RODRIGO MONTOYA
Machu Picchu, el monumento sagrado más importante de los incas, no fue “descubierto” por Iram Bingham, arqueólogo de la universidad norteamericana de Yale, ni por nadie. Mucho antes que él, otras personas ya sabían que en ese lugar estaban escondidas unas “ruinas”, término en boga en el siglo XIX y que se usa hasta hoy. Hubo propietarios y descendientes que reivindican la propiedad y el problema legal parece no haber concluido.
El 18 de enero de este año se cumple el primer centenario de José María Arguedas, el antropólogo y novelista que vivió y sufrió con gran intensidad el drama de ser peruano, en un país de “todas las sangres”, propiedad de los criollos, descendientes de españoles. Fue el primero en vivir, sentir, entender y describir el grave conflicto entre “señores e indios”, que aún no está resuelto. Preguntemos a Alberto Pizango y a nuestros hermanos amazónicos sobre el tema y veremos que los llamados por el señor García Pérez “Perros del hortelano” siguen tratados como ciudadanos de quinta categoría.
Hubo muchas personas que de buena fe esperaban y hasta se sentían seguras de que el gobierno aprista aceptaría la propuesta de llamar al 2011 Año del Centenario de Arguedas. A pesar de estar convencido que Alan García no lo haría, firmé una de las muchas peticiones. El APRA y Arguedas se detestaron cordialmente y también de manera franca y hostil. Adelanto aquí algunos fragmentos de mi libro “Cien años del Perú y de José María Arguedas”, que espero terminar en febrero. El primero es la aversión aprista a los indigenistas. “No me llame indigenista -.le dijo Mariátegui a Luis Alberto Sánchez- llámeme simplemente socialista”. Con aires de aristócrata el limeño Luis Alberto Sánchez, el más distinguido intelectual aprista, miraba a los llamados indios, por el rabo del ojo. Para Sánchez, Arguedas era un indigenista y no entendió ni quiso entender que Arguedas rechazase tajantemente ese calificativo. Segundo, Arguedas quería “Que mueran todos los principales del mundo”, convencido de la necesidad de borrar de la historia peruana a los patrones de hacienda. En sus cartas a Hugo Blanco y a Francisco Igartua, director de la revista Oiga, confesó su alegría de que las tomas de tierras y la reforma agraria de Velasco Alvarado devolvieran a los llamados indios su tierra y dignidad. El APRA, luego de haber sido en un breve tiempo adversario de los varones del azúcar, se convirtió en su mejor aliado; por eso, la reforma agraria de Belaunde en 1964 no tocó a las haciendas cañeras. Tercero, en las provincias andinas fueron apristas gran parte de los hijos de hacendados. Arguedas los conocía y describió muy bien. Tenían sus motivos para no quererlo.
Sus razones apristas tuvo el señor García Pérez para decretar que 2011 sea el año del Centenario de Machu Picchu, en honor del descubridor norteamericano. En su ya larga trayectoria de alejarse de todo lo que signifique defender un bien colectivo y público, esta decisión es un acto de colonialidad. Presentarse como promotor y benefactor del turismo es la razón del momento. Volveré sobre el tema el próximo sábado.
domingo, 9 de enero de 2011
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