sábado, 4 de diciembre de 2010

BRACITOS CORTOS DE CHILE

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.Por Antonio Zapata

La visita del presidente de Chile al Perú ha motivado una áspera e inusual polémica de política exterior en el vecino país. Normalmente, en Chile existe una política de Estado con respecto a las relaciones con los países fronterizos. Esa coherencia es fruto del entendimiento histórico entre las fuerzas políticas, que se han esforzado por crear áreas de coincidencia, para darles estabilidad en el largo plazo a determinadas posturas que les interesan a todos. Pero, según se desprende de la lectura de sus medios de prensa, el gobierno de Sebastián Piñera y la oposición han adoptado algunas decisiones que están quebrando la habitual unidad chilena.

El ex presidente Ricardo Lagos ha liderado la opinión de los partidos de la Concertación, que después de 20 años de gobierno se hallan en la oposición. Según su parecer, la visita de Piñera al Perú es una mala señal para los jueces de La Haya. Tanta amistad puede sugerir a los magistrados que a Chile no le importa tanto un posible fallo adverso. En ese sentido, Lagos sostiene que la visita del presidente chileno a Lima puede anticipar una eventual derrota en la Corte de La Haya.

Ese parecer ha sido compartido por una serie de personalidades del país sureño. Por ejemplo, el diario La Tercera opina editorialmente que, además del juego de señales con La Haya, importa hacerle saber al Perú que la demanda ha sido un error que ha de tener consecuencias negativas para sí mismo. Es decir, que no debería haber sonrisas sino gestos adustos y plátanos en el piso, buscando que nos vayamos de narices.

Otros analistas han subrayado que el gobierno de Piñera se comporta como nuevo rico, solamente preocupado por el mundo de los negocios. Es decir, que Chile estaría perdiendo la tradicional autonomía del poder político con respecto a la élite empresarial. Ya no se gobierna para todos sino solamente para los de arriba. Como tienen grandes inversiones en el Perú, pues les interesa llevarse bien con su gobierno, para que el dinero siga fluyendo. De acuerdo con esta opinión, para la actual dirigencia chilena los negocios son la palanca que mueve el mundo.

El caso es que a Piñera le ha llovido bastante y desde diversos frentes. Ha atinado a defenderse sosteniendo que la política exterior es decidida por el presidente de Chile y que constituye materia de Estado. Es decir, prefiero que guarden silencio porque en este punto mando yo. Pero eso es precisamente lo que sostienen sus críticos, en el sentido de que su personalismo estaría rompiendo una vieja regla chilena, que busca el consenso antes de efectuar movidas estratégicas de interés nacional.

Las voces críticas en Chile subrayan el impulso mediático y a veces improvisado del presidente. Se dice que corre delante de las cámaras y que actúa en función al rating, tanto o más que nuestras autoridades. La izquierda extraparlamentaria argumenta que el gobierno de los millonarios está saliéndose del cauce de la política y que se desliza hacia el sendero del interés. Así, se dice que el abrazo de Piñera con García tiene alcance limitado, habría sido fruto de dos personas con bracitos cortos. El nuestro porque se va pronto y el suyo porque expresa, sobre todo, al mundo de la gran empresa trasnacional, sin el apoyo habitual que rodea los actos de los presidentes de Chile en materia de política exterior.

Ante esta situación, ¿qué nos corresponde? En primer lugar, tomar nota y estar atentos. Luego adelantar una interpretación, estableciendo que –ante la Corte Internacional– Chile no se siente seguro y que el tema provoca escozor. Quizá, in pectore, a la clase política chilena le parece que el Perú algo ha de ganar y que por este resultado tendrá que reconocer algunos puntos que niega hasta hoy.

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