Desde una perspectiva institucional, el problema de la democracia peruana no es solo el Parlamento. Es también el caudillismo de García. Como todo caudillo, García detesta las instituciones, maltrata al Congreso, incumple la ley de partidos, prescinde del Apra como partido de gobierno y pretende manipular arbitrariamente los diseños electorales. Aprovechando el desprestigio abismal del Congreso, García quiere arrasar con él. Para lograrlo ha ensayado diversas estrategias. La primera fue la renovación por mitades.
Como ella fue rechazada por la mayoría de los congresistas, propuso el referéndum para imponerla. Es muy probable que esta nueva propuesta sea bloqueada igualmente por el Congreso. Ante esa situación, ensaya una tercera propuesta: invoca para una reforma constitucional una cuestión de confianza que sólo se aplica al gabinete. Como este despropósito tampoco va a pasar, García podría ensayar una cuarta estrategia: nombrar un nuevo gabinete que haga suya la renovación por mitades y colocar al Congreso frente a la actitud suicida de ser disuelto si no lo aprueba a fardo cerrado.
¿Qué pretende García con el despliegue de estas estrategias? Varios son, al parecer, sus objetivos. El primero, levantar sus alicaídos bonos librando una batalla contra una institución desprestigiada y vilipendiada todos los días por todos los medios de comunicación. El segundo, imponer a como dé lugar el voto voluntario para excluir a los ciudadanos que votan contra el modelo económico neoliberal. El tercero, someter al Congreso a sus designios de caudillo autoritario. El cuarto, desplazar la atención ciudadana desde los problemas sustantivos de la economía (crisis de crecimiento, empleo, desigualdad, pobreza) al campo meramente institucional. El quinto, crear una situación de impase político y constitucional que justifique la amenaza de un autogolpe al estilo de Fujimori. En resumen, García busca reordenar el escenario político en sus propios términos caudillistas y revertir la imagen de gobernante antipopular que proyecta hacia AL.
La disolución del Congreso es una vieja idea de García desde el primer año de su gobierno. ¿Por qué la ha transformado actualmente en estrategia? Hay varias razones. La primera es la proximidad de las elecciones del 2010 y del 2111. García quiere recuperar los perdidos gobiernos regionales que tuvo el Apra entre el 2001 y el 2006. Contribuye al logro de ese objetivo la aprobación de la doble vuelta electoral de los gobiernos regionales que no superen la barrera del 30%. No es cierto que ella otorga legitimidad de origen ni ayuda a legitimidad por desempeño y a la gobernabilidad. Lo único que busca esa ley es fragmentar más al electorado de las regiones y bloquear cualquier alternativa de cambio en ellas. La segunda es que García quiere aprovechar la debilidad de la oposición política –de derecha y de izquierda– para frenar a la oposición social. La tercera es que García se siente ahora más libre para tomar decisiones en diversos campos luego de que la crisis económica internacional debilitara a la coalición social con la que gobierna, especialmente a los organismos financieros. Hasta se atreve a cambiar ministros de economía sin consultar con nadie. El problema es que, con García suelto en plaza, cualquier cosa puede pasar.
¿Cuáles son las propuestas de las oposiciones para frenar a García? Aparte de la denuncia, ninguna. Sugiero, por eso, una en el campo institucional: cambiar la forma de gobierno. Pasar del presidencialismo, que permite y legitima los extravíos de García, al semipresidencialismo. Esto implica tres cambios fundamentales: diferenciación del jefe de Estado del jefe de gobierno, elección del primer ministro por el Congreso y renovación parlamentaria por tercios. Esta forma de gobierno tiene al menos dos virtudes: combinar adecuadamente la estabilidad y el cambio y oxigenar mucho a la política.
Por Sinesio López Jiménez
No hay comentarios:
Publicar un comentario