CESAR LEVANO
Alan García es hombre con mucho olfato para los negocios personales y sin escrúpulo alguno respecto al interés nacional. Lo acaba de demostrar al aprobar el Reglamento sobre Transgénicos (alimentos genéticamente modificados) que encierra peligro contra la salud de los peruanos y puede arruinar la biodiversidad peruana.
Si en lo futuro se castigara crímenes como ese –sin duda bien pagados: para quienes ejercen el poder, el crimen sí paga–, García y sus cómplices deberían ir a la cárcel, por dañar el ambiente y la vida de los peruanos.
Sobre la existencia de un faenón no caben dudas. Baste indicar que el individuo que gestionó la aprobación del Reglamento es Alexander Grobman Tversqui, presidente de los directorios de Semillas Penta del Perú y la Productora Agrícola del Campo (sic: hasta en eso es redundante el tal Grobman).
Grobman (hombre rudo, en alemán) hace honor a su apellido, y a los métodos de Monsanto, el oligopolio que lo maneja y que domina el negocio mundial de semillas asesinas de maíz, frutas, hortalizas, algodón.
Sabido es que el viernes 8 de abril, a las 6:24 de la tarde, cuando ya no había nadie en el Ministerio del Ambiente, Grobman envió a Palacio el texto sin duda ya aprobado por el doctor García.
El azar en la historia: cuatro días antes de que el documento tramposo fuera trasmitido a García, los agricultores orgánicos de Estados Unidos habían presentado ante un Tribunal de Nueva York una demanda contra Monsanto. La acción legal ha sido planteada por la Fundación Pública de Patentes.
La demanda se basa en que Monsanto puede enjuiciar a los agricultores orgánicos –los que no emplean pesticidas químicas–, ya que es capaz de acusarlos de “infringir” sus derechos de patentes, cuando algunos productos son contaminados de modo accidental por transgénicos.
Lo que está en peligro es la agricultura mundial. No existen hasta hoy estudios que demuestren que los transgénicos sean buenos para el ser humano. Estamos en manos de un poder económico de insaciable codicia, que se basa no sólo en su falta de escrúpulos y en la corrupción de gobernantes, sino en la doctrina neoliberal según la cual lo que manda es el mercado. Si aceptas comprar veneno o consumirlo, es cosa de tu “libertad”.
Hace seis años, el 30 de mayo del 1905, la economista brasileña Silvia Ribeiro escribió esta frase que parece expuesta para el Perú de García:
“Es evidente que avanzando por medios legales e ilegales –desde la contaminación transgénica y los juicios por patentes que hace contra las víctimas, hasta el soborno de funcionarios y legisladores para que le otorguen autorizaciones y hagan leyes o reglamentos a su favor– Monsanto pretende apoderarse del mercado mundial de semillas o, como mínimo, repartírselo con un par de otras transnacionales”.
domingo, 1 de mayo de 2011
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