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Por Ronald Gamarra
El general de la Policía Nacional Alberto Jordán ha sido sentenciado por no matar. La anacrónica justicia militar-policial ha sancionado con 18 meses de prisión condicional el hecho de que Jordán no haya cumplido ciegamente órdenes que, en las circunstancias concretas que le tocó enfrentar, hubieran podido causar una tragedia.
El hombre que, cediendo a un imperativo de prudencia, evitó que el “moqueguazo” desembocara en una masacre en la que hubieran perecido policías y civiles, es sancionado, mientras los responsables políticos y ejecutivos de la tragedia de Bagua, ocurrida tiempo después –empezando por la ex ministra Mercedes Cabanillas– permanecen impunes. El mundo al revés.
El general Jordán actuó racionalmente en circunstancias extremadamente difíciles y evitó una tragedia: esto es lo fundamental. La sentencia se va por las ramas para sancionar a quien corrigió en el terreno las disposiciones de autoridades de orden público desconectadas de la realidad y de los hechos, autoridades que por otra parte nunca asumen la responsabilidad que les corresponde. Se sanciona pues, la supuesta violación de un principio jerárquico, el supuesto incumplimiento de unas órdenes cuya seriedad está seriamente cuestionada.
De manera similar a como luego ocurrió en la tragedia de Bagua, en el “moqueguazo” había decenas de policías cuya integridad física y sus propias vidas corrían serio peligro al haber caído en manos de manifestantes descontrolados. El general Jordán asumió su responsabilidad como oficial y como ser humano, y enfrentó esta ardua circunstancia logrando la liberación de todos sus efectivos sin que ninguno perdiera la vida y sin que se produjeran víctimas entre aquellos manifestantes descontrolados.
En cambio en Bagua, una dirección irresponsable a cargo del Ministerio del Interior y la Policía produjo la tragedia que conocemos, con decenas de víctimas policiales y civiles, incluyendo la muerte de una decena de policías retenidos como rehenes en la Estación 6. Resultados que evidencian, cuando menos, una incompetencia necesariamente punible. Sin duda, aquí las órdenes sí fueron cumplidas, órdenes ciegas y torpes que llevaron la muerte a decenas de civiles y policías. Y quienes dieron esas órdenes, a diferencia de Jordán, no dan la cara ni asumen sus responsabilidades.
domingo, 16 de mayo de 2010
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