El presidente Obama –reciente Premio Nobel de la Paz, en discutida decisión– acaba de hacer importantes anuncios promilitaristas en política internacional. Por un lado, incrementar la guerra en Afganistán: enviar 30,000 soldados más e instar –sin mucho éxito– a sus aliados en la OTAN a involucrarse. Busca resolver una operación militar empantanada en serios problemas, con creciente número de bajas y miles de millones de dólares invertidos en ella. Pero no le será fácil. Los EEUU ocuparon el país y derrocaron al gobierno de los talibanes para instalar un régimen servil, totalmente corrupto. Analistas internacionales calculan que en el 2008 salieron de Afganistán unas 8,600 toneladas de opio, en vinculación con la familia gobernante.
Pretender, como anunció Obama también, que dejarán Afganistán en 18 meses no es creíble. El gobierno “afgano” sólo controla parte del territorio y no hay liderazgo afgano, aliado a EEUU, en capacidad de manejar el país. Además, los problemas en el fronterizo Pakistán (país con armas nucleares) crecen: un gobierno frágil e impopular con expansión de los talibanes y creciente conflicto armado en las provincias fronterizas. Y, ciertamente, esta decisión convoca poco apoyo internacional y no satisface a nadie en EEUU: los republicanos y las FFAA, que han presionado por este camino, reclamaban no menos de 40,000 efectivos y rechazan un compromiso de retiro militar; viceversa, muchos demócratas exigían avance el repliegue militar y no se sigan comprometiendo miles de millones en medio de la más grave crisis económica desde 1929.
Obama se juega su futuro político y su reelección ante un fracaso, aunque su “victoria” sería modesta. No busca ganar la guerra sino, apenas, de iniciar el repliegue militar en el 2011 (luego de aumentar 30,000 soldados) y comprometer una salida en 2 o 3 años. Lo que muchos no ven viable.
El otro anuncio es especialmente negativo para América Latina y para los países que están batallando por recuperar soberanía, control sobre sus recursos naturales y sus rentas, establecer una verdadera justicia social y forjar una unidad sudamericana y latinoamericana que permita nuevas condiciones de relación entre los EEUU y su viejo patio trasero. El gobierno de Obama –después de haber condenado el golpe en Honduras y desconocer el gobierno de facto– anunció que reconoce los resultados de las amañadas elecciones, manipuladas por una dictadura cívico-militar, con enorme ausentismo ciudadano y, claro, no sólo sin haber repuesto al legítimo presidente Manuel Zelaya, sino con un Congreso que se negó a restituirlo siquiera por sus últimos meses, luego de los fraudulentos comicios.
En síntesis, Obama legitima el golpe y sede al militarismo con una seudosalida democrática que la mayoría de AL rechaza y evidencia que esta amenaza es aplicable a quienes se atreven a plantearse el cambio. El apoyo del Pentágono a los golpistas es más evidente que nunca y muestra el peso de los poderes fácticos en el régimen político norteamericano.
García, Uribe (sede de las amenazantes bases militares de EEUU para una intervención rápida en AL) y otros pocos como Arias se alinearon de inmediato tras este absurdo jurídico. Pero Brasil, gran parte de las fuerzas de UNASUR y de AL se han mantenido firmes. Más aún, las recientes victorias electorales del Frente Amplio en Uruguay (con un 53% para José Mujica, el tupamaro) y la apabullante victoria de Evo Morales, en Bolivia, muestran –junto a la reafirmación de Correa en el gobierno de Ecuador– que el imperio y los afanes golpistas constituyen una amenaza, pero que los pueblos están alerta y defenderán la causa de la segunda y verdadera independencia a las puertas de la celebración del bicentenario de la independencia de los pueblos de AL. Perú, y en especial las fuerzas por el cambio, si asumen un verdadero esfuerzo unitario, definirán su papel en esta gesta el 2010 y el 2011.
Pretender, como anunció Obama también, que dejarán Afganistán en 18 meses no es creíble. El gobierno “afgano” sólo controla parte del territorio y no hay liderazgo afgano, aliado a EEUU, en capacidad de manejar el país. Además, los problemas en el fronterizo Pakistán (país con armas nucleares) crecen: un gobierno frágil e impopular con expansión de los talibanes y creciente conflicto armado en las provincias fronterizas. Y, ciertamente, esta decisión convoca poco apoyo internacional y no satisface a nadie en EEUU: los republicanos y las FFAA, que han presionado por este camino, reclamaban no menos de 40,000 efectivos y rechazan un compromiso de retiro militar; viceversa, muchos demócratas exigían avance el repliegue militar y no se sigan comprometiendo miles de millones en medio de la más grave crisis económica desde 1929.
Obama se juega su futuro político y su reelección ante un fracaso, aunque su “victoria” sería modesta. No busca ganar la guerra sino, apenas, de iniciar el repliegue militar en el 2011 (luego de aumentar 30,000 soldados) y comprometer una salida en 2 o 3 años. Lo que muchos no ven viable.
El otro anuncio es especialmente negativo para América Latina y para los países que están batallando por recuperar soberanía, control sobre sus recursos naturales y sus rentas, establecer una verdadera justicia social y forjar una unidad sudamericana y latinoamericana que permita nuevas condiciones de relación entre los EEUU y su viejo patio trasero. El gobierno de Obama –después de haber condenado el golpe en Honduras y desconocer el gobierno de facto– anunció que reconoce los resultados de las amañadas elecciones, manipuladas por una dictadura cívico-militar, con enorme ausentismo ciudadano y, claro, no sólo sin haber repuesto al legítimo presidente Manuel Zelaya, sino con un Congreso que se negó a restituirlo siquiera por sus últimos meses, luego de los fraudulentos comicios.
En síntesis, Obama legitima el golpe y sede al militarismo con una seudosalida democrática que la mayoría de AL rechaza y evidencia que esta amenaza es aplicable a quienes se atreven a plantearse el cambio. El apoyo del Pentágono a los golpistas es más evidente que nunca y muestra el peso de los poderes fácticos en el régimen político norteamericano.
García, Uribe (sede de las amenazantes bases militares de EEUU para una intervención rápida en AL) y otros pocos como Arias se alinearon de inmediato tras este absurdo jurídico. Pero Brasil, gran parte de las fuerzas de UNASUR y de AL se han mantenido firmes. Más aún, las recientes victorias electorales del Frente Amplio en Uruguay (con un 53% para José Mujica, el tupamaro) y la apabullante victoria de Evo Morales, en Bolivia, muestran –junto a la reafirmación de Correa en el gobierno de Ecuador– que el imperio y los afanes golpistas constituyen una amenaza, pero que los pueblos están alerta y defenderán la causa de la segunda y verdadera independencia a las puertas de la celebración del bicentenario de la independencia de los pueblos de AL. Perú, y en especial las fuerzas por el cambio, si asumen un verdadero esfuerzo unitario, definirán su papel en esta gesta el 2010 y el 2011.
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