“Esta montaña es como todas”, exclamó contrariado el cineasta español Juan Manuel Novoa, el mismo que el año pasado dirigió un documental sobre el Señor de Sipán. Minutos después, sus ojos no se desprendieron por varias horas del lente de la cámara. Con ella empezó a registrar una serie de estructuras funerarias inéditas, enclavadas en lo más alto de las montañas. Eran los sepulcros de los más altos gobernantes de la cultura Chachapoyas.
Con un numeroso equipo de especialistas en alta montaña, Juan Manuel había escalado 3.600 metros sobre el nivel del mar, sudaba frío y miraba con insistencia a la historiadora Maritza Villavicencio y al arqueólogo Quirino Olivera Núñez, quienes no se cansaban de mostrar los descubrimientos que tenían frente a sí en ese paraje sagrado conocido también como Diablo Wasi (Casa del Diablo).
“¿Cómo han construido esas delicadas estructuras en medio de un cerro de 400 metros de altura, hasta donde es imposible acceder sin equipos de alta montaña?”, se preguntaba el cineasta mientras Olivera le contaba que los chachapoyas no solo fueron capaces de escalar altas montañas, también construyeron grandes estructuras funerarias.
Novoa quedó convencido de que se trataba de un misterio por resolver. Para aplacar los ánimos, Quirino Olivera le dijo que estaban frente a un antiguo cementerio conformado por nichos construidos con finas piedras labradas, aprovechando cada uno de los espacios sobresalientes del cerro.
El arqueólogo del Instituto Nacional de Cultura (INC-Amazonas) Manuel Malaver –quien también participa en la grabación de este documental que realiza Explora Film en la zona–, confirmó que se trata de un importante hallazgo que tiene algunas semejanzas a las estructuras funerarias del complejo arqueológico de Revash, ubicado en el distrito de Santo Tomás, provincia de Luya.
“El nuevo cementerio, ubicado en el cerro Diablo Wasi, también está asociado a pinturas rupestres, pero se trata de estructuras más antiguas cuyos diseños pueden alcanzar hasta tres niveles de altura”, precisó.
Según explicó el asesor científico de la expedición, Quirino Olivera, se trata de estructuras construidas con piedras perfectamente labradas, unidas con una masa de barro e instaladas en medio del farallón rocoso.
La tumba más pequeña tiene 80 centímetros de altura y la más grande puede alcanzar hasta dos metros de alto. Se trata de verdaderas obras de arte, completamente diseñadas con paredes e incluso techos, en cuyo interior aún se conservarían las momias de los grandes personajes de la élite gobernante de la cultura Chachapoyas, cuyo ritual funerario consistió en entregar a los difuntos en medio de ritos ceremoniales al seno de los cerros, considerados como apus sagrados en el mundo andino.
“En lo más alto del cementerio se pudo detectar una especie de jerarquía, con repositorios sagrados destinados a los personajes de élite. El hecho de colocar sepulcros en medio del cerro significa que el hombre está volviendo al seno del Dios que lo vio nacer”, refirió.
TUMBAS INTACTASTras superar la emoción que a José Manuel Novoa y su expedición le causó el hallazgo del cementerio de los chachapoyas, decidieron acampar en la zona por varios días e iniciar la grabación de un documental.
En el momento en que, bajo la conducción de la historiadora Maritza Villavicencio, el grupo hacía un pago a la tierra con hojas de coca, licor y tabaco, irrumpió la figura de Ángel Jáuregui, dueño de los terrenos de esta localidad.
El sexagenario les hizo una invitación que ellos no dudaron en aceptar: los invitó a conocer un pequeño espejo de agua ubicado en lo que luego fue identificada como la naciente del río Utcubamba, además de una pintura de color rojo y blanco que, según Jáuregui, se trataría de la primera expresión de los colores de la bandera peruana.
Los investigadores y el equipo de alta montaña estuvieron a punto de postergar la visita para el día siguiente, pero caminaron unos minutos más para cruzar una quebrada entre los cerros Tambillo y Atuén, y hallaron un complejo hidráulico y agrícola ubicado a unos 200 metros de distancia del farallón de Diablo Wasi.
En este lugar había un gran recipiente de aguas cristalinas, de aproximadamente 15 mil metros cuadrados, que habría sido utilizado para captar el agua de lluvia y donde se realizaron rituales y otras actividades vinculadas a ceremonias de corte agrícola. Alrededor del recipiente, los integrantes de la expedición encontraron un extraordinario sistema de andenes.
Al aproximarse más, encontraron indicios de que los andenes posteriormente fueron utilizados para el cultivo de plantas de carácter netamente ritual.
Por la forma de las estructuras de los andenes se deduce que primero fueron utilizados por los chachapoyas, pero luego, con la llegada de los incas, estos fueron reforzados y ampliados.
Manuel Malaver cree que podría ser la más clara manifestación de culto al agua, pues se trata de un repositorio de agua pura y cristalina que, en las noches de verano, pudo haber servido como un espejo gigante utilizado para la observación de los astros.
“Se trata de singulares hallazgos, de restos que no eran conocidos. Están intactos y cubiertos de vegetación. En la zona podría llevarse a cabo un estudio de investigación arqueológica y revaloración de los sistemas agrícolas ancestrales, involucrando a las comunidades locales”, sugirió el especialista del INC.
La expedición de Juan Manuel Novoa permanecerá toda esta semana en la zona. Dentro de un tiempo, su documental será visto por más de 300 millones de personas en todo el mundo.
Con un numeroso equipo de especialistas en alta montaña, Juan Manuel había escalado 3.600 metros sobre el nivel del mar, sudaba frío y miraba con insistencia a la historiadora Maritza Villavicencio y al arqueólogo Quirino Olivera Núñez, quienes no se cansaban de mostrar los descubrimientos que tenían frente a sí en ese paraje sagrado conocido también como Diablo Wasi (Casa del Diablo).
“¿Cómo han construido esas delicadas estructuras en medio de un cerro de 400 metros de altura, hasta donde es imposible acceder sin equipos de alta montaña?”, se preguntaba el cineasta mientras Olivera le contaba que los chachapoyas no solo fueron capaces de escalar altas montañas, también construyeron grandes estructuras funerarias.
Novoa quedó convencido de que se trataba de un misterio por resolver. Para aplacar los ánimos, Quirino Olivera le dijo que estaban frente a un antiguo cementerio conformado por nichos construidos con finas piedras labradas, aprovechando cada uno de los espacios sobresalientes del cerro.
El arqueólogo del Instituto Nacional de Cultura (INC-Amazonas) Manuel Malaver –quien también participa en la grabación de este documental que realiza Explora Film en la zona–, confirmó que se trata de un importante hallazgo que tiene algunas semejanzas a las estructuras funerarias del complejo arqueológico de Revash, ubicado en el distrito de Santo Tomás, provincia de Luya.
“El nuevo cementerio, ubicado en el cerro Diablo Wasi, también está asociado a pinturas rupestres, pero se trata de estructuras más antiguas cuyos diseños pueden alcanzar hasta tres niveles de altura”, precisó.
Según explicó el asesor científico de la expedición, Quirino Olivera, se trata de estructuras construidas con piedras perfectamente labradas, unidas con una masa de barro e instaladas en medio del farallón rocoso.
La tumba más pequeña tiene 80 centímetros de altura y la más grande puede alcanzar hasta dos metros de alto. Se trata de verdaderas obras de arte, completamente diseñadas con paredes e incluso techos, en cuyo interior aún se conservarían las momias de los grandes personajes de la élite gobernante de la cultura Chachapoyas, cuyo ritual funerario consistió en entregar a los difuntos en medio de ritos ceremoniales al seno de los cerros, considerados como apus sagrados en el mundo andino.
“En lo más alto del cementerio se pudo detectar una especie de jerarquía, con repositorios sagrados destinados a los personajes de élite. El hecho de colocar sepulcros en medio del cerro significa que el hombre está volviendo al seno del Dios que lo vio nacer”, refirió.
TUMBAS INTACTASTras superar la emoción que a José Manuel Novoa y su expedición le causó el hallazgo del cementerio de los chachapoyas, decidieron acampar en la zona por varios días e iniciar la grabación de un documental.
En el momento en que, bajo la conducción de la historiadora Maritza Villavicencio, el grupo hacía un pago a la tierra con hojas de coca, licor y tabaco, irrumpió la figura de Ángel Jáuregui, dueño de los terrenos de esta localidad.
El sexagenario les hizo una invitación que ellos no dudaron en aceptar: los invitó a conocer un pequeño espejo de agua ubicado en lo que luego fue identificada como la naciente del río Utcubamba, además de una pintura de color rojo y blanco que, según Jáuregui, se trataría de la primera expresión de los colores de la bandera peruana.
Los investigadores y el equipo de alta montaña estuvieron a punto de postergar la visita para el día siguiente, pero caminaron unos minutos más para cruzar una quebrada entre los cerros Tambillo y Atuén, y hallaron un complejo hidráulico y agrícola ubicado a unos 200 metros de distancia del farallón de Diablo Wasi.
En este lugar había un gran recipiente de aguas cristalinas, de aproximadamente 15 mil metros cuadrados, que habría sido utilizado para captar el agua de lluvia y donde se realizaron rituales y otras actividades vinculadas a ceremonias de corte agrícola. Alrededor del recipiente, los integrantes de la expedición encontraron un extraordinario sistema de andenes.
Al aproximarse más, encontraron indicios de que los andenes posteriormente fueron utilizados para el cultivo de plantas de carácter netamente ritual.
Por la forma de las estructuras de los andenes se deduce que primero fueron utilizados por los chachapoyas, pero luego, con la llegada de los incas, estos fueron reforzados y ampliados.
Manuel Malaver cree que podría ser la más clara manifestación de culto al agua, pues se trata de un repositorio de agua pura y cristalina que, en las noches de verano, pudo haber servido como un espejo gigante utilizado para la observación de los astros.
“Se trata de singulares hallazgos, de restos que no eran conocidos. Están intactos y cubiertos de vegetación. En la zona podría llevarse a cabo un estudio de investigación arqueológica y revaloración de los sistemas agrícolas ancestrales, involucrando a las comunidades locales”, sugirió el especialista del INC.
La expedición de Juan Manuel Novoa permanecerá toda esta semana en la zona. Dentro de un tiempo, su documental será visto por más de 300 millones de personas en todo el mundo.
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