domingo, 11 de abril de 2010

Reflexionar: tarea de la escuela

Materiales para otra morada fueron los que reunió Basadre para ayudarnos a reflexionar sobre el Perú. Pienso hoy en los jóvenes que han terminado su Secundaria o que están iniciando su vida universitaria y votarán este año para alcaldes, para más tarde votar para presidente de la República. Ahí están impedidos de acertar a elegir porque, en realidad, están inhabilitados para reflexionar. Y lo importante es que tienen que reflexionar, inteligentemente, puesto que la responsabilidad del voto exige que el ciudadano emita un voto razonado, respaldado por la inteligencia y no por el azar. Por eso he pensado cuánto les habría servido a los ciudadanos noveles de hoy revisar las páginas de esa revista ‘Historia’ con que Basadre alertó e instruyó a mi generación. ‘Historia’ fue ciertamente para nosotros cátedra abierta y tribuna de civismo. En ella nos fuimos adoctrinando y reafirmamos la convicción de que la jornada electoral que se avecinaba (que era la del 45) exigía de nosotros, puesto que se trataba de nuestra inmediata responsabilidad cívica, estudio y reflexión. Votar era un signo de mayoría de edad, pero había que asumir esa realidad desde una perspectiva pedagógica, que la escuela había descuidado de prevenir. No se trata de ayudar a que, con el voto, alguien alcance el poder. No es el poder lo que debe preocuparnos con motivo de las elecciones. Se trata de pensar en el gobierno. Por eso no había que dejar todo librado a la improvisación, sino que había que meditar. Basadre nos proponía tener presente que éramos testigos del avance del petróleo, de las carreteras, y sobre todo, de lo que significaba por entonces la aviación. Después nos hemos enterado de cuánto significaron para el siglo las investigaciones de Heisenberg y Bohr, lo que significó el descubrimiento de la penicilina. En buena cuenta, Basadre nos prevenía el triunfo de la tecnología y el abatimiento del homo humanus por el homo economicus. Preocuparse por el futuro, con el pretexto de una elección presidencial, nos advertía Basadre, era preocuparnos por “lo que van a ser los peruanos y por lo que va a ser el país”. El ‘ser’ de cada uno de nosotros era parte constitutiva del ‘ser’ del país. Había que reflexionar sobre lo que estábamos por vivir, lo no vivido todavía: ese era ‘el país venidero’. La estrategia pedagógica con que Basadre dirigía la revista justificaba que, de cuando en cuando, la revista reiterase la publicación de algunos trabajos. Lo que Basadre dirigía era una revista de ideas, y uno de los deberes fundamentales era sembrar en los lectores la certeza de los tres grandes deberes que debíamos cumplir. Jorge Basadre era fundamentalmente un maestro empeñado en hacer del Perú nuestra mejor preocupación.

Ahora que a más de 60 años, releemos sus palabras, renovamos nuestra certeza de que Basadre nunca pensó en modificaciones parciales ni anecdóticas. Consciente fue que necesitábamos una reforma radical (que está pendiente, si sabemos leer bien en las páginas de nuestra historia). Hoy en el 2010, en que la corrupción es un tema frecuente de todo comentario en los medios de comunicación, conviene meditar sobre esto que decía Basadre (1944, número 7 de la revista): “Vemos ambular ejemplares humanos que juegan con las palabras, simulan creer en ideales, entonan a veces los cánticos de la liturgia –religiosa, política, intelectual, profesional–pero en lo íntimo son esencialmente cínicos o escépticos. Un inmenso aparato de mentira convencional les sirve de guarida y trampolín. Por más que gesticulen y que aparentemente les vaya bien, están podridos. Son los venales natos. Si ejercen la magistratura subordinan sus fallos a consideraciones del poder político o económico, aunque hablen campanudamente de la justicia y el derecho”.

Esto que me mueve hoy pensando en los egresados de Secundaria y los nuevos ‘cachimbos’ que votarán por primera vez sin haber recibido información clara sobre la responsabilidad que están asumiendo, pienso que debería ser obligada tarea de todo centro escolar.

La excusa (y su justificación) se expresa de esta sencilla afirmación: es obligación de la escuela formar ciudadanos. Y si una de las obligaciones del ciudadano es el voto, no puede estar librado el voto a la improvisación o al desconcierto. No es que nos debe decir la escuela cómo y por quién votar. Nos debe explicar por qué debemos reflexionar sobre nuestra historia republicana antes de emitir el voto. Y si a mí me preguntaran cómo se puede colaborar en esa tarea, sugeriré proponer la tarea (libre, no dirigida, abierta al azar) de ‘Historia’, esa revista que fue para nuestra generación estímulo para reflexionar sobre el Perú.




Luis Jaime Cisneros

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