Cuando Alberto Fujimori salió a la palestra política afrontaba un problema tributario. El futuro presidente había incursionado en bienes raíces y no había sido muy pulcro con el pago de impuestos. Por ello, el entonces candidato necesitó a Vladimiro Montesinos. Estaba en ascenso y si la noticia trascendía podía perder la campaña frente a Mario Vargas Llosa; tenía que tapar su incorrección. Montesinos lo hizo en un santiamén y se ganó la confianza de Fujimori.
Luego, vino el escándalo de la ropa usada. En marzo de 1992, la primera dama, Susana Higuchi, denunció que se estaba traficando con ropa usada donada por particulares japoneses para ayudar a familias pobres del Perú. Higuchi acusó a la familia de su esposo de haber montado esa ilegal operación. Los principales acusados fueron los hermanos del presidente, Santiago y Rosa, así como sus respectivos cónyuges. Poco antes, el esposo de Rosa, Víctor Aritomi, había sido nombrado embajador del Perú en Japón. Tuvo que renunciar a la ciudadanía japonesa, que obtuvo en la década del 80, para retomar la peruana –había nacido en Huancayo– y poder entonces representar al país ante el Emperador del Sol Naciente.
La denuncia de Higuchi movió a la familia a extremar cuidados. Junto con algunos amigos íntimos, los Fujimori habían formado una ONG llamada APENKAI, que sería la encargada de manejar las donaciones de particulares japoneses al Perú. En una primera etapa, Santiago Fujimori se encargó personalmente de la parte ejecutiva de la institución. Luego, Santiago cayó en desgracia por disentir de Montesinos. A raíz de ello, la ONG fue manejada casi directamente por el presidente a través de un secretario particular, el señor Kamiya Teruya.
APENKAI repartía esos donativos facilitando el trabajo asistencialista y clientelista de Fujimori. Su correa de transmisión para entregar regalos era la Casa Militar de Palacio. Cuando la fuga al Japón, los papeles de esa ONG fueron solicitados por el Congreso para investigarlos. Dos destacados profesionales de la SBS realizaron la auditoría y hallaron un faltante de cuatro millones de dólares. Sus conclusiones fueron parte del informe de la comisión Herrera, que en el 2003 investigó la corrupción de los años noventa.
Otro personaje fundamental fue Augusto Miyagusuku, un amigo de la infancia de Alberto Fujimori. En algún momento, tres familias habían compartido un lote donde levantaron sus viviendas. Eran los Fujimori, Aritomi y Miyagusuku. Pues bien, el entrañable amigo del presidente fue nombrado presidente de la compañía de seguros Popular y Porvenir. Esa entidad manejaba los seguros del Estado y era económicamente poderosa. Desde esa posición, Miyagusuku saqueó la compañía y sus numerosos bienes inmobiliarios. La prensa lo descubrió en 1996 y la opinión pública identificó la rampante corrupción. Acosado por continuos destapes, ni su cercanía al presidente pudo evitarle problemas judiciales. Sin embargo, logró fugar al Japón días antes de la renuncia de Fujimori por fax.
Miyagusuku formó una segunda ONG, llamada AKEN. Ambas entidades estuvieron en el mismo giro asistencialista con donaciones japonesas. Las denuncias periodísticas sobre Popular y Porvenir llevaron a Miyagusuku a cerrar AKEN siguiendo todo el trámite legal. Gracias a ello, su contabilidad quedó en el país y fue analizada por los mencionados profesionales de la SBS. Hicieron un trabajo cuidadoso y demostraron que también faltaba plata. En este caso era dos millones trescientos mil dólares, que es necesario sumar a los cuatro millones de la otra ONG. Tan contundente fue su informe que el entonces congresista Rafael Rey lo suscribió, habiendo votado a favor tanto en la comisión investigadora como en el Pleno del Congreso.
Todos ellos reunieron la caja chica de los Fujimori. El verdadero asalto del Estado lo efectuó Montesinos. Él dirigió las grandes operaciones –como la compra de armas– donde los sobornos fueron cientos de millones. Lo hemos visto celebrando las coimas en los vladivideos. No se sabe plenamente cómo funcionaba esa dupla en la cancha grande de la corrupción. Pero, es evidente que la familia Fujimori realizó una actividad propia para acumular su capital originario, que les permitiera moverse con independencia. Esa caja chica familiar provino de los caudales desviados de APENKAI y AKEN, además de Popular y Porvenir.
Por Antonio Zapata
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