.Por Humberto Campodónico
La rebaja del IGV del 19 al 18% del PBI, aprobada ayer por el Congreso por un pedido del Ejecutivo, es una medida positiva pues el IGV es un impuesto indirecto que grava a todos los peruanos en general, pero que proporcionalmente grava más a los pobres.
Esto porque los pobres destinan una proporción mucho mayor de sus salarios a la compra de bienes gravados con IGV, mientras que esa misma proporción es mucho menor para las clases altas ya que sus salarios son 7 a 8 veces superiores.
Ahora bien, todo esto es en la teoría porque en el Perú sabemos que las rebajas de los impuestos casi no llegan a los consumidores debido al carácter oligopólico de los mercados (están concentrados en pocas empresas). El gobierno ha dicho que desea combatir la “inflación importada”. Pero ya sabemos que las alzas de precios internacionales no se combaten con rebaja de impuestos, lo que ya ha sido demostrado con las rebajas de aranceles, que tuvieron un impacto nulo en los precios de los productos, siendo el caso de las medicinas la demostración más flagrante de este “engañamuchachos”.
La cuestión clave es que el gobierno dice que esta baja del IGV no afectará los ingresos tributarios porque “el país está creciendo y eso mejorará la recaudación de todas maneras”. O, lo que es lo mismo, se nos dice que la recaudación es adecuada y que no se necesita subir impuestos sino bajarlos.
Eso no es así porque en el Perú la presión tributaria es una de las más bajas de América Latina, ya que solo llegó al 15% del PBI en el 2010 mientras que el promedio de la Región es 17%. Agreguemos que estamos en 15% debido a los altos precios de los minerales, ya que en el 2009 –cuando bajaron– la recaudación tributaria solo llegó al 13.6% del PBI. Ese es su nivel “normal”.
Por eso el Acuerdo Nacional, en el 2002-2003, planteó que la presión tributaria debiera llegar, progresivamente, al 18% del PBI para atender las necesidades de inversión en salud, educación, infraestructura que necesitan los peruanos. Para eso se necesita una reforma tributaria integral que –ya sabemos– “se promete pero no se cumple”.
Lo coherente hubiera sido que el gobierno diga: bajamos el IGV (impuesto indirecto que afecta a los más pobres) al mismo tiempo que subimos los impuestos directos, que gravan más a los que más tienen.
Recordemos que la estructura tributaria en el Perú (y en América Latina) recauda más con impuestos indirectos que con directos. Lo contrario sucede en EEUU y Europa donde la recaudación por impuestos directos (a la renta y al patrimonio) es mucho mayor. Por eso, nuestra estructura tributaria es considerada regresiva.
Muchas cosas se pueden hacer para elevar los impuestos directos: una es eliminar las exoneraciones tributarias al sector financiero y al minero. Otra es combatir la evasión al impuesto a la renta. Dice el Centro Internacional de Administración Tributaria (CIAT) que en el Perú la recaudación del impuesto a la renta debiera ser el 10.2% del PBI pero que solo llega al 4.9%, lo que nos da una tasa de evasión del 51%.
Otra, tanto o más importante, es el impuesto a las sobreganancias mineras y petroleras, algo que este gobierno planteó en el 2006 pero después dejó de lado.
Así, se puede concluir que esta rebaja del IGV tiene un claro tinte político: de un lado, golpear a Toledo (diciendo que fue su gobierno el que lo subió a 19%) y, de otro, sacar del debate político la reforma tributaria integral (que incluye el impuesto a las sobreganancias mineras y petroleras) porque “la recaudación es adecuada”. García a las andadas, otra vez. Qué les parece.
jueves, 17 de febrero de 2011
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