Mientras Estados Unidos y Europa se cubren de nieve, en Lima la lluvia provoca inundaciones, desmoronamientos, molestias, muerte. El Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (SENAMHI) nombra la causa: en la costa limeña se ha concentrado gran cantidad de aire caliente.
O sea que el medio ambiente sí está globalizado. No es posible acatar la opinión de Rafael Belaunde, según el cual debemos olvidarnos del resto y ocuparnos sólo de nuestro suelo y nuestro cielo.
Hay que pensar en las causas no sólo de esta lluvia, sino de todos los fenómenos que ya dañan nuestro ambiente y que se pueden agravar.
El azar pone esta noche sobre mi escritorio en LA PRIMERA un conjunto de documentos editados por World Wildlife Fund (el Fondo Mundial para la Naturaleza, notorio por su sigla WWF). Encuentro allí datos más escalofriantes que lluvia y nieve:
El 70% de los glaciares tropicales del mundo se concentran en los Andes peruanos. Sin embargo, por el aumento de la temperatura, retroceden entre 20 y 30 metros al año.
El 70% de la población nacional se ubica en la costa, que tiene sólo el 2% de los recursos hídricos del país.
Ahora bien, Lima es, después de El Cairo, la ciudad más grande ubicada en un desierto; pero WWF precisa que el río Nilo, que baña a El Cairo, transporta 2,800 metros cúbicos por segundo.
El Rímac no llega ni al 1% de ese caudal.
¿Qué pasa si continúa o se agrava la desglaciación de nuestros nevados?
“Lima está amenazada de muerte” titulé una entrevista con Peter Koenig, suizo especializado en problemas del agua, que publiqué el 27 de marzo de 2009. Antes abordé el tema el 1 de abril de 2008. Koenig no sólo advirtió sobre las amenazas que pesan sobre la costa peruana, sino que además planteó soluciones viables. Pero sólo se escuchó acá un “no se oye, padre”.
Uno de los opúsculos de WWF toca, sin quererlo, áreas trágicas de nuestra realidad (los decretos legislativos del presidente Alan García y Bagua).
Allí se ve que no hay, como sostiene Antonio Brack, ministro del Ambiente, una separación impermeable entre suelo de los nativos y subsuelo de petróleo y gas.
En el abanico de Pastaza, en Loreto, están el humedal de Ransar, el mayor de la Amazonía, hábitat de casi 300 especies de peces y, dos de los lotes petroleros más antiguos del Perú. Éstos producen el 65% del petróleo en el país y “durante más de 30 años”, dice el texto, “contaminaron los ríos que son fuentes de alimento y agua para estos pueblos” (achuar, kichwa y urarina).
Allí WWF demostró que los niveles de plomo, cadmio y bario en la sangre de los achuar eran largamente superiores a los permitidos. Las empresas reconocieron, por primera vez, el grave daño. Por eso se han logrado acuerdos entre comunidades y compañías.
Así dan ganas de vivir.
César Lévano
sábado, 9 de enero de 2010
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