En junio del 2006, en el cierre de su campaña, el entonces candidato presidencial Alan García pidió a sus partidarios que lo ayuden a desmontar una de las principales acusaciones contra el Apra: la corrupción. Cien días después, en una muestra de lo que sería la lucha de su gobierno contra esta lacra de la sociedad y del poder, García sorprendió y calificó como “graves pecados” los actos de corrupción y de criminalidad del gobierno de Alberto Fujimori, cuyos principales colaboradores están o han estado en la cárcel por delitos de violación de derechos humanos y por robar millones de soles al Estado peruano. El pasado viernes 11 de diciembre, el presidente aprista asestó un nuevo golpe a la lucha anticorrupción: indultó a José Enrique Crousillat, preso por vender con su hijo José Francisco Crousillat la línea editorial de América Televisión a los socios Fujimori-Montesinos, a cambio de 69 millones de soles.
Entre el pedido a sus partidarios y el indulto a Crousillat han transcurrido 42 meses y es evidente que García no solo no ha “desmontado” la sombra de corrupción que acompaña a su gobierno sino que, por el contrario, los peruanos tienen la percepción de que este gobierno es débil y complaciente con los corruptos. El ex premier Yehude Simon entendió el impacto que esta lacra tiene en la sociedad y planteó un Plan Nacional de Lucha Contra la Corrupción, que nunca pudo impulsar y del cual nadie ha vuelto a hablar en la administración aprista.
El presidente salió este fin de semana a defender el indulto: que Crousillat no es una persona peligrosa, que es un anciano, que está muy grave, etc. Además vinculó los cuestionamientos que se han hecho a su decisión a una razón empresarial (de los nuevos dueños de América TV). García actúa en este caso como lo ha hecho a lo largo de su gobierno. Su soberbia lo lleva a creer que sus resoluciones no deben discutirse y que deben aceptarse tal como él las dicta. Es la misma filosofía que aplicó –salvando naturales distancias– en el conflicto de la amazonía. El perro del hortelano como única tesis que debía aplicarse y los nativos –ignorantes y manipulados– aceptarla sin chistar. Hoy sabemos cómo terminó el levantamiento indígena y el impacto que tuvo: la caída del gabinete Simon y uno de los momentos más críticos de la administración aprista. El primer mandatario olvidó citar, en su defensa del indulto, los 69 millones de soles que recibió Crousillat de Montesinos y los 80 millones de soles que debe pagar como reparación civil.
La República ha publicado informes de la Junta Médica Penitenciaria y de funcionarios del INPE confirmando la salud estable de Crousillat y recomendando su retorno al penal. ¿Tampoco vio el presidente estos documentos que le fueron advertidos a su ex ministra de Justicia Rosario Fernández? Con seguridad, hay en las cárceles reclusos con similares problemas de salud y de edad, que no le han robado millones al Estado pero que no tienen padrinos tan poderosos como el doctor García.
El indulto a Crousillat es el último gesto –en el año que concluye– del líder aprista al fujimorismo. Y una confirmación de que la lucha anticorrupción no tiene ninguna prioridad para este gobierno. Solo frases y actos para que el presidente gane titulares o intente lavar la cara de su régimen en determinados momentos, pero nada más. Basta recordar el caso de la jueza Carolina Lizárraga, una excelente magistrada a la que nombró la zarina anticorrupción, pero a la que tras las fotos y la euforia inicial dejó a su suerte sin oficina y presupuesto. Hasta que renunció y no pasó nada. La Procuraduría Anticorrupción ha sido desmantelada por denunciar al almirante Luis Giampietri sobre compras presuntamente subvaluadas para la Marina. No hablemos de los petroaudios y los “chuponeadores” del BTR que hoy sabemos, según información publicada por la prensa, que trabajaron para García cuando fue candidato presidencial y necesitaba conocer los pasos de su principal oponente político, Ollanta Humala.
Entramos así al 2010. Esperemos que si en su primer gobierno uno de los últimos hechos fue la fuga de Polay, no asistamos al indulto de Fujimori como uno de sus mismos gestos por las mismas razones que esgrimió para otorgárselo a Crousillat. Hasta el próximo domingo.
Por Carlos Castro
domingo, 3 de enero de 2010
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