla del arte
Segunda hija del matrimonio Corpancho Sánchez, Clorinda creció rodeada de un ambiente familiar en el cual se respiraba las letras y el arte. De su padre heredó el gusto por la poesía, uno de sus poemas fue publicado en “La Gran Revista”.

De manera paralela, Clorinda incursionó en la pintura, sin duda animada y guiada por su madre. Ya para 1887 se hace pública su producción pictórica cuando El Comercio, en una sucinta nota, comentó un “espléndido” óleo representando el pabellón peruano que obsequió a la Bomba Lima luego de dos meses de trabajo.

Es recién cuatro años después que su pincel se lució en una exposición artística, se trata del primer concurso de arte Concha. Allí participó con cuatro obras en las técnicas del óleo y el pastel.

La temática es variada, pues presentó dos paisajes, “Un page” y un “San Francisco de Asís”.

Esta última tela representa al santo fundador de la orden de San Francisco con el rostro de perfil, de medio cuerpo y en tres cuartos. Vestido con el hábito de la orden, cruza los brazos sobre el pecho lo que permite observar una de las llagas de sus manos.

El fondo del óleo es neutro y solo varía por la intensidad de luz que proviene de la esquina superior izquierda del lienzo donde dirige la mirada el santo. Esta tela revela un trabajo acabado y dominio de la línea. Esta es la última oportunidad en que Clorinda da a conocer su obra.

No volvemos a saber de ella, hasta bien entrado el siglo XX cuando, en 1913, publica el folleto “El porvenir obrero” y el socialismo en el que plantea un altruista pero utópico pensamiento en el que exista una completa armonía entre “patrones y obreros”.

El testimonio pictórico
Tanto Eduviges como su hija Clorinda trascendieron con su obra pictórica las paredes de su intimidad y con ello tuvieron la oportunidad de demostrar sus capacidades y expresarse en público, en una sociedad restrictiva y conservadora como la limeña.

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