sábado, 9 de julio de 2011

EL DESEO DE HISTORIA

.Por Sinesio López

Cuando era director de la BNP me visitó Sofocleto, uno de los más grandes humoristas que ha tenido el Perú, para preguntarme las razones por la cuales él no estaba en la galería de los intelectuales que tiene la institución. He visto a muchos idiotas colgados allí –me dijo– y quiero saber por qué no estoy entre ellos. Le ofrecí organizar una sala del humor que llevara su nombre. De acuerdo –asintió– pero yo no hago reír, yo hago sonreír. Sospecho que García, como Sofocleto, también tiene deseos de historia.

Seguramente ama muchas cosas (entre ellas “la plata que llega sola”) y personas (especialmente a las que prohíbe el sexto y el noveno mandamiento), pero sobre todo le apasiona la historia en la que quiere morar.

García no es un político ocasional, sino un político de raza que, por serlo, quiere pasar a la historia. Mi hipótesis es que una de las motivaciones que lo impulsaron a volver el 2001 y el 2006 era borrar los malos recuerdos que suscita su primer gobierno, y que la tentación de retornar el 2016 obedece a que, más allá de la propaganda, no se va satisfecho con la segunda oportunidad que tuvo. Es probable que quiera ser recordado como el único político peruano que fue presidente tres veces. ¿Ha logrado su segundo gobierno disipar los horrores del primero? Me parece que sí. No era difícil. El problema es que, por temor a fracasar otra vez y por los resultados de la segunda vuelta, apoyó y se apoyó en las grandes corporaciones y en los medios de la derecha y la ultraderecha, castrando la posibilidad del cambio responsable que prometió. Ha sido muy cauto y conservador: la excesiva prudencia nada grande ha producido en la historia.

El segundo mandato de García es el gobierno de las oportunidades perdidas. La primera es el cambio del capitalismo salvaje por el capitalismo democrático. En lugar de eso, prefirió profundizarlo con la “teoría” antidemocrática del perro del hortelano. La segunda es el desaprovechamiento de la bonanza exportadora para impulsar un desarrollo sustentable (a lo Porter) creando eslabonamientos con otros sectores de la economía. En lugar de eso, optó por el piloto automático de la demanda internacional. La tercera es la conquista de la autonomía del Estado acabando con la captura de sus aparatos económicos por parte de los operadores de los organismos financieros internacionales y de los bancos.

La cuarta es la elevación de la presión tributaria para atender las políticas sociales. En lugar de eso, cultivó el engaño según el cual el problema de las políticas sociales no era la falta de recursos sino la falta de capacidad del Estado para gastarlos. Lo del óvolo y las concesiones mineras constituyen un escándalo que tendrá que investigar el próximo Congreso. La quinta es el despliegue agresivo de las políticas sociales de calidad (educación, salud, justicia y seguridad). En vez de eso, prefirió el estilo de Odría, el cemento a la gente, la obra pública gigante en la que se encarna el viejo dicho latinoamericano de la cultura permisiva de la corrupción: si el gobierno hace obra, no importa que robe. La sexta es la decisión eficaz, democrática, transparente y legítima de las políticas públicas. García mantuvo, por el contrario, las decisiones en la cúpula presidencial y burocrática y abusó de los decretos de urgencia para evitar la presión social, el escrutinio público y la accountability.

Finalmente, el establecimiento de la consulta y la predisposición al diálogo con las clases populares que reclamaban reconocimiento y atención a sus necesidades más sentidas. García optó, en cambio, por la amenaza y la criminalización de la protesta social para mantener el orden, proteger los privilegios y cuidar la siesta de los ricos. Ahora que es un pato rengo y que ya se va, es normal que los de abajo lo despidan con movilizaciones y protestas que no puede atender ni contener. García asiste al desembalse de sus propias represas.

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