La escamoteada pobreza
La ultraderecha peruana, famosa por su egoísmo y su desprecio por el pueblo, saca todos los días de la manga algún argumento –alguna mentira– en el afán de impedir que Ollanta Humala gane la presidencia de la República. Que éste quiere apoderarse de los fondos de la AFP, que aspira a ser reelegido como Hugo Chávez, que busca coartar la libertad de prensa y de expresión, que es ¡un Hitler larvado y en potencia!
Sin embargo, hay un gran tema que esa derecha no esgrime: La pobreza, signo de la mala distribución de la riqueza, epítome del hambre y la miseria. Cuando aborda el tema, la derecha antigua y la reciente (el APRA) suelen escudarse en promesas dulzonas y en una cifra torpemente amarga: que el número de pobres bajó de 44.5% en 2006, año en que Alan García asumió el poder, a 34.9% en 2009.
Pero ayer, Elmer Cuba, el economista de Solidaridad Nacional, descorrió la cortina. Recordó en el diario Gestión que en el Perú se considera pobre a la familia que recibe 247 nuevos soles mensuales. ¡Si percibe 248 soles puede seguir ayunando en familia, pero ya no es pobre!
Un sol al mes transforma al pobre extremo en no pobre. Es esa una burla estadística, una triquiñuela digna sólo de malandrines como los que nos gobiernan.
Precisa Cuba que, dentro de ese marco, hay 2’812,000 familias que viven con 247 nuevos soles al mes; es decir, con ocho soles diarios.
Hay, añade Cuba, otras 2’518,000 familias en las que se alcanza un ingreso mensual per cápita de 247 y 550 nuevos soles al mes. Con menos de 20 nuevos soles diarios, tampoco aparecen como pobres gracias a la añagaza triunfalista de García.
Pues bien, resulta que hay sólo un candidato que tiene como punto fuerte de su programa la disminución de la pobreza, lo cual abarca una gama de medidas, que van desde lucha contra la evasión tributaria hasta el impuesto a las sobreganancias de las grandes mineras.
Ese sí es un tema de fondo, que tiene que ver no sólo con la atenuación de la pobreza, sino con el vasto panorama de la injusticia social: desamparo en el sector rural más pobre, desequilibrios en la atención de la salud y la Educación, desarrollo cada vez más desigual entre las regiones, desastre en la seguridad ciudadana, mezquindad en los presupuestos para las universidades públicas y para ciencia y tecnología.
Cuba se equivoca al final, cuando afirma que en las elecciones el 45% optó por sólidos principios democráticos y una economía de mercado; el 32% apoyó, dice, una corriente más autoritaria y una mayor intervención estatal en una economía de mercado y un 23% (Fujimori) por un gobierno de fuertes reminiscencias autoritarias y una economía de mercado.
Es ese un análisis simplista. En realidad no hay encuesta o estudio postelectoral sobre lo que los votantes querían de sus candidatos.
domingo, 1 de mayo de 2011
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