Un minucioso seguimiento por parte del Department of Homeland Security -Departamento de Seguridad Interior- a través de la oficina TECS, encargada de buscar información sobre personas sospechosas de lavado de dinero y terrorismo, por reiteradas transacciones de dinero no claras, es lo que habría permitido que el ex ministro de Vivienda, Francis Allison Oyague, se encuentre ahora anclado en Estados Unidos y controlado por un grillete electrónico.
Esta información echaría por tierra la tesis de que a Allison y su mujer los cogieron en un procedimiento rutinario de verificación de viajeros al azar. El agente especial Randal Hill que se acercó a la pareja y les pidió llenar un formulario para declarar el dinero que llevaban consigo, ya habría estado informado que Allison y Robbiano habían realizado retiros de dinero, que esta no era la primera vez que ingresaban a Estados Unidos y que luego salían transportando fajos de dinero. La TECS ya tenía un informe detallado de las operaciones bancarias que el matrimonio había realizado en los últimos años.
¿Por qué no lo intervinieron antes? Una posibilidad es que estuvieran acumulando pruebas en su contra. La otra es que, tratándose de una autoridad peruana, Washington haya requerido la opinión del Perú antes de actuar sobre el sospechoso. En este último caso, la detención de noviembre habría procedido cuando desde Lima les comunicaron que el señor Allison ya no era ni alcalde, ni ministro y que el gobierno no se enojaría si lo ponían en evidencia.
La aparente paradoja: ¿por qué dijo 20 mil, si podía haber dicho 50 mil?, no sería entonces producto de una tonta distracción, como los Allison han querido armar una insostenible coartada, sino una expresión de la autoconfianza con que se movía el llamado “baby face”, convenido de ser un ciudadano libre de toda sospecha. Por eso, luego de llenada la declaración, los agentes procedieron a rebuscarlo para determinar si estaba mintiendo y ahí cayó frito el pescadito.
Después de todo no era la primera vez que Allison mentía creyendo que nadie lo pondría en evidencia. Como cuando dijo y después se desdijo sobre el soborno para el proyecto Taboada; o cuando afirmó que no sabía a qué se dedicaba Business Track, pero cobraba todos los meses por asesorarlos; o cuando Velásquez Quesquén tuvo que aclararle que no lo apoyaba a él, como había dicho el ministro, sino a la investigación sobre sus actividades. Sólo que la mentira se paga de otra manera en el país de los gringos. Y ahí nomás ya lo tienen agarrado de donde más duele.
Raúl Wiener
Unidad de Investigación
Esta información echaría por tierra la tesis de que a Allison y su mujer los cogieron en un procedimiento rutinario de verificación de viajeros al azar. El agente especial Randal Hill que se acercó a la pareja y les pidió llenar un formulario para declarar el dinero que llevaban consigo, ya habría estado informado que Allison y Robbiano habían realizado retiros de dinero, que esta no era la primera vez que ingresaban a Estados Unidos y que luego salían transportando fajos de dinero. La TECS ya tenía un informe detallado de las operaciones bancarias que el matrimonio había realizado en los últimos años.
¿Por qué no lo intervinieron antes? Una posibilidad es que estuvieran acumulando pruebas en su contra. La otra es que, tratándose de una autoridad peruana, Washington haya requerido la opinión del Perú antes de actuar sobre el sospechoso. En este último caso, la detención de noviembre habría procedido cuando desde Lima les comunicaron que el señor Allison ya no era ni alcalde, ni ministro y que el gobierno no se enojaría si lo ponían en evidencia.
La aparente paradoja: ¿por qué dijo 20 mil, si podía haber dicho 50 mil?, no sería entonces producto de una tonta distracción, como los Allison han querido armar una insostenible coartada, sino una expresión de la autoconfianza con que se movía el llamado “baby face”, convenido de ser un ciudadano libre de toda sospecha. Por eso, luego de llenada la declaración, los agentes procedieron a rebuscarlo para determinar si estaba mintiendo y ahí cayó frito el pescadito.
Después de todo no era la primera vez que Allison mentía creyendo que nadie lo pondría en evidencia. Como cuando dijo y después se desdijo sobre el soborno para el proyecto Taboada; o cuando afirmó que no sabía a qué se dedicaba Business Track, pero cobraba todos los meses por asesorarlos; o cuando Velásquez Quesquén tuvo que aclararle que no lo apoyaba a él, como había dicho el ministro, sino a la investigación sobre sus actividades. Sólo que la mentira se paga de otra manera en el país de los gringos. Y ahí nomás ya lo tienen agarrado de donde más duele.
Raúl Wiener
Unidad de Investigación
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