Por Augusto Álvarez Rodrich
Claro que la política peruana puede seguir cayendo.
Carlos Basombrío se preguntó el viernes en Espacio Compartido si, luego de lo visto esta semana en la política peruana, esta podía caer aún más bajo. Me temo que, con el mejor espíritu deportivo, la respuesta es que claro, por supuesto, no faltaba más: ¡Sí se puede!
Su pregunta se motivó por la maniobra bochornosa y descarada de la bancada aprista que, con la participación entusiasta de sus aliados de turno en la cuchipanda, bloquearon la designación de dos miembros del Tribunal Constitucional (TC) que deben reemplazar a los que ya cumplieron su mandato.
La selección fue coordinada, desde hace meses, por el aprista Luis Falla la Madrid, quien –según varias voces independientes– la organizó con orden y, dentro de las restricciones que impone un concurso de esta naturaleza, sacó adelante una propuesta digna y diferente, en ese sentido, al mamarracho cocinado la vez pasada por su compañero Aurelio Pastor, el leal escudero de Jorge del Castillo, quien siempre tiene una gran preocupación por la conformación del TC.
Parece que Falla hizo tan bien su trabajo que disgustó a su bancada, la cual ha sostenido, de manera inequívoca, que quiere miembros del TC que inspiren “confianza política”. Entonces, los compañeros bloquearon el esfuerzo de su compañero y, oportunamente, los dos congresistas de Solidaridad Nacional junto con el indescriptible Ricardo Belmont se ausentaron del hemiciclo e impidieron reunir los 81 votos requeridos.
No debiera escapar al entendimiento de esta situación la necesidad del partido del alcalde Luis Castañeda de pasar por agua tibia las denuncias a su gestión como las de Comunicore o del Metropolitano. El congresista Víctor Andrés García Belaunde calificó entonces a la bancada aprista de “indigna” –creo que se quedó corto–, los compañeros se tiraron al piso como futbolista mentiroso, y listo el pollo, a pasar por cajatambo.
Ojalá el debate sobre miembros del TC fuera de enfoques jurídicos. Que por ahí no va la cosa lo reflejan los argumentos sin duda penosos y simplones de los apristas y de sus amigos para, por ejemplo, no votar por el candidato Carlos Ramos.
Mi impresión es que cuando varios parlamentarios discuten sobre el TC, están hablando, en el fondo, de billete, de plata. Hay indicios, lamentablemente, de que este se ha vuelto un ámbito al mejor postor en el marco de un sistema judicial que, a pesar de los discursos cada vez más rimbombantes, anda peor.
Lo ocurrido esta semana constata nuevamente el problema de tener varios parlamentarios cuyo comportamiento lamentable ayuda a perfilar un Congreso con la imagen de mediocre y corrupto. Pero la mala noticia no es esa, pues esta ya se conoce, sino la muy alta posibilidad de que el próximo Congreso sea incluso peor que el actual
domingo, 6 de junio de 2010
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