miércoles, 9 de febrero de 2011

NO LO TOQUEN

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.Por Humberto Campodónico

El resultado de la encuesta de Imasen para La República sobre la actual política económica es clarísimo: el 36.5% de la población urbana y rural se pronuncia por un cambio radical y el 37.4% pide que “cambie algo” la política económica. Solo el 25.1% dice que ésta debe continuar igual.

Pero el promedio esconde varias cosas. Una, que el 45% de limeños pide que todo siga igual. Esto es congruente con los impactos de la actual política económica, que ha incidido de manera positiva en las zonas urbanas y costeñas. Pero, ojo, incluso en Lima los pro “statu quo” son minoría porque el 56% pide cambios.

Dicho esto, la discusión tendría que centrarse en cuáles son los cambios necesarios, algo más difícil de determinar y que debiera ser motivo de preguntas más explícitas en posteriores encuestas. Pero sí queda claro que se quiere una modificación de la predominancia casi total de las políticas pro mercado buscando un nuevo equilibrio en las relaciones entre Estado y mercado, como en el resto de la Región.

Eso se aprecia con claridad en una de las preguntas concretas de la encuesta: el 77% quiere fortalecer a ENAPU y Petroperú, lo que es contrario a la política gubernamental de privatizar ENAPU vendiendo el Muelle Norte, dando paso a un monopolio o a un duopolio.
¿Es que ese fortalecimiento implica un cambio en el modelo económico? No. En Chile, Colombia y Brasil coexisten empresas públicas fuertes con economías liberales. Pero en el Perú eso es caracterizado por las élites neoliberales y buena parte de los partidos políticos como una blasfemia. ¿Por qué? Porque defienden intereses particulares en esos sectores.

Otro tema es el grado de competencia. Aquí la mayoría de los mercados son oligopólicos, lo que determina elevados márgenes de ganancia y altos precios (desde las medicinas hasta los pasajes aéreos, pasando por los bienes de primera necesidad). Peor aún: la ley de competencia no prohíbe el monopolio ni la posición de dominio en el mercado, sino tan solo el abuso de ésta. Pero en países como Chile, la fusión entre las aerolíneas LAN (Chile) y TAM (Brasil) acaba de ser objetada por el regulador porque podría llevar a posiciones de dominio monopólico en el mercado. ¿Esto va contra el modelo? No, porque favorece la competencia.

Otro tema clave es la reforma del Estado para combatir la corrupción, que la población percibe como uno de los peores males. Pero los gobiernos se niegan a tener un servicio civil digno de ese nombre (ascenso por méritos y homologación salarial).

Hay casos que podrían catalogarse como “cambios radicales”. Uno sería el impuesto a las sobreganancias mineras y petroleras. Pero, ojo, esos impuestos ya se cobran en Israel y Chile. ¿Entonces? Otro podría ser que el gas del Lote 88 no se exporte y se quede en el Perú. Pero no, pues hasta García dijo que las modificaciones contractuales del 2005 fueron delito.

Un verdadero “cambio radical” sería adoptar políticas de fomento de la competitividad “a la Michael Porter” –para no continuar dependiendo tanto del modelo primario exportador, diversificando la base productiva– pues el Estado debe formular políticas activas en ciencia y tecnología, así como promover la formación de clusters en sinergia con el sector privado, entre otras. Esto les sabe a chicharrón de sebo a los neoliberales, pero, ojo, este cambio fue propuesto por la CADE el año pasado.

En síntesis, los cambios en la política económica son necesarios para dejar atrás el obsoleto y fracasado “chorreo” y avanzar a un crecimiento con redistribución. Es lo que revela claramente la encuesta de Imasen. El quid del asunto es que aún no llega el momento en que “la opinión mayoritaria a favor del cambio” se convierta en mayoría política. Hasta que eso no suceda, se nos seguirá machacando que no hay nada que cambiar porque todo está perfecto. ¿Qué les parece?

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