El Congreso tiene sólo dos tareas: legislar y fiscalizar. Algunos congresistas, sin embargo, se dedican a muchas otras cosas. Lo peor, dedican recursos del Congreso a lo que se les ocurre.
Una congresista se va de parranda por Europa, y cobra su sueldo. Un congresista mata perros, y cobra su sueldo. Una congresista roba luz, y cobra su sueldo.
Un congresista se hace planchar las camisas por un asesor… pagado por el Congreso. Otro pasa facturas falsificadas para cobrar más dinero al Congreso. Una congresista encarga a su asistente, pagada por el Congreso,… hacerle masajes a los pies.
La lista incluye al propio presidente del Congreso. Éste resuelve subvencionar un espectáculo en Trujillo, no consulta a nadie, y dispone del dinero.
Al presidente, Luis Alva Castro, no se le ocurrió mejor idea, después, que le descuenten de su sueldo para pagar él mismo la subvención al espectáculo.
El remedio planteado fue peor que la enfermedad. Si el jefe del pliego prefiere pagar de su propio bolsillo una cuenta de 15 mil dólares, ¿qué nos quiere decir con respecto a la legitimidad del gasto por el Parlamento?
Es obvio que Alva Castro cree, ahora, que es mejor pagar de su propio peculio la subvención al show. Pero, entonces, ¿por qué tuvo el Congreso que hacer el abono inicial?
Los fondos públicos destinados al Congreso, de esta manera, se convirtieron en fondos para financiar proyectos personales de su presidente. No se ha demostrado que la “ayuda financiera” (al congresista) se dispusiera antes de realizado el depósito a la empresa particular.
No es tarea del Congreso subvencionar a ningún congresista. No es dinero de los congresistas, no es una cooperativa, ¡es el Tesoro Público!
¿Acaso el presidente del Poder Judicial puede financiar con dinero de la Corte Suprema un show para, digamos, Celendín? ¿Acaso el presidente García toma dinero del Tesoro Público para “subvencionar” alguna fiesta patronal?
Por donde se mire, se trata de algo ilícito. La defensa del congresista Alva Castro ha sido, más o menos, decir “¡pero es legal!” Este argumento ha servido de coartada para todos los que apañaron semejante barbaridad.
El presidente del Congreso dispone arbitrariamente del dinero del Tesoro Público, y no pasa nada. ¿Cuál es el mensaje para toda la administración pública, desde portapliegos hasta jefes de pliego?
“Meta la uña, nomás, después me cuenta un cuento… legal”. Éste parece ser el perverso mensaje que quieren darle al país estos congresistas.
Por Federico Salazar
domingo, 20 de diciembre de 2009
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