Si yo fuera empresario, me encantaría ser Graña y Montero. O sea Graña y Montero a la vez.
Tendría mucha suerte si fuera Graña y Montero.
Sería amigo del doctor García.
Y con esa amistad me tocarían muchas licitaciones.
Por ejemplo, la de antes de ayer. Esa del tren eléctrico.
Porque resulta que los más de 400 millones de dólares que cuesta el proyecto no los va a poner Graña y Montero. Los va a poner el Estado con un préstamo de la Corporación Andina de Fomento.
Y así fue también con la licitación para restaurar los “colegios emblemáticos”. De los 500 millones de soles que costó el proyecto, la mayor tajada se la llevó Graña y Montero.
Y la mitad de lo de Collique, arrebatado a la aviación civil, no está nada mal.
Pero también quisiera ser Odebrecht.
Sería todavía más amigo del doctor García.
Y me juntaría con Graña y Montero para hacer lo del tren.
Y mientras hago al alimón lo del tren, me encargarían el eje multimodal Amazonas-Norte, el trasvase de Olmos, el corredor interoceánico Sur o los proyectos Melchorita, Callao, o Bayóvar.
Porque si eres amigo del doctor García y tienes conversas con don Enrique Cornejo, no tengas dudas: las puertas se abrirán como cuando en el cuento decían “¡Ábrete, Sésamo!” y la puerta se abría.
No importa lo que pase en América Latina. Empresas como Graña y Montero y Odebrecht están más allá de las alzas y las bajas de la economía.
Allá los que carecen de padrinos.
A ellos les caerán las recientes cifras de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico):
39 millones de latinoamericanos regresarán al nivel de la pobreza en el 2010; mientras que la economía de la región ha retrocedido 3,6% en promedio en el 2009, la pobreza ha crecido un 7 por ciento; para el 2010 se espera un crecimiento económico de apenas 1,3%.
La situación es dramática si se tiene en cuenta, además, lo que puede llamarse la demografía del malestar en América Latina: 189 millones de personas –el 34% de la población- vive hoy por debajo del nivel de la pobreza.
Si Europa pasara por una situación parecida habría un judío alemán genial hablando de un fantasma amenazante y un fermento de rebeldía legítima se extendería por el continente.
En América Latina, sin embargo, la Caverna, aliada con los militares y la prensa, ha inventado la historia de que en estos parajes es infeliz sólo el que quiere y el que no quiere trabajar y el que no acepta el menú de Uribe y García.
El menú de García es bien sencillo: consiste en regresar al Perú al estadio primordial de ser montaña mineral, depósito de gas y bosque maderero. Exportando eso, ganamos divisas con las que comprarle a China lo que necesitamos.
“Que inventen otros”, dicen que decían los viejos españoles reaccionarios cuando querían explicar por qué España se había abstenido de progresar durante la revolución industrial.
“Que fabriquen otros”, parece decir García.
Un complejo de vendedor con prisa lo lleva a creer que el Perú debe volver a ser un gran Potosí.
Y así será hasta que el oro y el cobre bajen de precio –cosa que sucederá de todos modos-.
Mientras tanto, y a pesar de las mentiras oficiales, el Perú ha bajado 8 puntos porcentuales en su crecimiento (de 9,84% en el 2008 a un 1,3% todavía sin confirmar en el 2009).
Eso significa que el Perú ha decrecido por encima del ajuste regional, que ha sido 3,6%. Y esto con el oro a 1,200 dólares la onza y con el cobre llegando a picos de tres dólares la libra en Londres.
Claro que si eres Graña y Montero u Odebrecht te reirás de todo aquello. Y si eres Graña y Montero más Odebrecht –alianza invencible y si no pregúntenle a Cosapi- tus carcajadas se oirán a varias leguas.
Tendría mucha suerte si fuera Graña y Montero.
Sería amigo del doctor García.
Y con esa amistad me tocarían muchas licitaciones.
Por ejemplo, la de antes de ayer. Esa del tren eléctrico.
Porque resulta que los más de 400 millones de dólares que cuesta el proyecto no los va a poner Graña y Montero. Los va a poner el Estado con un préstamo de la Corporación Andina de Fomento.
Y así fue también con la licitación para restaurar los “colegios emblemáticos”. De los 500 millones de soles que costó el proyecto, la mayor tajada se la llevó Graña y Montero.
Y la mitad de lo de Collique, arrebatado a la aviación civil, no está nada mal.
Pero también quisiera ser Odebrecht.
Sería todavía más amigo del doctor García.
Y me juntaría con Graña y Montero para hacer lo del tren.
Y mientras hago al alimón lo del tren, me encargarían el eje multimodal Amazonas-Norte, el trasvase de Olmos, el corredor interoceánico Sur o los proyectos Melchorita, Callao, o Bayóvar.
Porque si eres amigo del doctor García y tienes conversas con don Enrique Cornejo, no tengas dudas: las puertas se abrirán como cuando en el cuento decían “¡Ábrete, Sésamo!” y la puerta se abría.
No importa lo que pase en América Latina. Empresas como Graña y Montero y Odebrecht están más allá de las alzas y las bajas de la economía.
Allá los que carecen de padrinos.
A ellos les caerán las recientes cifras de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico):
39 millones de latinoamericanos regresarán al nivel de la pobreza en el 2010; mientras que la economía de la región ha retrocedido 3,6% en promedio en el 2009, la pobreza ha crecido un 7 por ciento; para el 2010 se espera un crecimiento económico de apenas 1,3%.
La situación es dramática si se tiene en cuenta, además, lo que puede llamarse la demografía del malestar en América Latina: 189 millones de personas –el 34% de la población- vive hoy por debajo del nivel de la pobreza.
Si Europa pasara por una situación parecida habría un judío alemán genial hablando de un fantasma amenazante y un fermento de rebeldía legítima se extendería por el continente.
En América Latina, sin embargo, la Caverna, aliada con los militares y la prensa, ha inventado la historia de que en estos parajes es infeliz sólo el que quiere y el que no quiere trabajar y el que no acepta el menú de Uribe y García.
El menú de García es bien sencillo: consiste en regresar al Perú al estadio primordial de ser montaña mineral, depósito de gas y bosque maderero. Exportando eso, ganamos divisas con las que comprarle a China lo que necesitamos.
“Que inventen otros”, dicen que decían los viejos españoles reaccionarios cuando querían explicar por qué España se había abstenido de progresar durante la revolución industrial.
“Que fabriquen otros”, parece decir García.
Un complejo de vendedor con prisa lo lleva a creer que el Perú debe volver a ser un gran Potosí.
Y así será hasta que el oro y el cobre bajen de precio –cosa que sucederá de todos modos-.
Mientras tanto, y a pesar de las mentiras oficiales, el Perú ha bajado 8 puntos porcentuales en su crecimiento (de 9,84% en el 2008 a un 1,3% todavía sin confirmar en el 2009).
Eso significa que el Perú ha decrecido por encima del ajuste regional, que ha sido 3,6%. Y esto con el oro a 1,200 dólares la onza y con el cobre llegando a picos de tres dólares la libra en Londres.
Claro que si eres Graña y Montero u Odebrecht te reirás de todo aquello. Y si eres Graña y Montero más Odebrecht –alianza invencible y si no pregúntenle a Cosapi- tus carcajadas se oirán a varias leguas.
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