.Por Antonio Zapata
En la historia nacional, tres sucesos claves y políticamente conectados han ocurrido un 3 de octubre. El primero fue en 1948. Ese día se sublevó buena parte de la marina y algunas bases de las fuerzas de choque del APRA. Fueron derrotados con rapidez y a los pocos días las FFAA derrocaron al presidente José Luis Bustamante, dando inicio a la dictadura de Manuel A. Odría. Ese día se mostró la impotencia del APRA.
Haya de la Torre había alentado un programa moderado y de reconciliación, pero las animosidades eran inmensas y la oligarquía no estuvo dispuesta a reducir sus privilegios. Por su parte, Bustamante se enfrentó con Haya y nunca se entendieron los dos líderes claves del frente progresista. Finalmente, la oligarquía careció de fidelidad a la democracia y conspiró para derribarla. El personaje clave de la derecha fue Pedro Beltrán, quien reunió la bolsa para premiar a Odría por el golpe.
El primer 3 de octubre expresó el fracaso de la centroizquierda aprista por recuperar la democracia, abriendo un camino moderado de transformaciones sociales. La oligarquía no le perdonó su pasado violentista y se impuso una nueva dictadura. Pero veinte años después fue el golpe de Juan Velasco. En efecto, el segundo 3 de octubre fue el inicio del gobierno revolucionario de las FFAA.
Velasco estaba exasperado por el fracaso de Fernando Belaunde para conducir reformas en democracia. No había compromiso político, los congresistas enredaban todo y al final no se hacía nada. Para los militares, los civiles venían dando tumbos. Por ello decidieron reformar las estructuras y nacionalizar la economía para promover su industrialización. Ese programa era el mismo del populismo latinoamericano, y además había sido el del APRA primigenia. Pero Velasco lo quiso aplicar treinta años después y a mano militar, sin democracia y con una inmensa dosis de arbitrariedad.
Por ello Velasco también fracasó. La historia que comenzó ese segundo 3 de octubre terminó mal. Velasco exhibió una fuerte decisión de reforma social, mostrando la voluntad más decidida del siglo XX, pero unida a la condición de dictadura política y la imposición por la fuerza. En el fondo, no obstante lo mucho que hizo, el gobierno de las FFAA no fue querido por el pueblo.
El último 3 de octubre ha sido un acontecimiento menor en comparación a los dos anteriores. Pero puede tener mejor suerte. En efecto, el triunfo electoral de Susana Villarán en Lima ha venido acompañado por varios éxitos para listas de izquierdas o progresistas en varias regiones. En principio se trata de Piura, Cajamarca, San Martín, Junín, Cusco y Arequipa. No suena nada mal, y el punto es cómo administrar esta victoria, que vuelve a colocar a las izquierdas en el escenario político.
El triunfo es limitado porque, aunque se gana una importante base de poder, esta elección solo prepara la siguiente. El premio mayor son las presidenciales y el Congreso. Para las izquierdas se trata de consolidar el avance y no diluirse en la segunda batalla electoral.
Es necesario recordar las experiencias anteriores y precisar sus lecciones. La nueva oligarquía es tan egoísta como la vieja, y la guerra sucia contra Susana Villarán recién está comenzando. Para superar obstáculos es necesario consolidar la base de poder que se ha obtenido, desarrollando una experiencia positiva de gobierno municipal y regional, para aspirar luego a las presidenciales.
En el momento actual podemos colocar una bancada propia de calidad y explorar por qué candidato votar para Presidente. A la vez, mantengamos vivo el espíritu reformista y combativo de los anteriores 3 de octubre para afirmar la causa de la justicia social y del compromiso con los pobres del Perú.
sábado, 9 de octubre de 2010
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