domingo, 22 de noviembre de 2009

De payasos y prostitutas


Por Jorge Bruce

¿A qué se dedica la mayoría de peruanos que trabajan en Chile? No dispongo de estadísticas pero presumo que se ocupan en empleos de mano de obra barata: mozos de restaurantes, trabajadores agrícolas o empleadas del hogar. Hay, por supuesto, compatriotas en cargos ejecutivos empresariales, pero esos deben ser los menos. En cambio, ¿cuántos chilenos ocupan puestos subalternos en nuestro país? ¿Alguien conoce a una trabajadora del hogar mapochina en el Perú? Esta mañana mencionaba esta circunstancia en un curso de psicoanálisis que dicto en una maestría en la PUC, antes de comenzar la clase. Uno de los alumnos, un contemporáneo mío que ocupa un alto cargo en una empresa peruana, nos hizo notar que, hace algunas décadas, muchas de las prostitutas que trabajaban en nuestros burdeles o boîtes de nuit eran hermanas del país del Sur.

En ese momento recordé que lo propio sucedía con los payasos: Cucharita o Zapatón solían tener un inconfundible acento rotazo.
Esto le permitió al alumno memorioso observar que se trataba de ciclos económicos variables. Lo cual es absolutamente cierto. En su momento, Portugal o España exportaban menesterosos (en los ochenta, las porteras de los edificios de París casi siempre provenían de la península ibérica). Hoy ambos países se defienden, con medidas xenofóbicas, de la inmigración económica que antes protagonizaron. Asimismo, hoy es difícil encontrar profesionales del sexo o la payasada en nuestros circos o locales nocturnos. Dicho sea esto con el mayor respeto por esas ocupaciones, tan duras como la de trabajadora del hogar. Subrayo su valor como indicador del grado de desarrollo de una sociedad.

Para el caso de nuestra espinosa relación con Chile, conviene reflexionar sobre esta asimetría, antes de regodearnos en proclamas narcisistas acerca de la envidia que los convierte en voyeurs. ¿Por qué nos exportan inversiones y ejecutivos, mientras nuestro registro migratorio es de trabajadores no calificados, fuera de algunas cebicherías y tiendas de artesanía de lujo? Por dos razones: la ventaja económica es evidentemente la primera, pero la más potente es la segunda: su nivel educativo.

Pese a sus dificultades en ese ámbito, nos llevan tanta distancia como en el del armamento. Solo que el primer factor es mucho más potente, como predictor del futuro de una colectividad, que el segundo. Más aún, el gasto armamentista es acaso un freno para su desarrollo y una demostración de la excesiva injerencia que continúan teniendo las fuerzas armadas chilenas, a las que la presidenta Bachelet no ha puesto un límite. Tal como su política de reparaciones a las víctimas de la dictadura de Pinochet ha sido decepcionante, siendo ella misma víctima e hija de víctima. Hasta cierto punto, su Gobierno ha sido otro rehén de las FFAA chilenas.

Pero el punto central es que ningún discurso altisonante acerca de que los peruanos somos más y por eso nos envidian, se sostiene sin una política educativa agresiva, a la que se deben destinar las más considerables inversiones. De lo contrario seguiremos siendo simbólicamente, en el siglo XXI, los payasos y las prostitutas que ellos fueron a mediados del XX.

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