domingo, 13 de junio de 2010

NIXON Y EL PERU

.Por: Roberto Ochoa B.

Que entre los documentos desclasificados por el departamento de Estado de EEUU figure las negociaciones del presidente Richard Nixon para buscar aliados en América Latina y derrocar al gobierno legítimamente elegido de Salvador Allende, no es ninguna novedad.

Todo lo contrario, esas gestiones eran un secreto a voces incluso antes del golpe de Estado dirigido por Augusto Pinochet.
Que Nixon mantuvo conversaciones privadas con el entonces dictador brasileño Emilio Garrastazú Medici, es una novedad a medias, pues se sabía que todos estos dictadorcillos bananeros eran unos ayayeros del imperio.

Lo curioso, empero, es saber que el propio Garrastazú también complotó contra el gobierno de Juan Velasco Alvarado, asegurando que los agentes brasileños habían identificado en París a un hijo extramatrimonial del dictador izquierdista peruano, nacido de una relación con una “Miss Perú”.

Hasta ahí todos esos chismes de alcoba hubieran servido para programas faranduleros.

Lo escandaloso, empero, es comprobar que en esas conversaciones secretas de Nixon con Garrastazú salió a relucir un viejo plan imperialista brasileño que nos afecta directamente y que sigue vigente como proyecto geopolítico del Brasil.

Porque entre lo conversado con Nixon, Garrastazú adelantó el plan brasileño de expansión amazónica a costa del territorio peruano, a partir de la necesidad de construir una Carretera Interocéanica. Y Nixon ofreció todo su apoyo para hacer realidad este proyecto vial.

Se trata de la misma carretera que está destruyendo las selvas de Madre de Dios, y que hoy se presenta como una vía “para el desarrollo de la región”, cuando los únicos beneficiados serán los propios hacendados brasileños.

Peor aún es saber que a la mentada carretera Interoceánica se une un megaproyecto hidroeléctrico (el de Inambari) que, para variar, sólo beneficiará a los brasileños, pese a que afectará al Parque Nacional Bahuaja Sonene y que el gigantesco embalse inundará decenas de kilómetros de la propia Interoceánica. ¡Provecho!

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