Pionero aeroespacial
Julio, 1927. Hermann Oberth y Max Valier fundaban la Sociedad Astronáutica Alemana (Verein für Raumschiffahrt o VfR). Buscaban construir un motor de combustible líquido, tan ligero para que una nave tripulada pudiese viajar al espacio exterior.
Octubre, 1927. El diplomático peruano Pedro Paulet, en carta a El Comercio, afirmaba que tres décadas atrás había inventado una nave espacial, el avión torpedo, que funcionaría con motores de ese tipo. La ponía al servicio del Perú. Los peruanos lo ignoraron. Los alemanes no.
En 1928, Paulet llegaba a Berlín, vinculándose con la VfR, mientras un libro de Max Valier y otras publicaciones germanas lo declaraban pionero. Henry Ford quiso pagarle mucho dinero para usar su motor en autos de carreras. El Ejército alemán, en misiles. Paulet dijo que no intentó traer a los alemanes al Perú para ayudarlo a fabricar su nave. Estos siguieron adelante. Aunque Oberth y el industrial Opel intentaron construir su motor, el primero en fabricarlo para un auto de carreras fue Valier, en 1930. En 1931, el presidente de la VfR lanzó un cohete con ese motor. En 1932, Wernher von Braun, de la VfR, aceptó hacer los V2, misiles temidos en la Segunda Guerra Mundial.
Arquitecto del futuro
Paulet construyó en Arequipa la capilla del hospital Goyeneche, su proyecto arquitectónico más celebrado, calificado como una pequeña Capilla Sixtina. Pero el más ambicioso, de 1933, era de ciencia ficción. Represando el río Rímac se haría una laguna para hidroaviones; al lado, una Basílica a Santa Rosa de Lima —el monumento más grande del mundo para ser visto desde aire, mar y tierra, como la estatua de la Libertad—; y tres carreteras que partían de ese núcleo. Una hacia el Callao para recibir a los inmigrantes; otra hacia el Cusco; y la última hacia la Amazonía, para poblarla por colonos europeos.
En 1935, tras servir como cónsul en Yokohama, publicó “El Japón moderno y sus bases económicas”, anticipando lo que son hoy la economía japonesa y las relaciones comerciales entre los países del Pacífico. El emperador japonés lo distinguió con la espada imperial.
Una potencia peruana
El verdadero proyecto de Paulet era hacer del Perú una potencia. En 1940, predijo la derrota del nazismo, aunque sugería que imitáramos a Alemania, que se había reconstruido sin dinero más de una vez. Proponía asociarnos con Argentina, donde soplaban vientos industrialistas. Más tarde, como diplomático en este país, fundó la Cámara de Comercio Peruano-Argentina. Proyectaba, en realidad, la Unión Sudamericana y como vía de integración, el ferrocarril sobre la diagonal Buenos Aires—Lima, un camino inca olvidado durante la Colonia que unía el Perú, Bolivia, Argentina y Chile. Murió en 1945. Meses después, Von Braun se rendía a los EE.UU. y en 1958, tras áspero debate por su pasado nazi, fue nombrado director de la NASA. En 1966, reconoció brevemente al peruano en su “Historia mundial de la astronáutica”. En 1969, sin embargo, cuando el hombre pisó la Luna, pocos lo recordaron. La obra de Paulet ilustra la Tercera Ley de Arthur Clarke: “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.
Vocación
Paulet pudo ser artista o sacerdote. Definió su vocación cuando la Universidad de Harvard puso en Arequipa un observatorio astronómico. Con 20 años, el Gobierno lo becó para que estudiara ingeniería y arquitectura en Francia. Inventó ahí el motor a reacción con un combustible tomado de un libro de Julio Verne. En 1902, Georges Méliès estrenaba “Viaje a la Luna” y Paulet firmaba el avión torpedo, nave reutilizable como el Transbordador de hoy, con un ala delta pivotante con motores-cohete en la base.
[*] Miembro del Instituto de Estudios Históricos de la FAP. Prepara una película sobre Paulet.
domingo, 18 de julio de 2010
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Hola, Jorge, gracias por reproducir mi artículo en el diario El Comercio de ayer. Faltó decir eso y poner mi firma. Saludos
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