El poeta y el hombre. El 15 de abril se cumplieron 72 años de la muerte de César Vallejo. Una exposición reúne fotografías, videos e instalaciones, y nos acerca a estos tiempos al fundamental autor de
Existen dos etapas definidas en la vida de César Vallejo, como un antes y un después. La primera va desde su niñez en la sierra liberteña en una familia humilde y numerosa (eran once hermanos), hasta la publicación de sus primeros libros, “Los heraldos negros” (1918) y “Trilce” (1922). A estos años corresponden su participación en la bohemia norteña, bajo los impulsos de Antenor Orrego, su gran amigo y mentor, su labor como maestro de escuela y el inicio de su actividad poética y periodística. Este momento concluye con un hecho dramático, que se suma a otras angustias vividas por el poeta: su injusto encierro en prisión, acusado sin pruebas de participar en el incendio y saqueo de un almacén de mercaderías en Santiago de Chuco, su pueblo natal.
Y el segundo período se inicia en junio de 1923. Ese año Vallejo parte rumbo a París para no volver más al Perú. Se lleva consigo sentimientos encontrados, desde las penurias económicas y personales ocasionadas por la muerte de su madre, por su encierro, por su cese como maestro y por la pérdida de su gran amigo, Abraham Valdelomar, hasta las angustias por la incomprensión que generaba su obra entre sus coetáneos, especialmente “Trilce”, ese espléndido y hermético libro en el que lleva el lenguaje hasta límites insospechados. Es conmovedor lo que le escribe a Antenor Orrego, en octubre de 1922: “¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y cayera en el libertinaje! ¡Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para mi pobre ánima viva!”.
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En el Viejo Continente, Vallejo realizará múltiples empleos: será corresponsal de diversas publicaciones (en 1929 envía artículos para El Comercio), incursionará con poco éxito en géneros como la narrativa y el teatro, viajará a Rusia, se afiliará al socialismo, tomará contacto con la vanguardia artística y literaria y conocerá a Georgette Phillippart, su compañera hasta su muerte en 1938. En este último tramo de su vida escribirá la mayor parte de su obra poética, perturbado por hechos dramáticos como la guerra civil española y tal vez por la intuición de que su fin estaba próximo. Estos poemas —publicados póstumamente— corresponden a un período de urgencias materiales y existenciales, que calarán en una poesía menos experimental que “Trilce”, pero profundamente más humana.
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Estas dos épocas, vitales y creativas, están claramente marcadas en la exposición “César Vallejo: el poeta y el hombre”, desplegada en los dos pisos de la galería del centro cultural de la Católica. Cada uno corresponde a un período específico. La curaduría, diseño y montaje corresponden a Ricardo Silva Santisteban, uno de los más acuciosos investigadores de la obra de Vallejo, y a Ana Osorio y Alan Malcolm.
En el primer nivel, se exhiben fotografías, cartas, postales, las primeras ediciones de “Los heraldos negros” y “Trilce” y manuscritos con tachaduras y enmiendas que demuestran su vocación por la corrección, por ir depurando sus versos hacia las fronteras del lenguaje, algo que caracterizó a toda su obra. El punto culminante de esta sección es, justamente, la instalación que evoca la celda del poeta, donde permaneció encerrado durante ciento doce días, entre el 6 de noviembre de 1920 y el 26 de febrero de 1921, hecho calificado por él mismo como la experiencia más grave de su vida.
Luego, en el segundo piso, uno asciende al ciclo no menos intenso de su estancia europea, donde Vallejo exorciza su propia existencia a través de una obra que va desde lo hondo de lo cotidiano hasta alcanzar el valor de lo universal.
Como quien cierra el círculo, la exposición culmina con la videoinstalación “Un poema sonoro: Vallejo eterno”, de Santi Zegarra y Rubén Romero, dos jóvenes artistas que recrean la tumba en Montparnasse donde yacen los restos del poeta, mientras en una pantalla se proyectan, como fantasmas, las figuras de nueve actores que declaman en seis lenguas distintas el intenso poema “Los nueve monstruos”. Una alegoría gótica, impregnada de esa obsesión vallejiana por la existencia y el dolor como símbolos de nuestro tiempo, como él mismo lo escribió: “jamás, señor ministro de salud, fue la salud más mortal”.
+ info“César Vallejo: el poeta y el hombre”LUGAR: Centro cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú (Av. Camino Real 1075, San Isidro). HORARIO: De lunes a domingo de 10 a.m. a 10 p.m.ENTRADA: Ingreso libre. Hasta el 13 de junio del 2010.JORGE PAREDES
domingo, 25 de abril de 2010
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