domingo, 15 de agosto de 2010

El triste fin de un científico peruano

Un eminente científico peruano, miembro fundador del Instituto Peruano de energía Nuclear (Ipen), falleció el pasado 11 de julio en la más absoluta pobreza en un patrullero policial en el trayecto hacia el hospital.

El ingeniero Manuel Hugo Nieto Malpartida (51) dio sus últimos suspiros en los brazos de la madre de sus dos menores hijas, después de sufrir por cinco años un extraño mal que fue minando su salud física, pero también el fabuloso intelecto que lo hizo destacar en el mundo profesional.

Murió abandonado, pobre y sin la debida asistencia médica y social que le debía la institución a la que dedicó 25 años de trabajo e investigaciones, la mitad de su vida. “Yo lo sostuve en mis brazos y le decía: no te vayas, respóndeme, pero sólo suspiró y allí no más quedó”, manifiesta entre sollozos su viuda.

July Maribel Cáceres Pinedo, quien tuvo una relación de más de 20 años con el fallecido, relata así los últimos momentos del científico, en los que tuvo que recurrir a un vehículo de la policía para trasladarlo desde el departamentito alquilado en la urbanización Ingeniería, donde viven, hasta el hospital Cayetano Heredia, que le proporcionaba las atenciones ambulatorias, porque no tenía dinero. No hubo ambulancia ni atenciones especiales.

En realidad, el triste relato de sus últimos momentos es el colofón de una serie de maltratos que sufrió el ingeniero Nieto Malpartida, desde que le empezaron los síntomas del extraño mal que lo afectó en sus últimos años.

Reclama investigación
July Cáceres recuerda que su esposo fue una persona completamente sana y llena de vida hasta el año 2004. Después de regresar de un viaje a México, representado al Ipen, había cambiado notoriamente.

“Se le notaba como ido, por momentos, menos comunicativo que antes, con cambios de humor inesperados”, señala la viuda.

Nieto Malpartida había egresado en el año 1987 con las más altas calificaciones de su promoción en la Universidad Nacional de Ingeniería, en la especialidad de ingeniería mecánica. Inclusive por su alto rendimiento académico había recibido varios reconocimientos, uno de los cuales lo llevó a visitar el Centro Atómico de Bariloche (Argentina) al culminar sus estudios. “Era un hombre bueno, honesto, humilde, que amaba su profesión sin pensar en obtener beneficios económicos”, recuerda.

Todos los momentos culminantes de su trayectoria profesional y científica, los muestra con orgullo la mujer, en forma de fotografías, diplomas, documentos, reconocimientos. Entre estos, la relación de los miembros fundadores del Ipen que hasta hace poco se encontraba en la página web de la institución y que misteriosamente ha sido eliminada, después que Cáceres Pinedo empezó a reclamar por la posibilidad de que se trate de una enfermedad provocada por el contacto con material nuclear. La oficina donde trabajaba el ingeniero Nieto Malpartida colinda precisamente con el reactor nuclear ubicado en Huarangal.

La viuda del profesional dice que no le faltan razones para pensar en esta posibilidad, pues si bien el diagnóstico “probable” que le adjudicaron al enfermo es el de “Demencia Fronto Temporal: Enfermedad de Pick”, el deterioro y la condición física en que quedó el ingeniero del Ipen no corresponden a tal mal, según le explicaron otros profesionales.

Ocultamiento
Por ejemplo, menciona unas manchas blancas que aparecían de un momento a otro y luego desaparecían sobre todo en la cara, sin que los médicos pudieran explicarle en qué consistían, pues se había descartado el vitiligo, un mal parecido. Inclusive en las fotografías se aprecian las manchas en el rostro demacrado del científico.

Además, señala que existe otro caso, de un ingeniero nuclear, que le ha planteado un juicio a este organismo, dependiente del sector energía y Minas, el que ha sido resuelto a su favor. El hombre permanece en el Ipen a pesar de estar aquejado de un problema psiquiátrico.

Lo más incomprensible para la señora Nieto es la actitud de la propia institución que, según refiere, trató de ocultarle en un principio la condición de su esposo. “En octubre del 2005, mi esposo ya estaba con pérdida de la memoria, desorientación, como si tuviera Alzheimer, y de repente un día no vino del trabajo”, cuenta la viuda.

Era el 28 de octubre y la familia compuesta por su mujer e hijas no supo de Nieto Malpartida hasta dos días después, el 30 de octubre en que lo hallaron internado en el hospital Essalud Rebagliati.

“Algo sabe el Ipen porque me dijeron que la asistenta social lo llevó por su cuenta al seguro, después de eliminar su seguro privado, pero lo que no me respondieron es por qué no me avisaron a mí, si sabían que tenía una familia que lo esperaba”, añade.

El enfermo permaneció internado hasta diciembre de ese año, pero su familia no obtuvo mayores respuestas de la institución, según refiere, sólo silencios y evasivas hasta que la institución rompe el vínculo laboral con Nieto, respaldando tal decisión en un dictamen de la Comisión Médica de Essalud. Era abril del 2006.

Sin seguro ni medicinas
Desde ese momento, la situación de la familia Nieto ingresa en una espiral de desamparo total y angustias económicas. Con la ayuda de su hija mayor, July tiene que hacer milagros para conseguir el sustento diario y además atender las necesidades del enfermo. Dieta especial para su crítico estado, pañales a diario (pues ya no controlaba sus esfínteres) y atención especializada en un hospital público, era cosa de todos los días.

Fue mucho más grave debido a la decisión de la madre y hermanos del ingeniero de plantear judicialmente la interdicción del paciente, para administrar sus beneficios sociales, así como el seguro de vida que le correspondía por su estado. Esta acción congeló abruptamente la atención del seguro social, así como la posibilidad de acceder al seguro por incapacidad que podría haber aliviado su situación.

“Mi esposo no pudo tener ni siquiera los medicamentos que necesitaba. Hemos tenido que vivir de la caridad de la gente para poder atenderlo”, señala la viuda con lágrimas de dolor. Sin embargo, indica que ningún día ella y sus hijas dejaron de brindarle sus alimentos y el cariño que merecía quien había sido ejemplar compañero y padre de familia.

Ahora, July Cáceres, demanda una exhaustiva investigación de la muerte del científico y ha solicitado además una indemnización a favor de sus menores hijas Estefany (16) y Alexandra (10) que han quedado desamparadas, tras la muerte de su padre.

Esvieta Topovich
Redacción

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