domingo, 16 de agosto de 2009

¿Cuánto durará la recesión?


A estas alturas del partido es claro que ningún país de la periferia está blindado ante las crisis económicas que se producen en el centro del sistema internacional. Desde fines del 2008, la economía peruana está sufriendo una recesión, es decir, una disminución de la producción y del empleo, que puede prolongarse fácilmente más allá del 2009.
La evidencia sobre la recesión es abrumadora: disminuyen la producción, el empleo, las exportaciones, las importaciones, los impuestos, etc. El origen de esta recesión es externo: se han caído las exportaciones y han salido capitales del país, como ocurrió también en 1998-2000, a raíz de la crisis mundial.
El gráfico adjunto permite apreciar que la recesión iniciada en el último trimestre del 2008 se caracteriza tanto por una caída de la producción (PBI) como del empleo urbano en las empresas de más de 10 trabajadores. La producción ha disminuido ya por tres trimestres consecutivos, mientras que el empleo urbano se ha reducido durante los dos primeros trimestres del 2009. (Las series de la producción, PBI y el empleo han sido desestacionalizados. Este procedimiento, que hace comparables el producto o el empleo de cualquier trimestre con el del trimestre anterior, detecta sin retraso el tránsito de un auge a una recesión).
La recesión existe, pero la opinión pública todavía no se ha enterado del hecho. Este milagro mediático es el único del que se puede jactar el gobierno de García, que abrió las puertas a esta recesión con la tesis del blindaje, y con los errores de política macroeconómica cometidos al amparo de esta tesis, algunos garrafales como la reducción de la inversión pública a fines del 2008 y otros menos graves como el retraso innecesario de la rebaja de la tasa de interés.
Las perspectivas inmediatas
Lo peor que puede pasar es que esta recesión se extienda más allá del 2009. Este es el principal riesgo que corremos, juicio que el ministro Carranza no comparte, de acuerdo con sus últimas declaraciones en radio y TV. Para usar una imagen cara al ministro, el riesgo principal que corre Juana la panadera no es que los trámites burocráticos le impidan abrir en el futuro una segunda panadería sino que la recesión y el desempleo actuales se traigan abajo la demanda de panes y pasteles y la obliguen a cerrar, aquí y ahora, la única panadería que tiene y a despedir a todos sus trabajadores.
Si hay dos escenarios posibles para la economía mundial en el futuro inmediato, uno bueno y uno malo, el ministro Carranza es optimista y apuesta al escenario bueno. Él cree que la economía mundial se reactivará pronto y que eso nos sacará de la recesión vía un aumento de nuestras exportaciones y un ingreso de capitales extranjeros. ¿Cuál es la conclusión? No vale la pena lanzar un segundo programa fiscal de estímulo económico. Para qué seguir empujando el carro de la economía peruana con las políticas monetaria y fiscal si el auto está a punto de arrancar jalado por la reactivación mundial.
El problema es que el ministro se puede equivocar. Ya le ha pasado anteriormente; por ejemplo, cuando anunció que los precios de las materias primas seguirían altos por muchos años más, poco antes de que estos se desplomaran en el segundo semestre del 2008. Según Krugman, el último premio Nobel de economía, las buenas noticias recientes en USA son que ha disminuido la velocidad de caída de la producción y el empleo; y, segundo, que la crisis bancaria y financiera ya ha sido controlada por las medidas gubernamentales.
Es decir, un escenario malo también es posible. Digamos que, en el peor de los casos, la economía mundial no se reactiva hasta la segunda mitad del 2010, que nuestras exportaciones permanecen estancadas hasta esa fecha, que no entran capitales extranjeros al país y, por último, que banqueros y empresarios siguen pesimistas hasta las próximas elecciones presidenciales.
¿Qué podemos hacer?
Como no podemos contratar a Nostradamus, que tenía fama de conocer el futuro, la única solución es prepararse para lo peor y actuar en consecuencia. Por ejemplo, el MEF diseña un segundo plan de estímulo fiscal para darle otro empujón, en el cuarto trimestre del 2009, al carro de la economía que se ha parado.
En este escenario malo, dos fuerzas básicas estarían operando sobre la producción y el empleo en direcciones contrarias: las políticas fiscal y monetaria que empujan hacia delante el auto de la economía y la caída de las exportaciones y la salida de capitales que lo frenan y lo detienen.
Digamos que nos preparamos para lo peor, pero se hace realidad el escenario bueno. El ministro tenía razón. La economía mundial se reactiva pronto y vigorosamente de tal modo que pone en marcha a la economía peruana. ¿Qué hacemos con este segundo plan de estímulo económico? Lo cancelamos rápido. ¿Eso tendría costos? Sí.
Digamos que nos preparamos para lo mejor, pero se hace realidad el escenario malo. El ministro se equivocó. La economía mundial no jala a la economía peruana hasta el 2011 y tampoco hay una segunda dosis de estímulo fiscal. La política monetaria empuja solitariamente el carro mientras seguimos esperando el impulso de la inversión pública, pero la caída de las exportaciones y la salida de capitales frenan el auto con mucha fuerza. La tasa de interés de política se puede reducir algo más, hasta cero, pero ya estamos cerca. El impacto reactivador del aumento de la inversión pública en curso puede resultar muy débil. Y los empresarios y banqueros pueden ponerse más pesimistas todavía. Si no hay un segundo plan de estímulo fiscal, la sociedad peruana puede acabar azotada por una dura recesión que se prolongue hasta fines del 2010. Eso sí que tendría muchos costos.
Último punto. ¿Cómo debería ser este segundo plan de estímulo? No habría que insistir con el aumento del gasto público. Mejor sería una rebaja del impuesto general a las ventas (IGV) combinada con un alza de aranceles, de tal modo que los precios de las importaciones tiendan a quedar constantes y los precios de los productos nacionales tiendan a bajar. No se requiere ninguna licitación y no hay lugar para el clientelismo. Se trata de estimular el gasto en bienes nacionales, para que aumenten la producción y el empleo locales. Podría ser un programa transitorio, como en la Inglaterra de Gordon Brown, donde se ha decretado una reducción del IGV temporal por un año y pico.


Por Óscar Dancourt

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