domingo, 13 de diciembre de 2009

Clímax mundial

Copenhague arde por el debate acerca del calentamiento global y la urgencia de neutralizarlo. A 6 días del final de la Cumbre sobre el Clima en esta ciudad, el planeta sigue en vilo y espera que los 110 líderes mundiales que asistirán tomen valientes e históricas decisiones, Obama incluido. El reloj climático corre en contra.

Por Ramiro Escobar

Ya habría acuerdo en Copenhague, no se sabe de qué dimensiones y ambiciones, pero lo habría. De otro modo, no se explicaría que para la última etapa de esta megacumbre se hayan apuntado al menos 110 jefes de Estado, entre presidentes, primeros ministros, jeques, reyes. Difícil que vayan solo para la gran foto de familia; algo se cocina.

¿Cuál va a ser el menú final para el planeta? ¿Un nuevo Protocolo, que reemplace al de Kyoto? ¿Un Kyoto ampliado? La filtración hace unos días, vía el diario inglés The Guardian, de un presunto borrador del documento final, algo blandengue, hizo temer que estuviéramos frente al naufragio parcial, y adelantado, de las intensas negociaciones.

Pero ya Yvo de Boer, el secretario de la Convención de Naciones Unidas para el Cambio Climático, ha enfatizado que el documento de marras no estaba sobre la mesa “de manera formal”. Y es que el texto aludido no daba datos precisos de reducción, destilaba cierta niebla frente a un asunto que requiere decisiones políticas un tanto dramáticas.

Urgente: bajar el termómetro

La razón por la que Copenhague busca un acuerdo es inobjetable: ya no hay prácticamente duda de que el planeta se calienta por causas antropogénicas (humanas). Lo ha dicho, en todos los idiomas, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (PICC), pero también otros científicos, muy recientemente.

En la misma capital danesa, Ray Weiss, de la Universidad de San Diego (EEUU) ha sostenido, por ejemplo, que sus recientes mediciones revelan que habría más GEI de los que la industria declara. Y que algunos de ellos, como el tetrafloruro de carbono (CF4), considerado algo pichiruche frente al más conocido C02, también es muy peligroso.

La Oficina Meteorológica del Reino Unido también ha dicho estos días que, si las emisiones no comienzan a caer, en serio, a partir del 2020, las posibilidades de que no pasemos los 2 grados centígrados de calentamiento global son de apenas 50%. Si se pasa ese límite, como se sabe, sobrevendrían consecuencias de corte casi apocalíptico.

Aumentarán las inundaciones, las sequías, el nivel del mar, el derretimiento glaciar y parte de la Amazonía puede convertirse en una sabana. Proliferarán los refugiados ambientales (al menos 150 millones para el 2050 ó antes) y será cada vez más difícil salir del hoyo. Las crisis humanitarias se dispararían, más de lo que ya lo están haciendo hoy.

¿Se exagera? Como en el caso del holocausto y el evolucionismo, ya hay negacionistas de diversa estirpe. Incluso, hace unas semanas, un hacker se metió en los correos de algunos científicos y reveló que se estarían manipulando cifras. El conato de Climagate, sin embargo, no borra algo evidente: grados más o menos, el planeta se calienta.

Culebrones y negociaciones

Ahora bien, ¿por dónde se jala el hilo de las negociaciones? La parte crucial de la madeja la tienen China y EEUU, los dos más grandes emisores. En segunda línea vienen otros emisores como Rusia, Japón, India, la UE. Hasta hace poco, se creía que el problema estaba en los países industrializados, obligados por Kyoto a reducir sus GEI. Ya no es así.

Hoy, China ya sobrepasó a EEUU en emisiones, debido a su desarrollo industrial y a ese despegue económico con el que algunos sueñan ciegamente. El crecimiento del gigante asiático ha venido con emisiones bajo el brazo, al punto que ahora se ha visto obligado a anunciar que reducirá su “intensidad energética”, de acuerdo a cómo vaya su PBI.

Algo similar pasa con la India, otro gigante en ebullición tampoco obligado por Kyoto. Podría ser el país más poblado en el futuro y, por tanto, un nuevo hiper-emisor. Su propuesta: rebajar sus emisiones entre un 20 y un 25%, hasta el 2020, poco brahmánica la propuesta, pero además trae a la escena una cuestión crucial: ¿qué es el desarrollo?

Las reticencias china e india revelan que, a pesar de la gravedad de la crisis climática, nuestras visiones de lo que, realmente, significa ‘desarrollarse’ no se han terminado de sacudir. El argumento manido de los que se resisten a bajar sus emisiones es viejo y yo diría que decimonónico, irracional: primero crezco, luego reduzco.

Las dudas de EEUU también van por ahí. Lo que Barack Obama –que llega a Copenhague con el navideño ofrecimiento de reducir las emisiones gringas en 17%– tiene que conciliar en algo tan difícil como comprometerse a bajar sus profusas emisiones y seguir proporcionando a sus compatriotas el mismo nivel de vida gordo y feliz.

El destino nos alcanza

Esta semana será crucial, porque llegarán los Jefes de Estado, mientras la calle sigue revuelta, en Dinamarca y en el resto del mundo. Parece esperanzador observar que, al menos, todos los invitados llegan con algo que ofrecer. Nadie va con las manos vacías porque sabe que las obligaciones de Kyoto fenecen ya, pronto, el 2012.

Y algo lo tiene que reemplazar, para que la crisis climática no se convierta en una película de Roland Emmerich, ese cineasta experto en asustar al mundo. La dificultad, en último análisis, no está solo en el complicadísimo laberinto de negociaciones, cifras, transferencias, fondos, etc. Sino en algo bastante más complicado e inasible.

En rigor, nos enfrentamos a la urgencia de cambiar modos culturales, estilos de vida. Todas esas decisiones que Obama y otros líderes deberán tomar estos días tienen que ver con cosas tan simples como usar menos luz, andar más en bicicleta, cuidar un árbol (cualquier árbol). Esa es la revolución, local y global, que se juega en Copenhague.

Bloques y posiciones

En las diferencias COPs (Conferencias de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, la de Copenhague es la No. 15), que tienen lugar desde 1995, los distintos países se han agrupado de la siguiente manera:

• Unión Europea (UE). Actualmente cuenta con 27 miembros. Es el grupo que ha propuesto los más altos niveles de reducción de GEI: 30% para el 2020 con respecto a los niveles de 1990. Le pide a EEUU propuestas más ambiciosas.

• Grupo Paraguas. Está integrado por casi todos los países desarrollados que no están en la UE, entre ellos Australia, Japón. Rusia y Estados Unidos. Reacio a asumir compromisos de reducción de GEI, aunque EEUU está proponiendo reducir un 17% de sus emisiones, con respecto a los niveles del 2005.

• G77 más China. Está conformado en la actualidad por 130 países en desarrollo y China. Posiciones muy disímiles. China, por ejemplo, ya es el primer emisor y ha prometido “rebajar su intensidad energética”, en tanto que países petroleros como Qatar y Arabia Saudita ven con displicencia las negociaciones.

• AOSIS. Es la Alianza de los Pequeños Estados Insulares (AOSIS, por sus siglas en inglés) conformada por 43 naciones como Vanuatu, Tonga, Kiribati. Debido a su altísima vulnerabilidad (algunas podrían incluso desaparecer) aboga por que haya grandes compromisos de reducción y transferencia de recursos.

Fuente: Plataforma Climática Latinoamericana. Oxfam América.

Perú: audacia es el juego

La posición del Perú ha sido rotulada, por nuestros propios negociadores, como ‘audaz’ y busca incidir básicamente en tres puntos:

1Un compromiso profundo, vinculante (obligatorio) por parte de los países desarrollados, que alcance para el 2020 una reducción de 45% de los GEI y para el 2050 de 95%, con respecto a los niveles de 1990.

2Que los países desarrollados provean, de manera vinculante, financiamiento a los países en desarrollo, a fin de que estos puedan ajustar sus procesos de mitigación y adaptación frente al cambio climático. Con ajustes periódicos en el tiempo.

3 Una reducción de al menos 30% en los países en vías de desarrollo en su conjunto, con respecto a su actual trayectoria de emisiones. Y de un 40% para el 2050. Con mecanismos de incentivo a nivel internacional.

Esta posición ha generado bastante consenso, incluso con las organizaciones ambientalistas. Sin embargo, estas observan que, mientras esta posición resulta interesante, se sigue dando concesiones petroleras y mineras en páramos, cabeceras de cuenca y áreas protegidas. También se sigue desprotegiendo a la Amazonía.

Fuente: Ministerio del Ambiente y MOCICC (Movimiento Ciudadano Frente al Cambio Climático).

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