.Por Antonio Zapata
Semanas atrás, una excavación de la dirección de cultura del Cusco dio a luz un importante hallazgo arqueológico. Se trata de la momia intacta de un señor local del imperio Wari. Su ubicación es extraña, se halla en Espíritu Pampa, un área de Vilcabamba donde se refugió Manco Inca y que se considera habitualmente como el “último refugio de los incas”. No sería tal, sino un sitio incorporado muy temprano por los Wari, antecedentes imperiales del Tawantinsuyu, que existieron entre 650-1100 D.C.
Antes no se conocía Wari. La enseñanza escolar hablaba de Tiahuanacu, porque se basaba en Max Uhle, que pensó en este sitio altiplánico como cabeza de la formación política andina desarrollada antes de los incas. Pero, luego se redescubrió la gran ciudad situada en las afueras de Ayacucho. Ahí estuvo Julio C. Tello y luego el arqueólogo norteamericano John Rowe, quien formuló la teoría de los horizontes, que hasta hoy ordena la línea del tiempo de la era prehispánica.
Esa teoría postula que hubo tres horizontes: Chavín, Wari e Inca. En el medio se hallan dos períodos denominados “intermedios”. En éstos, el poder se habría disgregado en señoríos regionales. Pero, en los horizontes se impuso la centralización. Durante Chavín, gracias a la religión y una red de sacerdotes. Pero, tanto Wari como Inca fueron imperios, gobernados por una élite política y militar, que subordinó todo el antiguo Perú.
En ese sentido, Wari establece el patrón andino del poder estatal. Mientras que el Tawantinsuyu duró poco tiempo, menos de cien años y estaba en plena transformación cuando fue interrumpido por la invasión europea. Por ello, Wari es el antecedente político de un gobierno panperuano.
Durante los años 1960, Luis Guillermo Lumbreras elaboró la tesis de Ayacucho como sede del primer imperio andino. En esa época, trabajaba en la Universidad de Huamanga, que tomó en sus manos el expediente. Posteriormente, Enrique González Carré excavó una pequeña área de la enorme capital Wari, encontrando el Templo Principal, que es lo único abierto al visitante.
La gran ciudad está enterrada y se sabe que encierra restos magníficos, susceptibles de transformar Ayacucho en una nueva capital arqueológica. En el último decenio, importantes excavaciones en la costa norte han multiplicado el interés arqueológico por esta región. Detrás de los especialistas vienen los turistas, tanto nacionales como extranjeros. Lambayeque con cinco museos de primer nivel ha logrado reorientar el turismo hacia esa región. Mientras, Ayacucho permanece paralizado. No obstante, Wari está a sus pies. Ahora que comienza un nuevo gobierno regional, sería interesante que canalice recursos suficientes para una excavación intensa de la capital arqueológica.
La idea es simple. Si en una provincia de ceja de selva aparece un señor local de la importancia del hallado en Vilcabamba, en la capital debe encontrarse restos de reyes y sus monumentos funerarios. Es decir, varios tesoros yacen enterrados en Ayacucho y nadie invierte seriamente en descubrirlos.
Volviendo al Señor de Vilcabamba, su importancia obliga a reconsiderar la relación entre Cusco y Ayacucho en la era precolombina. El primer imperio habría estado muy presente, tanto en el corazón como en las provincias de Cusco. La ciudad Wari de Pikillacta, apenas a kilómetros de Cusco actual, y este Señor que también es Wari, apuntan a un dominio ayacuchano del área.
Quizá el Cusco se hizo grande derrotando a sus antiguos soberanos ayacuchanos. El inca Pachacútec habría culminado un largo ciclo histórico de enfrentamientos, logrando el sometimiento final de los chancas, últimos exponentes de la vieja tradición estatal Wari.
sábado, 19 de marzo de 2011
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