Luis Jaime Cisneros
Los 60 años de docencia que he cumplido en la Católica constituyen razón suficiente para que escriba estas líneas que, porque son de solidaridad, son también de protesta. Me refiero a la resolución administrativa de un organismo de la Asamblea Nacional de Rectores, por la que se reduce el castigo aplicado a dos estudiantes por plagio, a una simple amonestación, con argumentos carentes de respaldo académico. Tal organismo está integrado por docentes que “han ejercido cargos de autoridad en sus respectivas instituciones”.
¿Por qué castiga la PUC el plagio? Lo explica en documento que los alumnos conocen desde el ingreso: “porque es equivalente a negarnos a pensar por nosotros mismos, porque es una actitud que retrasa el progreso del conocimiento de la humanidad, porque con ello se niega la esencia misma del trabajo universitario, y porque es profundamente inmoral”. Ese documento del vicerrectorado académico lo conoce todo estudiante desde la hora inicial, porque desde ese momento a la universidad le interesa ayudar al estudiante en la búsqueda del conocimiento mediante una lectura atenta de los textos y una actitud crítica alerta y realista.
Descubrirse y valorarse, a la luz de principios fundamentales, es condición primera para asumir una espontánea y correcta actitud intelectual. Cuando el alumno se enfrenta a cursos de argumentación, no solamente tropieza con temas arduos y novedosos. Se enfrenta consigo mismo: con sus posibilidades y sus aptitudes; con sus aficiones y sus desacuerdos. Se enfrenta también con modos lingüísticos que nunca le fueron frecuentes, y a veces quiere apropiárselos y otras veces apenas si se arriesga a simular su manejo.
Ahí está la universidad para ayudarlo a vencer las dudas y los tropiezos, cuando llega la hora del trabajo monográfico, resueltas ya las primeras dudas sobre el plan que se va a seguir.
La PUC anuncia a sus alumnos cuatro razones por las que el plagio es condenable en un universitario. “La primera razón consiste en que quien plagia se niega a pensar por su cuenta. Y como es verdad que todo cuanto hemos progresado en tecnología y en humanidades se debe a los que nos ha permitido el pensamiento de los científicos, es natural que la tercera razón de la PUC para condenar el plagio esté referida a la tarea universitaria por excelencia. A la universidad venimos para ayudarla a cumplir su misión. Y misión específica de la universidad “es pensar para hacer progresar el conocimiento”. Es responsabilidad de maestros y alumnos.
La cuarta razón por la que en la PUC condenamos el plagio es esencial para la vida universitaria. Y es que desde los romanos el plagio estuvo vinculado con el robo. Un “comportamiento contrario a la ética”. “El plagio –dice la universidad– es una forma de hurto.
Conlleva intención de mentir, de ocultar, de fingir. Ningún plagio es excusable, permisible o tolerable”. Al perder este contacto con la ética, se ha perdido todo contacto con la universidad. Este es el punto esencial. Pueden ignorarlo quienes incurren en el error. No pueden ignorarlo los miembros del Consejo de Asuntos Contenciosos Universitarios. Pero el documento por el que modifica la sanción impuesta por la PUC a sus estudiantes maneja argumentos “académicamente descalificados” y se convierte, como afirma la PUC, en un “grave peligro” para el trabajo a que se ven convocadas las universidades. Por lo pronto, desfigura la calidad de la sanción si se desentiende de los valores morales.
Aprender a citar ideas ajenas aprende uno en sus primeros años de vida universitaria. A tal procedimiento recurre si debe reseñar un libro y conviene reproducir una o dos frases. Asimismo, si en una monografía debe confrontar dos o tres ideas de autores diversos.
Poner comillas a lo ajeno es una manera de prepararse para independizar lo propio con firmeza. Y así vamos abriendo paso a la esfera creadora, la propia, que es lo que la universidad necesita que perfilemos para enrumbar hacia el conocimiento.
domingo, 25 de abril de 2010
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