Un acierto del gobierno actual es haber avanzado en la vía de la pluralidad religiosa al abrir espacios legales y rituales a credos diferentes al católico. Lo paradójico es que esto coincide con el fortalecimiento de la influencia política del cardenal Juan Luis Cipriani, que ahora es mayor incluso a la que tenía cuando gobernaba Alberto Fujimori (¡Qué diría Haya de la Torre al ver al presidente besando el anillo cardenalicio!).
Por un lado, está el proyecto de ley que propone regular la libertad e igualdad religiosa en el país para darles a las diferentes confesiones cristianas similares prerrogativas a las que tiene la iglesia católica. Aunque la verdad es que lo mejor sería que ninguna iglesia tuviera ninguna prerrogativa.
De otro lado, un gesto notorio y valioso en la dirección de la pluralidad religiosa es la participación del presidente García con varios ministros, por cuarto año consecutivo, en la ceremonia de acción de gracias por el Perú que cada 30 de julio ofrecen las iglesias cristiano evangélicas en su sede de Pueblo Libre, un rito parecido al tradicional Te Deum que cada 28 de Julio celebra el cardenal en la catedral de Lima.
En el futuro se podría tener un rito más ecuménico con la participación conjunta de las cabezas de varias religiones, agregando, a la católica y la evangélica, la musulmana y la judía, como expresión de una sociedad madura y moderna que respeta y acoge las diferencias y que, a partir de ellas, construye una sociedad más integrada. También es cierto que, proporcionalmente con la fe de la población, la católica sigue siendo la principal religión –aunque cada año pierde espacio frente a la evangélica– y que las otras son muy pequeñas.
Aunque, pensándolo bien, la mejor sería que no hubiera ninguna ceremonia religiosa vinculada a la política, pues la combinación de la fe con el ejercicio del poder suele ser sumamente perniciosa y dañina para una sociedad. Por eso tiene razón al cardenal Cipriani al criticar ayer al padre Marco Arana por incursionar en política con la sotana puesta. Pero, por eso mismo, él no puede olvidar a Jesucristo: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7, 3).
“Si uno sale de su lugar que se prepare”, dijo ayer el cardenal Cipriani –uno de los miembros más inteligentes pero también más intolerantes del catolicismo peruano– en su sintonizado ‘Diálogo de fe’ sabatino de RPP, en relación a Arana, lo cual parece fuera de lugar cuando lo dice alguien que hace tiempo ha añadido a sus importantes tareas cardenalicias, el activismo abierto y sin tapujos a favor de la ideología política que defiende y que nada tiene que ver con lo divino ni lo religioso.
Por un lado, está el proyecto de ley que propone regular la libertad e igualdad religiosa en el país para darles a las diferentes confesiones cristianas similares prerrogativas a las que tiene la iglesia católica. Aunque la verdad es que lo mejor sería que ninguna iglesia tuviera ninguna prerrogativa.
De otro lado, un gesto notorio y valioso en la dirección de la pluralidad religiosa es la participación del presidente García con varios ministros, por cuarto año consecutivo, en la ceremonia de acción de gracias por el Perú que cada 30 de julio ofrecen las iglesias cristiano evangélicas en su sede de Pueblo Libre, un rito parecido al tradicional Te Deum que cada 28 de Julio celebra el cardenal en la catedral de Lima.
En el futuro se podría tener un rito más ecuménico con la participación conjunta de las cabezas de varias religiones, agregando, a la católica y la evangélica, la musulmana y la judía, como expresión de una sociedad madura y moderna que respeta y acoge las diferencias y que, a partir de ellas, construye una sociedad más integrada. También es cierto que, proporcionalmente con la fe de la población, la católica sigue siendo la principal religión –aunque cada año pierde espacio frente a la evangélica– y que las otras son muy pequeñas.
Aunque, pensándolo bien, la mejor sería que no hubiera ninguna ceremonia religiosa vinculada a la política, pues la combinación de la fe con el ejercicio del poder suele ser sumamente perniciosa y dañina para una sociedad. Por eso tiene razón al cardenal Cipriani al criticar ayer al padre Marco Arana por incursionar en política con la sotana puesta. Pero, por eso mismo, él no puede olvidar a Jesucristo: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7, 3).
“Si uno sale de su lugar que se prepare”, dijo ayer el cardenal Cipriani –uno de los miembros más inteligentes pero también más intolerantes del catolicismo peruano– en su sintonizado ‘Diálogo de fe’ sabatino de RPP, en relación a Arana, lo cual parece fuera de lugar cuando lo dice alguien que hace tiempo ha añadido a sus importantes tareas cardenalicias, el activismo abierto y sin tapujos a favor de la ideología política que defiende y que nada tiene que ver con lo divino ni lo religioso.
Por Augusto Álvarez Rodrich
No hay comentarios:
Publicar un comentario