domingo, 13 de diciembre de 2009

Espías


Por Antonio Zapata

Desde que existe el Estado, una de sus funciones es la información reservada. Se trata de proteger al poder y ayudarlo a someter a otros poderes competitivos. Ese propósito llevó muy temprano a delimitar la función del espía, como un agente indispensable de la política pública. Además, nunca los Estados han estado aislados. Desde la antigüedad, han vivido en rivalidad. Por ello, la misión del espía ha sido penetrar al Estado rival para arrancarle secretos. Entre ellos se encuentran dos tipos: aquellos que traspasan fronteras y arriesgan el pellejo yendo al encuentro del otro. Un segundo tipo sería el de Ariza, que corresponde al agente reclutado para vender secretos de su patria.

El primer tipo de espía va en busca de la información y se interna entre el enemigo. Por ejemplo, el famoso agente ecuatoriano Duchinella corresponde a este patrón. En nuestra historia también tenemos notables espías que han ayudado a definir situaciones cruciales. Un caso célebre es el de Apo, espía de Atahualpa en el campamento de Pizarro. Como prototipo también pertenece al primer patrón y se halla alejado de Ariza. Pero, espía al fin y al cabo, valga el último caso nacional para recordar a un personaje crucial de la conquista.

Atahualpa estaba en Cajamarca cuando apareció Pizarro en Tumbes. El Inca se enteró de inmediato gracias al sistema de escuchas de un imperio bien organizado. Luego, envió a Apo, que era un orejón. Se disfrazó como miembro de la etnia Tallán, quienes usaban un tocado parecido al turbante. Ello le permitió esconder sus enormes orejas. Se internó en la hueste de Pizarro y observó con atención. Se interesó sobre todo por los animales. El Tawantinsuyu disponía de un pool animal limitado a los camélidos. Los caballos fascinaron a Apo. Eran grandes, cargaban gente y comían pasto; parecían pacíficos aunque también eran una formidable máquina de guerra. Los perros no le gustaron tanto. Eran peligrosos, los vio comer gente; les gustaba la carne.

Fue sorprendido y enviado de regreso a Atahualpa. Los españoles le dieron regalos y un encargo para el Inca, querían verlo personalmente. Cuando Apo informó, los incas idearon un plan. Decidieron apoderarse de los caballos y dejar entrar a sus amos para someterlos delante de una multitud. A continuación, Apo retornó en busca de los españoles. Esta vez ataviado como embajador y cargado en andas. Les trajo una propuesta de Atahualpa, que subieran a Cajamarca; el Inca los recibiría y viajarían sin ser molestados. Gracias a ese acuerdo, los españoles cruzaron los Andes, atravesaron muchos pasos donde las galgas hubieran podido acabar con ellos. Pero, el Inca quería los caballos.

Como sabemos, a resultas de este encuentro Atahualpa perdió el trono y luego la vida. La información de Apo no le sirvió de mucho. Más bien, lo indujo a error. ¿En qué consistió su falla? En realidad, no dependió de la información, sino que menospreció al rival. Se asumió invulnerable y actuó con soberbia. Los miró de arriba abajo y acabó en el suelo.

Chile no actúa así. No le basta una superioridad militar de diez a uno. Además, obtiene información vital sobre ese uno que conservamos. Buena parte del problema es nuestro. Nuestro Estado es poroso. En el Perú, se mezcla el espionaje con la corrupción. Saben encontrar quién se venda y eso resulta más barato que arriesgar a sus propios espías. Al hacerlo, proceden de acuerdo a su lógica de Estado. Nosotros estamos expuestos y sucede que nos conocen bien, saben que nunca falta quien se venda por dinero. Es la bolsa de Judas

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