¿Cómo se oculta el racismo en nuestras prácticas cotidianas? Un acercamiento a un problema que subsiste en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad en el Día Internacional de Lucha contra la Discriminación Racial.
Por: Jorge Paredes
Públicamente todos condenamos el racismo. Es una práctica que hoy nadie se atrevería a defender o justificar. Sin embargo, todavía existen espacios donde la maquinaria de la discriminación se echa a andar, a veces de manera insospechada, y que dicen mucho más de cómo somos como sociedad que cualquier discurso oficial. Basta ver cualquier programa humorístico un sábado por la noche o leer los titulares de algunos diarios que dicen cosas como “Cenaida engorilada” para referirse a la congresista afrodescendiente Cenaida Uribe.
“Como el racismo ya no puede manifestarse de manera directa lo hace a través de figuras y metáforas”, dice el sociólogo Pedro Pablo Ccopa. Tanto en el chiste como en ciertos mensajes afloran, como icebergs, esas ideas preconcebidas que reproducen viejos estereotipos sociales anclados en algún lugar de nuestro inconsciente colectivo.
El origen del mal
En “Racismo y mestizaje”, el sociólogo Gonzalo Portocarrero rastrea los orígenes de esta práctica peruana del choleo y la discriminación, que nos impide mirarnos como iguales. En la plebe colonial —afirma—, donde nadie era enteramente blanco ni enteramente indio o negro, donde todos tenían un poco de todo, pero en diferente proporción, la posición de superioridad o inferioridad tenía que establecerse a cada momento, en cada nuevo encuentro, en un proceso arbitrario de mutuas evaluaciones. Así un individuo podía pasar como superior en un contexto y luego ser discriminado en otro cuando se confrontaba con alguien más cercano al modelo hegemónico (vale decir blanco y español). Una discriminación que ha viajado en el tiempo y que abarca otros aspectos como la forma de hablar, de vestir y la posición social y económica de cada persona. “Si bien la ideología racista ha ido desmontándose porque ya no es funcional para el sistema económico, como lo era en la época de Mariátegui, por ejemplo, todavía subsiste fuertemente en el plano de las mentalidades”, dice el psicoanalista Jorge Bruce, autor de “Nos habíamos choleado tanto”, libro que recoge la evolución de este lastre en nuestro medio. “Todavía para ciertos trabajos se sigue creyendo que es mejor tener a una persona cercana al estereotipo occidental e incluso para cosas más íntimas como buscar pareja o para decir quien es más bello o bella. La estética es una expresión muy resistente al cambio, aunque esto puede estar variando con el éxito de una actriz ayacuchana como Magaly Solier”.
Es aberrante
“Un día, cuando caminaba por la Plaza de Armas de Piura, un hombre me detuvo y me dijo “vagina de hule””. “Y, en otra oportunidad, en las seguras calles de Miraflores, casi soy atropellada por un auto. En su interior un grupo de chicos me hacía sonidos guturales, imitando a los simios”. Quien cuenta estas experiencias es Mónica Carrillo, la joven directora de Lundú, un centro de promoción de la cultura afroperuana. Según ella estos hechos aberrantes, que cuestionan nuestra propia humanidad, demuestran lo lejos que estamos de terminar con este problema social. Lundú ha lanzado esta semana un observatorio de medios para sensibilizar a la población frente a las prácticas discriminatorias. En el segundo semestre del 2009 identificaron 203 noticias racistas referidas a los afrodescendientes. Todas comparten la característica de animalizar a este grupo social como “gorilas” o “monos”.
Identificación con el agresor
“El gran problema —afirma Jorge Bruce— es la identificación con el agresor o la automarginación, que produce un daño profundo en las personas”. Es común escuchar la palabra blanquearse como sinónimo de alguien que busca ascender socialmente modificando sus rasgos físicos o socioculturales. “Eso tiene que ver mucho con la colonización de los imaginarios”, agrega Pedro Pablo Ccopa, hecho materializado durante los tres siglos de dominación española que supusieron la desvalorización de lo indígena frente a lo español. “Se nos ha enseñado a no valorar nuestra cultura, nuestro color de piel, nuestras costumbres”.
Es probable que el racismo haya iniciado la retirada, pero aún existe fuerte resistencia. Todavía la gente se confronta a sí misma y ante los demás desde supuestos valores de superioridad o inferioridad. El antídoto tiene que venir también desde el Estado con propuestas de inclusión y desarrollo para los pueblos discriminados. Todavía falta mucho camino por recorrer.
+ El miedo al otro
Según el psicoanalista Moisés Lemlij, en toda discriminación hay un doble discurso que busca justificar la crueldad ejercida. “Los mismos que afirman que debemos amar al prójimo como a uno mismo, son los que prenden la hoguera para quemar a los herejes. En toda discriminación hay un mensaje oficial que esconde un mensaje implícito. Esto sucede en el machismo que encubre un temor hacia la mujer o en quienes se ocultan detrás de la pureza ideológica de una religión para atacar a los no practicantes. Es la violencia ejercida por esos que se creen santificados. El racismo va contra un grupo vulnerable que se odia pero que en el fondo se teme. El gran riesgo del racismo es que el objeto de la segregación se la crea. Por eso es tan contaminante. Y hoy el racismo se puede disfrazar de muchas maneras, la expresión más brutal fue lo sucedido en Bagua, donde se quiso negar derechos fundamentales de los pobladores amazónicos”.
domingo, 21 de marzo de 2010
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