domingo, 10 de enero de 2010

Premierato de baja intensidad

Por Augusto Álvarez Rodrich
El medio año del gabinete Velásquez Quesquén.

La mudanza reciente de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) al área de Palacio de Gobierno contigua a la Estación de Desamparados constituye una expresión del estilo austero de Javier Velásquez Quesquén de ejercer el cargo, con un perfil más bajo que el de sus predecesores pero no por ello menos efectivo. Al contrario.

Esto ocurre tras la venta en octubre –en US$ 6 millones– del terreno ubicado entre las avenidas 28 de Julio y Reducto en el que la PCM funcionó durante una década. Los vecinos van a estar contentos de que se vaya este inquilino molestoso que atraía marchas y huelguistas poco frecuentes en este barrio miraflorino, aunque el alcalde Manuel Masías ya debería evaluar hasta cuándo seguirá otorgando licencias para edificios elevados en una esquina cuya saturación urbana es inminente.

Pero más feliz que los vecinos de San Antonio va a estar el premier pues la cercanía de su nuevo despacho con el del presidente Alan García delinea el perfil que quiso darle al puesto.

A los cuatro días de jurar el cargo, en julio pasado, le pregunté a Velásquez Quesquén, en la cabina de RPP, si iba a ser un premier con voz propia o –como varios habían insinuado con tono peyorativo– solo un ‘secretario chicheñó’. Su respuesta fue clara y directa: él sería el ‘coordinador’ del gobierno.

“¿Cómo un primer ministro va a tener una agenda que confronte al presidente? Para eso está el Parlamento, que debe ser el contrapeso. Yo soy solo coordinador de la política de gobierno”, señaló desilusionando a unos pero con una definición adecuada al artículo 123 de la Constitución que describe al presidente del Consejo de Ministros como: “1. Ser, después del presidente de la República, el portavoz autorizado del gobierno; 2. Coordinar las funciones de los demás ministros; 3. Refrendar los decretos legislativos, los decretos de urgencia y los demás decretos y resoluciones que señalan la Constitución y la ley”.

Velásquez Quesquén se ha manejado dentro de ese enfoque, el cual es diferente del que exhibieron sus dos predecesores –Jorge del Castillo y Yehude Simon, que lo hacían con un ojo en el premierato y el otro en su aspiración presidencial– y que, además, encaja mejor con lo que seguro espera un presidente como García, cuyo estilo político demanda protagonismo.

Medio año después de su designación, Velásquez Quesquén se ha asentado en el puesto chúcaro y complejo de premier con el estilo que previó al inicio, y ha logrado el respeto por su trabajo de parte de sus colegas del gabinete, mostrando una cordialidad y efectividad que contrastan con la intolerancia y prepotencia que con frecuencia exhiben su jefe, algunos ministros y varios ‘compañeros’.

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