domingo, 22 de agosto de 2010

Cambios para la escuela

Durante la primera semana de agosto, se celebró en Trujillo el primer Congreso Pedagógico Nacional, organizado por el Consejo Nacional de Educación, el gobierno regional de La Libertad, la Gerencia Regional de Educación, la Universidad Nacional de Trujillo y Promeb. El Congreso abordó tres temas capitales: a) ¿Qué es un buen desempeño profesional docente; b) ¿Cómo promover y respaldar el buen desempeño docente en las escuelas desde la gestión? y c) ¿Qué tipo de escuela se necesita para impulsar y sostener la calidad de desempeño docente que hoy se requiere?

Expresar los objetivos mediante interrogantes es una valiente manera de reconocer la necesidad de cambio tras los resultados de las últimas evaluaciones realizadas por el Ministerio de Educación. La idea central de lo que el Congreso ha podido concluir es que para lograr mejores aprendizajes, es necesario asegurar buen desempeño docente y renovar las escuelas. Cambios en la perspectiva del estudiante, para asegurar el aprendizaje; cambios en la perspectiva del profesor, para asegurar calidad en la docencia; cambio en la concepción de la escuela moderna, para situarse en el siglo XXI y ofrecer enseñanza que haga frente a los cambios sociales, al desarrollo del conocimiento y a los cambios acontecidos en el siglo XX. Vale destacar los lineamientos ofrecidos, en la ceremonia de inauguración por el presidente del Consejo Nacional de Educación sobre “el buen desempeño profesional del docente”, eje de la reflexión central del Congreso.

   Maestros que pueden ejercer profesionalmente la docencia. Eso necesita urgentemente el país, y así, con énfasis, lo reclama el Proyecto Educativo Nacional. Siete razones para renovar la práctica profesional docente propone el presidente del CEN, Andrés Cardó Franco. Y a considerarlas dedicó la parte medular de su ponencia. Vale la pena un comentario porque, en el fondo, comporta un análisis de la situación y una explicación de cómo podemos encarar la realidad y asumir el cambio que nuestra política educativa requiere. Para empezar, debemos reemplazar nuestra idea de ‘cultura’, circunscrita tantos años, para verla ahora “como un conjunto de saberes, valores y estilos de vida que expresan perspectiva del mundo y de la civilización”. Ahora hay que reemplazar “la noción de ciencia” como conocimiento fragmentado y parcelado de la realidad, “para hacer más evidente la necesidad de una comprensión interdisciplinaria de las cosas”.

El maestro de hoy ha dejado de ser el ‘maestro apóstol’ para ser el ‘maestro profesional’, “reflexivo y autónomo, comprometido con el aprendizaje de sus estudiantes, capaz de discernir críticamente los desafíos que enfrenta en cada circunstancia para decidir qué hace, cómo y con qué, para lograr resultados”. Y como el alumnado ha dejado de ser homógeno, un maestro “ya no puede ignorar las disparidades en habilidad, experiencia, personalidad, cultura e incluso idioma de cualquier salón de clases”; por eso necesita “conocer los saberes previos de sus estudiantes”. A nadie puede extrañar, siendo las cosas como son, que todos los aprendizajes reclamen ahora “mayor actividad mental del alumno”. Y un agregado muy importante: “Los maestros de hoy necesitan conocer los saberes previos de los estudiantes por tratarse justamente de las capacidades que la educación debe empezar por valorar de cara a poder enriquecer, complementar y expandir”.

  ¿Cómo podemos reconocer el buen desempeño docente, a partir de hoy? Acostumbrados a que el maestro ofreciera rutinaria información y el alumno cumpliese con repetir las palabras del maestro, debemos prepararnos para el cambio necesario. ¿Y qué necesita el maestro para cambiar ese ritmo? El presidente del CEN es tajante: hay que centrar la enseñanza en el alumno: “En primer lugar nos exige vincularnos con ellos, lo que supone conocerlos mejor. En segundo lugar, saber cómo relacionarnos con distintos temperamentos. En tercer lugar, nos exige saber escuchar, aceptar y respetar los lenguajes propios de los niños y adolescentes sabiendo hacerse entender por ellos en su propio idioma generacional”. A todos estos nuevos requisitos, se agrega lo indispensable: que en el nuevo maestro no falte el dominio “del conjunto de saberes especializados que le permiten generar aprendizajes en grupos humanos diferentes”.

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