Para votar por Jaime Bayly no habrá que taparse la nariz como muchos hicieron con Alan García.
Votar por Bayly será la obra cumbre del peruanismo moderno, aquel que podríamos situar como nacido con el golpe de Estado a Guillermo Billinghurst.
En efecto, después de esa maniobra correctora que la vieja derecha peruana realizó en contra del populista Billinghurst la política peruana ha consistido en seguir cavando el foso que separa a ricos y pobres.
Se amplió el foso sin pausa, aunque con dos paréntesis: el del primer Belaunde Terry, saboteado por la Apra aliada con la oligarquía terrateniente desde 1963; y el de Velasco, proyecto transformador desmantelado radicalmente por su sucesor, el general Morales Bermúdez.
No incluyo en esas treguas al conservadurismo el periodo del primer alanismo, porque ese régimen fue una auténtica cacocracia, un quinquenio cuyo programa máximo fue la abolición de las cerraduras y las bóvedas.
De modo que desde Billinghurst hemos estado en las mismas, vendiéndonos a los británicos primero, a los estadounidenses después, y a los franquiciadores de los estadounidenses siempre y sin pausa.
Porque el peruano promedio no tiene vocación de nación ni sueña con ser parte de un país más o menos integrado. El peruano promedio tiene vocación de visa, sueños de subasta, apetitos de rendición.
García, convertido en monigote de la vieja derecha que secuestró también a Haya, dijo el otro día que hubo mucho heroísmo en la batalla de San Juan y Miraflores.
Hubo heroísmo de pocos y huidas y corrupción de muchos. Lo que García no quiso recordarnos es que la gran responsable del desastre de la guerra perdida fue la impertérrita derecha a la que ahora sirve.
Y quien crea que exagero al proponer la continuidad histórica de la derecha peruana, podría hacerse esta pregunta: “¿Ha cambiado la mentalidad de la clase dominante en relación a sus metas económicas excluyentes, su gustosa subordinación a intereses extranjeros, su concepción primario-exportadora, su racismo apenas disimulado?”
Que cada quien se responda como pueda o quiera. Lo cierto es que cuando hoy uno lee a algunos de sus matones letrados, el mensaje parece haber salido de la derecha que habló por boca de los encomenderos realistas que se opusieron a la independencia de España.
En suma, que hay algo pétreo e irreductible en lo que, con generosidad, alguien podría llamar “pensamiento conservador”. Que tiene muchísimo de conservador y poquísimo de pensamiento. Porque la derecha peruana es viuda intelectual de Riva Agüero y, desde entonces, se dedicó a los negocios y al torerío y huyó de los libros como si fueran impuestos.
Y bien, si hay algo de cierto en todo esto, ¿por qué no Bayly?
Bayly es decadente. ¿Y no es la decadencia una segunda naturaleza del Perú contemporáneo?
Bayly es un irresponsable. ¿Y no ha sido la irresponsabilidad la marca de fábrica de Fujimori, Toledo y García?
Bayly es más reaccionario que una velita misionera. ¿Y quién nos gobierna acaso?
Bayly es un pluriambiguo. ¿Y qué? ¿No sería hora de hacer experimentos con los organismos bilaterales?
Bayly puede decir cualquier cosa. ¿Y? ¿No nos suena eso de lo más familiar?
Bayly tiene un lado involuntariamente tragicómico. ¿Y? ¿Qué cosa suponen que somos como país cuando nos creemos lo máximo porque producimos miles de hectolitros de aguardiente de uva?
Bayly firmaría TLC hasta con Birmania y llamaría al coronel del KFC como asesor militar para enfrentar a las tribus amazónicas cuando “Avatar” se escenifique en la Curva del Diablo. ¿Y qué creen que está pensando hacer Alan García?
De modo que no se burlen de los chistes de Jaimito. Si el Perú tiene a veces pinta de suicidio en masa, Bayly tiene el perfil de una Smith and Wesson.
domingo, 17 de enero de 2010
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