Hoy se cumplen 150 años de la llegada de los tiroleses a Pozuzo
Pozuzo, a decir de los historiadores, es probablemente la única colonia compuesta por descendientes de austríacos (tiroleses) y alemanes (renanos y bávaros) en el mundo. Pero su encanto tiene que ver, realmente, con el hecho de ser un pedazo de Europa enclavado en la selva de Oxapampa, en Pasco. La historia de ese rincón germánico en nuestro país empieza en 1855.
Al igual que otros países americanos, el Perú había asimilado en el siglo XIX una ideología inmigracionista que buscaba el progreso. “A los ojos de los latinoamericanos de entonces, solo la presencia de europeos en zonas deshabitadas daría como fruto la civilización”, explica Natalia Sobrevilla en su investigación “Ideología inmigracionista y los experimentos de inmigración dirigida en Latinoamérica del siglo XIX: el caso de los tiroleses y los renanos en Pozuzo”.
Al otro lado del océano, en tanto, miles de europeos que vivían en las zonas rurales se sentían perjudicados por la sobrepoblación, expulsados por la industrialización. Eran campesinos que debían pagar altísimos impuestos hasta para casarse. Así, tentados por los ofrecimientos de gobiernos que, a cambio de mano de obra, les prometían mejor porvenir, muchos se aventuraron a ir a destinos desconocidos.
En aquella época, el Estado Peruano quería potenciar la zona oriental del país. La idea era poblar ciertos sectores de la selva con el fin de promover el comercio hacia el Atlántico. Por ello en 1855 firma con el alemán Damian Freiherr von Schütz-Holzhausen un contrato. En ese documento, el Perú se compromete a pagar el viaje de colonos, construir un camino al valle prometido, entre otros asuntos. Schütz, por su parte, debía traer a 10.000 colonos alemanes hacia Pozuzo.
Más de un historiador coincide en señalar que las intenciones de Schütz eran nobles para con sus paisanos. Su “error” habría sido confiar a ciegas en el Gobierno, motivo por el que la travesía de los colonos sería un tormento.
Schütz recluta a 182 austríacos y 120 alemanes. Estos iban a ser acompañados por dos curas. Uno de ellos era Josef Egg, personaje clave en la lucha por la supervivencia de los europeos en el Perú.
La investigadora Elizabeth Habicher-Schwarz sostiene en su libro “Pozuzo: tiroleses, renanos y bávaros en la selva del Perú” que los 304 colonos se embarcaron hacia este continente el 30 de marzo de 1857 en el puerto de Amberes. El viaje se hizo a bordo del Norton, un viejo buque utilizado para transportar guano, hecho que significó un primer problema para los colonos, pues no estaba debidamente equipado para llevar personas. Ellos viajaron hacinados en una sala en la que debían soportar el nauseabundo olor del abono. Aguantaron pulgas, piojos, mala comida y al inquieto Atlántico.
Como no existía el canal de Panamá, el viaje se hizo por Cabo de Hornos, por lo que se prolongó 110 días. Finalmente, el Norton arribó el 20 de julio al Callao, como bien lo consigna El Comercio en su edición del día siguiente. A su llegada, los europeos fueron puestos en cuarentena y luego serían llevados a Huacho. Después comenzarían su camino, en mula y a pie, hacia Pasco.
CAMINO AL ANDAREl recorrido a esa ciudad fue tortuoso. Si no se enfermaban, en el camino eran asaltados. Pero lo peor vendría en Pasco, donde se enteraron de que el gobierno no había construido la vía hacia Pozuzo. Lo cierto es que Ramón Castilla había destinado los fondos para ello, pero el prefecto de Pasco los había gastado en “la coyuntura revolucionaria”.
Muchos desertaron y decidieron quedarse en Cerro de Pasco. Otros viajan a Lima. Es el padre Egg quien motivó al resto a seguir y construir el camino con sus manos. Avanzan hasta Acobamba, donde levantaron un campamento provisional, luego otro en Santa Cruz. Se demoraron casi dos años en armar un sendero hacia Pozuzo, donde se asientan el 25 de julio de 1859. Según Guillermo Godbersen, en “La inmigración alemana en el Perú”, solo llegan a vivir a ese lugar 156 inmigrantes.
La historia de la colonia durante los años venideros tiene en común, con la de su origen, la lucha constante en busca del progreso. La batalla contra el terrorismo a finales del siglo pasado así lo confirma.
MIGRACIÓN Y AISLAMIENTOEl principal problema que debió sortear la colonia durante los primeros años fue el aislamiento. El camino construido era inseguro y solo podía hacerse a pie. En 1867, el padre Egg pidió al presidente Mariano Ignacio Prado una segunda inmigración para que más mano de obra ayudara a construir una mejor vía. Se firma un nuevo contrato con Juan P. Martin y Santiago Scotland y llegan a Huacho, en el velero Valparaíso, 315 inmigrantes. Solo 270 llegan a Pozuzo en poco más de dos meses.
Pozuzo, a decir de los historiadores, es probablemente la única colonia compuesta por descendientes de austríacos (tiroleses) y alemanes (renanos y bávaros) en el mundo. Pero su encanto tiene que ver, realmente, con el hecho de ser un pedazo de Europa enclavado en la selva de Oxapampa, en Pasco. La historia de ese rincón germánico en nuestro país empieza en 1855.
Al igual que otros países americanos, el Perú había asimilado en el siglo XIX una ideología inmigracionista que buscaba el progreso. “A los ojos de los latinoamericanos de entonces, solo la presencia de europeos en zonas deshabitadas daría como fruto la civilización”, explica Natalia Sobrevilla en su investigación “Ideología inmigracionista y los experimentos de inmigración dirigida en Latinoamérica del siglo XIX: el caso de los tiroleses y los renanos en Pozuzo”.
Al otro lado del océano, en tanto, miles de europeos que vivían en las zonas rurales se sentían perjudicados por la sobrepoblación, expulsados por la industrialización. Eran campesinos que debían pagar altísimos impuestos hasta para casarse. Así, tentados por los ofrecimientos de gobiernos que, a cambio de mano de obra, les prometían mejor porvenir, muchos se aventuraron a ir a destinos desconocidos.
En aquella época, el Estado Peruano quería potenciar la zona oriental del país. La idea era poblar ciertos sectores de la selva con el fin de promover el comercio hacia el Atlántico. Por ello en 1855 firma con el alemán Damian Freiherr von Schütz-Holzhausen un contrato. En ese documento, el Perú se compromete a pagar el viaje de colonos, construir un camino al valle prometido, entre otros asuntos. Schütz, por su parte, debía traer a 10.000 colonos alemanes hacia Pozuzo.
Más de un historiador coincide en señalar que las intenciones de Schütz eran nobles para con sus paisanos. Su “error” habría sido confiar a ciegas en el Gobierno, motivo por el que la travesía de los colonos sería un tormento.
Schütz recluta a 182 austríacos y 120 alemanes. Estos iban a ser acompañados por dos curas. Uno de ellos era Josef Egg, personaje clave en la lucha por la supervivencia de los europeos en el Perú.
La investigadora Elizabeth Habicher-Schwarz sostiene en su libro “Pozuzo: tiroleses, renanos y bávaros en la selva del Perú” que los 304 colonos se embarcaron hacia este continente el 30 de marzo de 1857 en el puerto de Amberes. El viaje se hizo a bordo del Norton, un viejo buque utilizado para transportar guano, hecho que significó un primer problema para los colonos, pues no estaba debidamente equipado para llevar personas. Ellos viajaron hacinados en una sala en la que debían soportar el nauseabundo olor del abono. Aguantaron pulgas, piojos, mala comida y al inquieto Atlántico.
Como no existía el canal de Panamá, el viaje se hizo por Cabo de Hornos, por lo que se prolongó 110 días. Finalmente, el Norton arribó el 20 de julio al Callao, como bien lo consigna El Comercio en su edición del día siguiente. A su llegada, los europeos fueron puestos en cuarentena y luego serían llevados a Huacho. Después comenzarían su camino, en mula y a pie, hacia Pasco.
CAMINO AL ANDAREl recorrido a esa ciudad fue tortuoso. Si no se enfermaban, en el camino eran asaltados. Pero lo peor vendría en Pasco, donde se enteraron de que el gobierno no había construido la vía hacia Pozuzo. Lo cierto es que Ramón Castilla había destinado los fondos para ello, pero el prefecto de Pasco los había gastado en “la coyuntura revolucionaria”.
Muchos desertaron y decidieron quedarse en Cerro de Pasco. Otros viajan a Lima. Es el padre Egg quien motivó al resto a seguir y construir el camino con sus manos. Avanzan hasta Acobamba, donde levantaron un campamento provisional, luego otro en Santa Cruz. Se demoraron casi dos años en armar un sendero hacia Pozuzo, donde se asientan el 25 de julio de 1859. Según Guillermo Godbersen, en “La inmigración alemana en el Perú”, solo llegan a vivir a ese lugar 156 inmigrantes.
La historia de la colonia durante los años venideros tiene en común, con la de su origen, la lucha constante en busca del progreso. La batalla contra el terrorismo a finales del siglo pasado así lo confirma.
MIGRACIÓN Y AISLAMIENTOEl principal problema que debió sortear la colonia durante los primeros años fue el aislamiento. El camino construido era inseguro y solo podía hacerse a pie. En 1867, el padre Egg pidió al presidente Mariano Ignacio Prado una segunda inmigración para que más mano de obra ayudara a construir una mejor vía. Se firma un nuevo contrato con Juan P. Martin y Santiago Scotland y llegan a Huacho, en el velero Valparaíso, 315 inmigrantes. Solo 270 llegan a Pozuzo en poco más de dos meses.
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