El primero es célibe por profesión y el otro dice que es casto por vocación. Pero ambos opinan con una autoridad que no admite réplicas sobre los úteros de las mujeres, de los que andan tan distantes. Uno era arzobispo en Ayacucho cuando en la región ocurrían atrocidades y las autoridades militares se negaban a escuchar las denuncias y reclamos de los campesinos que habían sufrido el secuestro de sus familiares en las redadas que no dejaban rastros, que eran robados y golpeados, y sus mujeres, violadas por soldados dueños de la noche. Pero el monseñor nunca aceptó interceder por los que sufrían y que imaginaban que el papel del emisario de Dios era precisamente hacerle recordar a los generales y al presidente que estaba en Lima, que ellos no eran tropa de ocupación en territorio enemigo, sino de “salvación de la democracia”, o algo así, y los campesinos eran los que debían ser rescatados. Pero el alto funcionario de la Iglesia de Cristo, lo que hizo fue poner un cartel en la puerta de su despacho indicando que no se atendía casos de derechos humanos. Así que la gente debía ir a otra parte a reclamar por las muertes, las desapariciones, las torturas y las violaciones. El problema es que no había adónde.El otro es un ingeniero industrial, que nunca ejerció ni como ingeniero, ni como industrial, y que ha pasado su primera adultez como parlamentario, primero de la derecha de Vargas Llosa, y luego de la derecha de Fujimori. Partidario acérrimo de la amnistía de 1995, a los militares y civiles de la guerra sucia, “a los que tanto les debemos”, entre ellos varios asesinos de niños y mujeres embarazadas; luego enemigo del Informe de la CVR porque “desmoraliza” a la tropa; y últimamente promotor de un trabalenguas que reconoce que hubo militares asesinos durante la guerra interna, pero que no cometieron delitos de lesa humanidad porque eso sólo lo realizan los subversivos que tienen ideología (¡!). Este tipo que formó parte de la comisión que acusó a García de enriquecimiento ilícito en 1991, apoyó el golpe de Fujimori de 1992, se asoció con Lourdes Flores en el 2001 y 2006; se convirtió en ministro de la producción de Alan García sin haber producido nada durante toda su vida, y no sabiendo nada de pesca metió al caballazo la ley de cuotas pesqueras dentro de los decretos del TLC, hundiendo a este sector, pero salvando las deudas de los grandes pesqueros; rebotó luego hacia la embajada peruana en Roma, sin ninguna experiencia diplomática, e intentó correr el chisme al Vaticano de los curas que apoyaban la huelga de los nativos; y regresó a los meses para asumir la cartera de Defensa, donde le están matando un montón de soldados, mientras él discute sobre Museo de la Memoria, organismos de derechos humanos, beneficios penitenciarios para presos por terrorismo y últimamente sobre el aborto. Son dos que hablan ahora de los derechos de los no nacidos, cuando han dado plenas muestras de lo poco que les importan los derechos de los nacidos (como ironiza el caricaturista Heduardo). Pero el poder que tienen, como confesor oficial, el primero; y ministro con opinión, el segundo; no viene del aire. Es una expresión de una correlación que se introdujo en la época de Fujimori, que construyó un puente entre el Estado y la derecha eclesiástica más extrema, que Paniagua y Toledo no pudieron contrarrestar, y que García ha restablecido a plenitud.
domingo, 18 de octubre de 2009
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