Por su calidad de gran escritor y, tal vez, por su modo de vivir la literatura con intensidad y devoción y por la continuidad y constancia de su trabajo, Mario Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de Literatura. A lo largo de cuarenta años su presencia en los medios de comunicación de buena parte del mundo ha sido constante dando opiniones sobre literatura y política.
La ocasión es propicia para recordar su paso de una orilla a otra a través de un ejemplo: “Conversación en la catedral”, su mejor novela para mi gusto. Es un fresco sobre y contra la dictadura de Odría. Uno de los hilos conductores de la novela es Zavalita, un estudiante periodista que llega a San Marcos para desprenderse de las ideas conservadoras de sus padres, sobre todo para no compartir la complicidad de su padre con esa dictadura. Como un joven simpatizante del Partido Comunista, quiso cambiar el mundo pero en el camino se dio cuenta que no tenía la fuerza suficiente para asumir esa responsabilidad. Con su gran sensibilidad y coherencia ética observó y sufrió lo que es Lima, y en parte el Perú. Toda la derecha de ese tiempo estuvo del lado de la dictadura, particularmente el diario El Comercio. Como hombre de izquierda el escritor estuvo de lado de todos los guerrilleros del mundo. Recuerdo muy bien su discurso que oí en París, en 1966, para defender la vida de Hugo Blanco, al lado de Jean Paul Sartre y otras personalidades de la izquierda francesa de entonces.
Con el tiempo, MVLL cambió y llegó a ser el candidato de la derecha unida en 1990. Perdió y más tarde aceptó que nunca más repetiría ese error pues sus nuevos compañeros de batalla lo decepcionaron al aliarse con Alberto Fujimori -el dictador condenado por ladrón y asesino- para beneficio propio, como siempre. Con el tiempo, el guerrero en ambas orillas, está ya en reposo. Sigue fiel en su defensa de la libertad y la democracia. Cincuenta años después, con miedo –más ficticio que real– los enemigos de Zavalita que defendían a la dictadura de Odría, apelaron a su viejo saber contra la democracia para atacar a Susana Villarán que aparece en el horizonte como un viento tibio de cambio, presentándola como encarnación del comunismo y el senderismo juntos. Lo hacen en nombre de las angelicales palabras libertad y democracia. MVLL sabe muy bien que los valores de libertad y democracia son muy importantes contra las dictaduras, pero para la derecha sólo significan gran empresa, desarrollo capitalista y elecciones siempre que las ganen ellos y nadie más.
Sus enemigos de antes de ayer, sus aliados de ayer, están felices con el Nobel, independientemente de lo que el escritor cuente sobre la vida íntima de esa derecha, sus bolsillos, sus líos de enaguas y sus manos manchadas de sangre por el uso del poder. Los lectores de sus libros también nos alegramos. De otro lado, millones de peruanas y peruanos que nunca leyeron los libros de MVLL, se alegran de que por primera vez un peruano gane un premio mundial. Se trata de una buena razón.
domingo, 24 de octubre de 2010
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