domingo, 27 de junio de 2010
El gas del terrorismo
No hay terrorismo en el país, por lo menos no más del que hubo a lo largo de la década, pero sí hay un barco recorriendo los mares con parte del Gas Natural que estaba reservado para el consumo interno y que tenía un precio especial por haber sido extraído de los pozos que descubrió la Shell y devolvió al país sin costo alguno y el Estado cedió a la explotación privada, en una de esas piruetas neoliberales que abren puertas a la corrupción que después sorprende a todos. El hecho es que se está organizando el negocio redondo de revender gas peruano barato a 20 veces el precio a boca de pozo, pasando por encima de la ley que prohibía el transporte y comercialización de las reservas del lote 88, en una probable triangulación marítima hacia Chile, donde se paga más por el producto, y reduciendo el gas disponible para cubrir la demanda nacional que en todo caso terminará abastecida por futuros pozos con gas más caro. Esto ocurre y la prensa está atenta al enorme riesgo que representa una marcha de banderas de tres decenas de personas reclamando amnistía, las pintas que de pronto aparecen en otras Universidades, la requisa en Santa Mónica que, por supuesto, va a frustrar la liberación de la bailarina Garrido-Lecca, las fotos en el Vrae, etc. ¿Nos amenaza Sendero Luminoso? ¿Es verdad que lo que podemos esperar en las próximas semanas son coches bombas en las ciudades? ¿Se habrán vuelto estúpidos los seguidores de Guzmán cómo para luchar por salir de la cárcel para luego buscar la forma de volver a ella? Está ocurriendo una nueva brutal estafa contra el futuro de los peruanos: como en la época del guano, o del petróleo de Talara, la ley de minería de los 50 o la depredación de la riqueza pesquera en los 60. La vieja historia de los recursos naturales, la riqueza efímera y los intereses extranjeros que cargan con ella sin dejar otra cosa que profundos huecos vacíos hacia el fondo de la tierra. Nos están saqueando a sabiendas del gobierno, porque García sabe que han falseado las cifras de reservas y porque él mismo denunció el carácter delictivo de las normas que autorizaron la exportación en 2004, y en las que se está amparando para traicionar al país. Y es porque saben de qué se trata que han levantado el fantasma del “terrorismo” para que miremos a otra parte. De esa habilidad para manipular las conciencias debe ser que se felicita Alan García, quien acaba de condecorar a la partera que lo trajo al mundo y a la clínica donde nació, como antes premió, en nombre de la nación, al carretillero que le vendía “zanguito” en la puerta del colegio, rindió honores de Estado a los artistas en vida amigos suyos y celebrar su cumpleaños con pasacalle en la avenida Brasil. El hombre que está dejando sin gas al Perú está seguro que ese no es el problema, como tampoco lo es que haya investigaciones sobre alta corrupción contra los más altos funcionarios de su gobierno (que apuntan contra el propio presidente, que se hace el desentendido); el punto es que él mantiene el control de la situación con el cuento de que el sistema está en peligro, sea por los perros del hortelanos, los candidatos estatistas o el terrorismo resucitado según la conveniencia. ¿Quién más podría hacerlo?
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