Por Humberto Campodónico
Las inversiones de las estatales petroleras más importantes alcanzaron la impresionante cifra de US$ 282,000 millones en el período 2000-2009. Las líderes fueron PEMEX y Petrobrás con el 74% del total. En tercer lugar viene la venezolana PDVSA con US$ 57,000 millones, 20% del total.
Estos niveles de inversión guardan correspondencia con la dotación de hidrocarburos de esos países. Pero lo más importante es que la política de los Estados estuvo orientada a obtener el máximo aprovechamiento de la renta petrolera, que es la diferencia entre el costo de producción del petróleo y su precio de venta en el mercado internacional.
Es eso lo que permite obtener ingentes utilidades que en Venezuela y México financian buena parte de los presupuestos nacionales. No es igual en Brasil, pues Petrobrás es una empresa mixta (hay capitales privados en su accionariado) que cotiza en Bolsa, pero el Estado mantiene una participación mayoritaria. En Brasil también hay una modesta (aunque creciente) inversión extranjera.
Dicho de otro modo, en Brasil, Venezuela y México se pudo haber seguido el “modelo” peruano-argentino-boliviano, consistente en privatizar la industria. Pero se optó por aprovechar la renta petrolera. El país que brilla por su ausencia es Argentina, donde Menem vendió YPF a Repsol, lo que ha sido el origen de la desinversión en el sector, dando lugar a la escasez de gas que impidió las exportaciones a Chile. De su lado, el gobierno de Evo Morales ha repotenciado a la estatal YPFB (que estaba congelada, como Petroperú), pero aún no tenemos cifras de su desempeño.
Luego viene Colombia, donde ECOPETROL ha cobrado una creciente importancia bajo el gobierno neoliberal de Uribe. El relanzamiento y modernización de ECP consiste en que cotice en Bolsa hasta un máximo del 20% de sus acciones, a la vez que se autoriza un masivo aumento de sus inversiones, dentro y fuera del país. Así, el año pasado llegó al Perú, donde (en alianza con coreanos) compraron a la tramposa Petro-Tech de William Kallop por US$ 900 millones.
En quinto lugar viene ENAP de Chile, con US$ 2,400 millones invertidos en la década. Como Chile no tiene petróleo (importa el 90% de lo que consume) explora y produce en el extranjero, a la vez que invierte en modernizar sus refinerías para exportar productos terminados (al Perú y Ecuador con la cadena Primax). En Ecuador, durante años varios gobiernos trataron de privatizar Petroecuador (lo que explica su bajo nivel de inversiones), pero no lo lograron. El año pasado, con Correa, se relanzó a Petroecuador, que invirtió US$ 1,147 millones (incluye el campo ex Occidental).
La cenicienta de América Latina es Petroperú, cuyos principales lotes petroleros y la mayor refinería fueron privatizados en 1996. Desde entonces, a pesar de los esfuerzos de algunos de sus Presidentes y funcionarios, languidece debido a la indiferencia de los gobiernos de turno que le niegan la posibilidad de reintegrarse verticalmente, es decir, de tener campos productores de petróleo. Petroperú debió haber adquirido Petro-Tech, pero García prefirió a la estatal colombiana. Sí, señor.
Así, tenemos petroleras estatales fuertes con gobiernos neoliberales (Colombia y México), con gobiernos social-demócratas bastante liberales (Brasil y Chile) y con “gobiernos progresistas” de nivel variable (Bolivia, Ecuador y Venezuela). El único que no tiene política de Estado (para lo que se necesita una empresa estatal) en el estratégico sector energético es el Perú. Es por eso que el gas de Camisea, el regalo de Dios que nos dejó la Shell, se exportará a México. ¿Hasta cuándo?
Las inversiones de las estatales petroleras más importantes alcanzaron la impresionante cifra de US$ 282,000 millones en el período 2000-2009. Las líderes fueron PEMEX y Petrobrás con el 74% del total. En tercer lugar viene la venezolana PDVSA con US$ 57,000 millones, 20% del total.
Estos niveles de inversión guardan correspondencia con la dotación de hidrocarburos de esos países. Pero lo más importante es que la política de los Estados estuvo orientada a obtener el máximo aprovechamiento de la renta petrolera, que es la diferencia entre el costo de producción del petróleo y su precio de venta en el mercado internacional.
Es eso lo que permite obtener ingentes utilidades que en Venezuela y México financian buena parte de los presupuestos nacionales. No es igual en Brasil, pues Petrobrás es una empresa mixta (hay capitales privados en su accionariado) que cotiza en Bolsa, pero el Estado mantiene una participación mayoritaria. En Brasil también hay una modesta (aunque creciente) inversión extranjera.
Dicho de otro modo, en Brasil, Venezuela y México se pudo haber seguido el “modelo” peruano-argentino-boliviano, consistente en privatizar la industria. Pero se optó por aprovechar la renta petrolera. El país que brilla por su ausencia es Argentina, donde Menem vendió YPF a Repsol, lo que ha sido el origen de la desinversión en el sector, dando lugar a la escasez de gas que impidió las exportaciones a Chile. De su lado, el gobierno de Evo Morales ha repotenciado a la estatal YPFB (que estaba congelada, como Petroperú), pero aún no tenemos cifras de su desempeño.
Luego viene Colombia, donde ECOPETROL ha cobrado una creciente importancia bajo el gobierno neoliberal de Uribe. El relanzamiento y modernización de ECP consiste en que cotice en Bolsa hasta un máximo del 20% de sus acciones, a la vez que se autoriza un masivo aumento de sus inversiones, dentro y fuera del país. Así, el año pasado llegó al Perú, donde (en alianza con coreanos) compraron a la tramposa Petro-Tech de William Kallop por US$ 900 millones.
En quinto lugar viene ENAP de Chile, con US$ 2,400 millones invertidos en la década. Como Chile no tiene petróleo (importa el 90% de lo que consume) explora y produce en el extranjero, a la vez que invierte en modernizar sus refinerías para exportar productos terminados (al Perú y Ecuador con la cadena Primax). En Ecuador, durante años varios gobiernos trataron de privatizar Petroecuador (lo que explica su bajo nivel de inversiones), pero no lo lograron. El año pasado, con Correa, se relanzó a Petroecuador, que invirtió US$ 1,147 millones (incluye el campo ex Occidental).
La cenicienta de América Latina es Petroperú, cuyos principales lotes petroleros y la mayor refinería fueron privatizados en 1996. Desde entonces, a pesar de los esfuerzos de algunos de sus Presidentes y funcionarios, languidece debido a la indiferencia de los gobiernos de turno que le niegan la posibilidad de reintegrarse verticalmente, es decir, de tener campos productores de petróleo. Petroperú debió haber adquirido Petro-Tech, pero García prefirió a la estatal colombiana. Sí, señor.
Así, tenemos petroleras estatales fuertes con gobiernos neoliberales (Colombia y México), con gobiernos social-demócratas bastante liberales (Brasil y Chile) y con “gobiernos progresistas” de nivel variable (Bolivia, Ecuador y Venezuela). El único que no tiene política de Estado (para lo que se necesita una empresa estatal) en el estratégico sector energético es el Perú. Es por eso que el gas de Camisea, el regalo de Dios que nos dejó la Shell, se exportará a México. ¿Hasta cuándo?
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