domingo, 10 de enero de 2010

Un político puro

Por Jorge Bruce

Acabo de terminar un libro extraordinario: Anatomía de un instante, del escritor español Javier Cercas, autor de la novela Soldados de Salamina, donde interroga de manera creativa y audaz la Guerra Civil española. En éste, considerado por los críticos del suplemento cultural Babelia, del diario El País, como el primero de los veinte mejores libros publicados en el 2009 en España, hace una crónica del golpe fallido del 23 de febrero de 1981. Dicho golpe intentaba arrebatar el poder de la transición democrática, para las fuerzas del franquismo militarizado y autoritario.

Ese día, el teniente coronel Tejero, al mando de una tropa, ingresó violentamente al hemiciclo donde sesionaban parlamentarios y ministros. Todos los presentes, incluidos Felipe González y Manuel Fraga, se arrojaron al suelo. Excepto tres: Santiago Carrillo, el líder del Partido Comunista, el general Gutiérrez Mellado y Adolfo Suárez, presidente del Gobierno (era su último día en funciones), quien permaneció en su escaño, mientras las balas zumbaban por el hemiciclo.

Aunque el libro reconstruye minuciosamente los hechos, tiene de ficción (¿quién puede asegurar a ciencia cierta lo que ocurrió?) y mucho de ensayo. La dimensión ensayística está referida en buena parte al análisis de la personalidad de Adolfo Suárez, “el político español más contundente y resolutivo del siglo pasado”.

A él dedica el concepto del político puro.

Citando a Ortega y Gasset, Cercas aclara que no se trata de un hombre éticamente irreprochable. De hecho, se pregunta si la expresión ética política no es un oxímoron, una contradicción en los términos. Aquí la enumeración de algunas virtudes y defectos del político puro, según Ortega (que lo llama político excepcional), que resultan útiles para entender a quiénes nos gobiernan o ansían hacerlo.

Virtudes: “inteligencia natural, coraje, serenidad, garra, astucia, resistencia, sanidad de los instintos, capacidad de conciliar lo inconciliable.” Defectos: “impulsividad, inquietud constante, falta de escrúpulos, talento para el engaño, vulgaridad o ausencia de refinamiento en sus ideas y gustos; también: ausencia de vida interior o de personalidad definida, lo que lo convierte en un histrión camaleónico y un ser transparente cuyo secreto más recóndito es que carece de secreto”.

Si la ambición no es mencionada, es porque para esos seres no es virtud ni defecto, sino una mera premisa.

Alan García es acaso el político más hábil de todos los tiempos en el Perú. Es, qué duda cabe, un político puro. Por lo mismo, haría bien en leer este libro y meditar estas líneas : “De ahí también, añadiría yo, que el poder se parezca a una sustancia abrasiva que deja a su paso un yermo tanto más extenso cuanto mayor es la cantidad que se acumula, y de ahí que todo político puro termine tarde o temprano pensando que ha sacrificado su honor y su conciencia por la salvación de su país, porque tarde o temprano comprende que ha vendido su alma, y que no va a salvarse”.

Eso, restando la elocuencia, pero con la inquietante impresión de un retrato perfecto, es lo que debe estar pensando Fujimori mientras cumple su justa condena en el fundo Barbadillo.

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