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Por Nicolás Lynch
Lo que a estas alturas (lunes al mediodía) ya parece ser el triunfo indiscutible de Susana Villarán en estas elecciones para alcaldesa de Lima es el regreso del pueblo, con agenda y actores propios, al primer plano de la escena política nacional. La derecha de todos los colores se ha resistido hasta el final, echando mano a una campaña infame contra Fuerza Social y su candidata, a esta victoria popular porque sabe que el triunfo de hoy lleva inscrito el triunfo de mañana para la fuerzas populares, en las elecciones generales del 2011.
El principal derrotado, hasta hoy, es Alan García, cuyo primer expediente de alianza con el montesinismo, vía Alex Kouri, se le quemó por el correcto comportamiento del JNE; para terminar encallando, paradójicamente y a disgusto, con la derrota de su second best Lourdes Flores. Hoy ya no le queda sino tragarse el sapo de un apoyo abierto de Keiko Fujimori o, más difícil aún, de otro baile con el impredecible de Alejandro Toledo. El proyecto del continuismo autoritario está herido pero nada más y sigue siendo de mucho cuidado.
El regreso del pueblo, sin embargo, no es de consecuencia mecánica. Susana ha abierto la puerta, lo que no había hecho nadie en los 20 años anteriores. Empero, se trata ahora de que los actores políticos que dicen representar los intereses de la nación y el pueblo estén a la altura de las circunstancias. El rasero está claro: hay que desarrollar una política de unidad. Todo aquel que pretenda cosechar este triunfo popular para su uso exclusivo y excluyente estará colaborando con la derrota el próximo abril.
Empezando con la propia Susana Villarán, que se ha beneficiado de una amplia unidad para su victoria. Pero, como bien sabemos que la victoria está muy cerca de la soberbia, esperamos que ella, como decían los antiguos romanos, recuerde que es mortal. Siguiendo con Ollanta Humala, beneficiado también con una coalición espontánea el 2006 y vapuleado por ello con sucesivas campañas infames, esperamos también que asuma que solo la más amplia unidad puede llevarlo a la victoria.
El propósito de esta unidad lo han clarificado las propias luchas populares de los últimos años. El Perú ya no quiere más un modelo excluyente que beneficia a unos pocos en desmedro de la mayoría, ni quiere tampoco una democracia en la que las voluntades se compran y se venden todos los días. Los privilegios, sin embargo, que unos muy pocos han logrado en estos años son tan grandes que debemos estar listos para montañas de infamia y maniobras todavía más arteras en los próximos meses.
martes, 5 de octubre de 2010
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