Del viaje de Alan García a Washington se han publicado dos noticias: (a) que el presidente Obama elogió la economía de Alan García, como lo han hecho los principales organismos económicos multilaterales, en los que influye Estados Unidos; (b) que la actriz Q’orianka Kilcher se encadenó a las rejas de la Casa Blanca en protesta por la masacre de Bagua y el gobernante peruano debió ingresar y retirarse por la puerta de servicio. Nada más.
¿Necesitaba el Perú un espaldarazo más sobre las cifras macroeconómicas? Evidentemente no, sobre todo si viene del país que está metido en una crisis paralizante y de gravísimos efectos globales, desde hace años y el buen Obama no ha podido tomar ninguna decisión importante para sacarla del hoyo y prevenirla de los embates de la recaída que ahora se vive en el mundo.
Pero lo que más sorprende es que un viaje de esta importancia no haya sido aprovechado por el presidente García para tocar el tema de la inmigración peruana en Estados Unidos y la “Ley Arizona”, en claro contraste con lo hecho por el presidente Calderón, de México, que utilizó todas las tribunas para condenar la política migratoria del gigante norteamericano.
Apenas de refilón, García se ha referido al caso de la niña Daysi, actualmente escondida con su familia luego de haber increpado a LA PRIMERA dama sobre la tragedia de los latinos indocumentados, de la que ha dicho que no será deportada. Muy poca cosa la verdad, para un gesto tan emblemático que debería haber merecido una respuesta mucho más fuerte del gobierno peruano
Pero si García calló sobre el tema más candente de la política estadounidense frente a nuestros países, tampoco parece haber tratado otros asuntos de importancia como la política hacia el narcotráfico, con lo que el Perú se está quedando en los límites de la conversación anterior entre Bush y García que eliminó toda autonomía del Perú frente a la mirada oficial de Estados Unidos en este tema.
Tampoco se habló por supuesto de Doe Run o de Petrotech, para ir aclarando el tratamiento de la inversión de las transnacionales yanquis en el Perú. En fin, un viaje al norte para poder tener una fotografía junto a Obama, parece no sólo una pérdida de tiempo y de dinero, sino una evidencia de desorientación diplomática. Salvo, por supuesto, que el sentido de este viaje haya sido contrastar con las notorias ausencias peruanas en las reuniones de Unasur y en los actos del bicentenario argentino. Así el presidente García podría haber querido decir otra vez que no se ocupa de los asuntos del barrio, sino que el trata con los “grandes”, aunque estos últimos lo reciban por la puerta falsa y no digan una palabra sobre él en sus medios de prensa.
Raúl Wiener
domingo, 6 de junio de 2010
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