domingo, 31 de enero de 2010

Lo que el desastre nos deja en el sur

El 15 de agosto de 2007, horas después del terremoto de Pisco, el presidente Alan García dijo a los peruanos que “afortunadamente no ha traído como consecuencia un gran número de víctimas”. Una inaudita declaración que los hechos lo desmintieron después: el sismo en el sur chico dejó como saldo más de 500 muertos.

Hace dos días el primer mandatario volvió a sorprender con una frase que resulta chocante a los peruanos y en especial a las familias del sur. Frente a la magnitud del desastre de Cusco, ha pedido no caer en el alarmismo. No ha especificado a qué se refería cuando hizo este comentario, pero suponemos que encierra el pedido: no me espanten a los turistas.

El asunto es que el desastre en Cusco, sí es para alarmarse: 25 mil damnificados, 3,000 viviendas han colapsado, 4 mil casas afectadas, 17 mil hectáreas de cultivos perdidas, 24 mil toneladas de producción pecuaria se han ido igual al tacho, barrios enteros inundados, once puentes destruidos. En cifras los daños bordean los mil millones de soles. El desastre dejado por la naturaleza se ha extendido a otros pueblos de Puno, Huancavelica, Apurímac, Ayacucho. ¡Y no hay por qué alarmarse!

Lo trágico es que, como ocurre en estos casos, los más afectados son los pobres. Son ellos los que han perdido todo y hoy duermen a la intemperie en carpas. Algunos han escapado a las partes altas de los cerros ante el temor de nuevos huaicos. En el sur la pobreza y extrema pobreza siguen siendo una extensa mancha. Los porcentajes negativos llegan hasta 82% en Huancavelica, bajan a 69% en Apurímac, mientras en Cusco, la región que recibe más turistas, la pobreza está en el 55%.

El desastre en Cusco y en las otras zonas nos revela la ausencia de una política de prevención ante los efectos del calentamiento global. En junio pasado Agronoticias, la revista que dirige Reynaldo Trinidad, dijo que se venía El Niño. En ediciones sucesivas se advertía que las condiciones serían distintas y hasta más severas por razones del calentamiento global. Tradicionalmente El Niño se extendía entre Lima y el norte del país, pero el 2007 el fenómeno cambió y llegó hasta Ica. En Cusco llovió en tres días lo que ocurre normalmente en 10. La publicación planteaba además alternativas que deberían tomarse para enfrentar las lluvias, entre ellas zanjas de infiltración en los Andes y plantaciones forestales.

En diciembre la organización Predecan (Prevención de Desastres en la Comunidad Andina) convocó a las autoridades del Ejecutivo y a representantes de los organismos del Estado para dar cuenta de su informe final sobre las zonas de vulnerabilidad en el Perú. El informe, elaborado con el apoyo de la UE, recoge además experiencias valiosas, como la de la comunidad de Calca, en Cusco, que ha podido vencer los embates del Vilcanota. Todo indica que ningún ministro o funcionario gubernamental vinculado al tema tomó en cuenta las importantes recomendaciones de Predecan. Y hoy sabemos lo que pasó.

El tiempo apremia y es hora de que el gobierno no se duerma más. Urge una autoridad que coordine las medidas de prevención ante los nuevos desastres que se anuncian. Que no ocurra con los damnificados de Cusco lo que pasó en Pisco y que los agricultores reciban financiamiento crediticio y apoyo para desarrollar una campaña complementaria. No olvidemos que por mandato de la Constitución, el Estado debe apoyar de manera preferente al agro. Y una vez más, señor presidente, sí hay de qué alarmarse y preocuparse.


Por Carlos Castro

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